Transcurrieron varias semanas antes de que volviera a Bangkok. Durante aquel segundo fin de semana, hice lo mismo que hacía todo el mundo: recorrer los bares y las calles de los alrededores de Watthana, buscando un polvo rápido y rezando para no ligar con un cot, uno de esos policías de paisano que merodean por ahí para pescar a los gays. Por supuesto, puedes ahorrarte la caminata, si estás dispuesto a pagar.
Preguntas «¿cuánto?» y él contesta «dieciocho centímetros, veinticinco dólares» o lo que sea, pero yo no quería a un chapero para mi primera vez, así que me pasé medio fin de semana vagabundeando por ahí, examinando caras y cuerpos, hasta que las máquinas de discos de los bares me dejaron medio sordo. Buscaba una fisonomía muy particular, quería encontrar a aquel fantasma que me provocaba una intensa reacción erótica.
Hacia la una del mediodía del domingo, cuando ya estaba a punto de rendirme, entré en el cine Quaerier CineArt, famoso porque los gays mantenían allí relaciones sexuales.
Había varias docenas de hombres. Dos parejas se estaban enrollando y los otros estaban solos, sentados aquí y allá. Uno de ellos tenía una espesa melena. Quería verlo más de cerca y bajé despacio por el pasillo, muy nervioso. El hombre estaba en el asiento, con las piernas separadas.Llevaba una chaqueta roja de piel y unos pantalones ajustados a rayas, de pata de elefante.
Quizás iba demasiado bien vestido para ser un hippy, pero obviamente tampoco era el estereotipo del establishment (yo, el ex marine, hablando del establishment). Era más joven que yo, puede que tuviera veintiuno o veintidós años, muy delgado y con aspecto de tipo duro.
En la oscuridad cargada de humo, la luz tenue de la pantalla iluminaba su perfil de pura sangre. Vacilé durante un segundo, preguntándome si sería un policía vestido de paisano. Y entonces hice lo que había visto hacer a otros: entré en la fila, recorrí los asientos y me senté junto a él. Mi corazón palpitaba como si acabara de correr la milla.Fingiendo indiferencia, miré hacia delante, hacia la pantalla, pero de reojo vi que él volvía la cabeza. ¿Me estaría examinando o se estaría preparando para detenerme? Si me estaba examinando y no le gustaba lo que veía, no me quedaría más remedio que seguir caminando.
A pesar de los años que han transcurrido, lo que sucedió después aún sigue vivo en mi memoria.
Él desplazó un poco la pierna y su rodilla rozó la mía. Giré un poco la cabeza: sus piernas eran largas y esbeltas y los músculos se le marcaban bajo el tejido fino de sus pantalones ajustados.
¿Un corredor?
Tal vez.
Lo cierto es que tenía un aspecto atlético. La chaqueta abierta dejaba a la vista sus caderas estrechas y su entrepierna. Su pene abultaba en la pernera izquierda del pantalón.
Hasta sus manos, que descansaban sobre los brazos del asiento, eran atractivas:
bronceadas, fuertes y de largos dedos.Respondí a la presión de su rodilla y luego, temblando, apoyé la mano en la pierna que me quedaba más cerca. La calidez y la firmeza de aquel contacto me agarraron por sorpresa, como una descarga eléctrica. Tiernamente, apoyó su mano en la mía. No me esperaba aquella ternura y giré la mano, un poco desconcertado: las palmas, húmedas, se rozaron y entrelazamos los dedos.
Seguimos cogidos de la mano y yo, finalmente, me atreví a desviar la mirada hacia su cara. Me observaba muy serio, con aquella mirada provocativa y perversa que usan los gays en celo para observar a sus iguales. No era ningún cot. El deseo sexual teñía su expresión como si fuera una luz brillante y su mirada parecía decir: «Yo convertiré tus fantasías en realidad».Y entonces, con la mano libre, rebuscó en su chaqueta, sacó un objeto metálico brillante, parecido a un pintalabios, y me lo dio. Era el ritual del popper(1). Me relajé un poco.
Tratando de parecer lo más experto posible, me coloqué el inhalador en la nariz, tal y como había visto hacer a otros, y aspiré profundamente, despacio, preguntándome qué efecto tendría aquello.
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El corredor de fondo (adaptación OhmFluke) -Libro 1-
RomanceEsta es una historia adaptada del libro de Patricia Nell Warren "El corredor de fondo". Un amor que florecerá en una época dónde las relaciones homosexuales son penadas y vistas como lo peor que existe, un amor que florecerá en un ambiente hostil pe...