CAPÍTULO 1. LEJOS DE CASA

4 1 0
                                    

—¿Qué es esto? —me dije a mi misma. Miré perpleja al paisaje, no sabía qué se suponía que hiciera.

—Son árboles —dijo sarcástico—. ¿Y bien?, ¿dónde vives?

—No lo sé —respondí consciente de lo estúpida que sonaba mi respuesta.

—¿Cómo que no lo sabes? —. Me miró de pies a cabeza—. Aunque en verdad llevas puestos ropajes muy extraños. ¿Te golpeaste la cabeza o algo?

—No, claro que no —. Posé las manos sobre mi cabeza intentando no perderla—. En la mañana monté mi caballo hasta este bosque, me adentré, fui hasta una laguna, encontré una puerta... —. Razoné mis propias palabras— Encontré una puerta —. Hice una pausa al encontrar una posible respuesta—, y la crucé.

—¿De qué puerta hablas? —dijo notándose molesto—. Escucha, no hay ninguna cabaña en ese bosque, lo conozco de pies a cabeza. Jamás había visto a ninguna persona entrar ahí —. Sin duda decía la verdad, incluso yo me habría vuelto loca con un cuento tan carente de sentido como el mío —. Olvídalo, te llevaré con mi tribu.

—¿Qué? —respondí incrédula.

—Podemos hablar allá —dijo mientras caminaba en dirección a un hermoso caballo café— Está por anochecer y preferiría alejarme lo antes posible de este bosque.

—¿Qué tiene de malo el bosque? —pregunté ingenua mientras lo seguía.

—Te contaré en el camino —. Acto seguido subió al caballo. Enseguida me ofreció ayuda para subir.

Me las arreglé para montar al caballo sin golpear al chico o al inocente animal. Era la primera vez que montaba como acompañamiento de una persona.

—¿Cómo se llama? —pregunté curiosa.

—Coco —respondió desinteresado.

—Qué lindo nombre —dije acariciando la melena oscura del animal. Recordé a Ren y sentí una gran culpa—. Ojalá que Ren se encuentre bien.

—¿Ren? —dijo Abner a su vez que echaba a andar el caballo.

—Mi caballo. Ha estado conmigo desde que tengo memoria.

—¿Cuántos años tienes? —. La curiosidad se filtraba entre sus palabras.

—Dieciocho. ¿Y tú? —. Evidentemente tenía curiosidad.

—Veinte —. Parecía ser de los que aman aparentar ser duros e indiferentes.

Al subir después de él, no tuve opción más que sentarme al frente, terminando rodeada por sus brazos y con su voz sonando justo tras mis oídos. Una situación incómoda considerando que es un total desconocido, sin duda.

El viento soplaba y el cielo por fin oscureció. Las constelaciones eran visibles perfectamente y la brisa acariciaba mi rostro gentilmente. En un soplo desesperado por retirar mi capucha, el viento por fin lo logró, dejando visibles mis cabellos plateados que rápidamente sostuve para evitar golpear el rostro de Abner con ellos.

—¿Tienes... —. Buscó las palabras adecuadas en su cabeza antes de continuar— el cabello plateado?

—Es evidente, ¿no? —dije sarcástica seguida de una pequeña risa—. Nací con este color de cabello. Lo sé, es extraño.

—Es lindo –. Sentí el rubor en mis mejillas.

—¿Estás tratando de seducirme? —dije al tiempo que enarqué una ceja, aunque él no pudiera ver mi expresión.

—¿Es imposible dar un cumplido sin que las chicas piensen que se trata de seducción? —. Era posible escuchar la frustración en sus palabras. Dibujé una sonrisa en mi rostro.

ALICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora