Tic tac, tic tac, luego de unos cortos segundos, la vuelta del silencio — ¡maldición! — bufó molesto con el aparato que volvía a fallar.
— ¿Otra vez falló? — la voz dulce de la joven de cabello avellana fue acompañada de una suave caricia en su hombro, para al instante siguiente dedicarle una sonrisa un poco cansada.
—Las piezas más pequeñas son las que no funcionan... es un poco... frustrante — se reclinó sobre su silla, con ambas manos en su nuca — tal vez si empiezo de nuevo con los moldes y le pido ayuda a un artesano — Asuna estaba a su lado, pero sonrió con algo de resignación, cuando a su amado se le daba una idea, sabía que lo intentaría hasta lograrlo.
—Deberías tratar de nuevo otro día, además tenemos ambos reuniones en unos momentos más — la miró sin moverse de su asiento — por favor, Principal dono, no me haga tener que obligarlo a salir de aquí.
Sonrió divertido —si me lo ordena la diosa, no podría negarme.
— ¿De verdad?, y ¿si solo se lo ordena su esposa? — con una fuerza invisible Asuna se sintió atraer desde su cintura, quedando frente al primer espadachín del Imperio Humano, para que luego ambas manos firmes se posaran en sus caderas, elevándola para ponerla sobre su regazo — ¿sabes que ya no me sorprende, cierto? — su tono era un poco más bajo, con mejillas completamente sonrojadas.
—Mi esposa es la mismísima Diosa de la creación, ¿lo sabía? — preguntó juguetón, aspirando su aroma floral — si no te sorprende, ¿porqué tiemblas? — sus dedos presionaron un poco más el abrazo con que la había atrapado, con un escalofrío recorriendo su columna.
—Quizá sea porque me pones nerviosa con estos juegos — no mentía, sentía que podía derretirse entre sus brazos fuertes, y qué pequeña se sentía en su presencia cuando le hablaba de esa manera, cuando sus ansias se traducían en los toques firmes y hasta dominantes de sus manos — d-deberías comer algo, Kirito kun — mencionó con la voz afectada, no podía olvidar que no había comido nada desde muy temprano por la mañana.
— ¿Qué tiene en mente para comer, Asuna Sama? — miró con sus ojos azules acerados las pupilas miel de su amada, la que sintió que podía haberle quitado fácilmente el aire de sus pulmones con tan sólo esa mirada íntima.
—Pervertido — musitó mirando en otra dirección, por momentos, le gustaba esa sensación de sentirse pequeña a su lado, aunque por dentro guardaba esas ganas de cuidarlo siempre.
— ¿Qué pensó, Vicecomandante?, sólo iba a proponer ir a la cocina por algo — justo al terminar su frase, un ligero golpe en su pecho era acompañado de un adorable mohín en la boca de Asuna, lo hicieron sonreír con gusto.
—Eres un idiota — el enojo duró apenas un segundo, al siguiente estaba riendo con él — es increíble que a pesar de ser el mismo, hayas cambiado tanto a la vez — sus ojos avellana brillaron con la mención.
— ¿A qué te refieres? Soy yo — las manos femeninas se posaron delicadamente en sus mejillas.
—A que has madurado tanto, ya no eres el chico precipitado al que tenía que cuidar, puedes cocinarte, cuidar de ti... y eres el hombre más fuerte de todo Underworld... — un toque húmedo acompañaba su voz — tengo miedo, de que dejes de necesitarme...
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Como en los Viejos Tiempos
FanfictionTras la gran guerra de UnderWorld, Kirito y Asuna quedaron al cuidado de aquel mundo, aislados por 200 años; tan solo bastan ellos dos para recordarse día con día, quiénes son y hacia dónde van; como en los viejos tiempos.