Peter Y Wendy.

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El capitán de la policía James Hook repasaba con sus oficiales los hechos del caso que investigaban. Se trataba de una banda dedicada al tráfico de blancas. El Capitán y su equipo ya conocían el modus operandi de la banda, sabían que el líder, Peter, se aprovechaba de su apariencia juvenil para seducir a sus víctimas y ganarse su confianza.

En varias ocasiones el capitán se cuestionaba a sí mismo, de vez en cuando no creía estar suficientemente preparado como para poder con esta banda, era realmente increíble que a pesar de todos sus esfuerzos aun no consiguieran atrapar a estos delincuentes. En cuanto la banda raptaba a alguien lo sacaban del país, lo cual hacia más difícil seguirles la pista. Lo más curioso era el método que utilizaban, nunca eran vistos en puertos, aeropuertos o estaciones de autobuses. Una de sus primeras víctimas, una chica de trece años, declaró que la llevaron a una isla, junto a otras secuestradas, donde fue vendida a un hombre del que escapó.

Según el archivo policial la historia de esta organización criminal empezó hace más de diez años, cuando por todo el país empezaron a ocurrir desapariciones, actualmente se tiene un largo registro de victimas que van de los cero a los tres años y de los doce a los diecisiete años.

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En otra parte de la ciudad el verano había comenzado oficialmente y Wendy solo podía imaginar lo bien que se la pasaría con sus hermanos, John y Michael. Ese mismo día sus padres, sus hermanos y ella viajaron a la casa de su abuela.

La abuela Darling se había mudado a un maravilloso conjunto residencial a las afueras de la ciudad, así que se decidió que toda la de familia pasaría allí sus vacaciones. A lo largo del año el complejo se había vuelto muy popular, por lo que la familia Darling no era la única llegando. Los padres de Wendy se sintieron felices de que fuera así, estaban muy preocupados sobre si habían tomado la decisión correcta para sus hijos. Ellos esperaban encontrar un complejo residencial con muchas personas mayores y pocas opciones de diversión para los niños.

La casa de la abuela Darling era una de las más grandes de la residencia, contaba con 7 habitaciones y cuatro baños y medio, la cocina más maravillosa que podrías imaginarte y un gran y perfecto patio trasero, con piscina incluida. Wendy y sus hermanos pasaron el día explorando la casa en su totalidad, fueron desde el ático al sótano. Wendy tenía como objetivo entretener a sus hermanitos, en la llamada era de la tecnología ella quería evitar que sus hermanos se volvieran como la mayoría de los chicos, que pasaban todo el día encerrados jugando videojuegos y perdiéndose todo lo increíble que les ofrecía el mundo a su alrededor. A sus escasos dieciséis años Wendy era muchas cosas, pero si de algo estaba segura era de que nadie jamás podría decirle era una adicta a la tecnología. Creía que para vivir la vida que soñaba, todo en su vida debía tener un equilibrio y así como no era una obsesa de su celular tampoco era una anti-tecnología extrema.

Con el paso de los días Wendy y los chicos conocieron a sus vecinos, muchos de los cuales tenían edades iguales o cercanas a las de ellos. Los dos jóvenes no tardaron en integrarse a un grupo de niños a los que les encantaba pasar el día jugando futbol. Por otro lado Wendy, al verse separada de sus hermanos, se unió a un grupo de chicas a las que, según ella, solo les interesaba la ropa, el maquillaje y los likes en las redes sociales.

Solo bastaron unas horas con ellas para que Wendy supiera que ese no era su lugar; sin embargo, eran su única opción para no pasar sola el verano. Sus amigas estaban de viaje o en casa, así que maquillarse e ir de fiesta era fácil cuando la otra opción era estar con sus padres todo el día.

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Las chicas del vecindario amaban salir a festejar, prácticamente lo hacían a diario y por supuesto, Wendy se les unía.

Peter y WendyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora