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El caos en el palacio era evidente. Las luces permanecían encendidas en todos los pasillos, y los guardias se movían con urgencia, murmurando entre ellos. El comandante Han, con su expresión severa y su presencia intimidante, recorría los salones con pasos firmes. No tardó en darse cuenta de lo que ocurría: el príncipe no estaba en el palacio.

--¿Dónde está?—, preguntó Han con voz gélida, mirando a la reina con ojos acusadores.

La madre de Jimin se mantenía erguida frente a él, con el mentón alzado y una expresión serena que contrastaba con el caos a su alrededor. --No lo encontrará—, respondió con firmeza.

Han dio un paso adelante, acercándose peligrosamente. —No subestime mi capacidad, Su Majestad. Puedo mover todo el ejército si es necesario, y tarde o temprano, aparecerá.

La reina sostuvo su mirada, negándose a ceder. —Jimin está a salvo, lejos de usted y de sus ambiciones. No importa cuánto busque, jamás lo encontrará.

El general dejó escapar una risa seca, carente de humor. —¿Cree que eso será suficiente? El príncipe es joven, inexperto. Con el tiempo, no podrá soportar la soledad. La necesidad de volver, de buscar a su madre, será más fuerte que su prudencia. Y cuando eso pase, yo estaré allí.

La reina sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no dejó que se reflejara en su rostro. Sabía que las palabras de Han tenían algo de verdad. Jimin era valiente, pero también sensible. La conexión que compartían madre e hijo era fuerte, y en algún momento, la distancia podría quebrar su voluntad.

Han observó el silencio de la reina con una sonrisa triunfante. --Recuerde mis palabras, Su Majestad. No puede ocultarlo para siempre. Y cuando lo encuentre, no habrá nada que lo proteja de mí.

Con un último vistazo cargado de desprecio, el general giró sobre sus talones y salió del salón, dejando a la reina con una mezcla de preocupación y determinación.

Con un último vistazo cargado de desprecio, el general giró sobre sus talones y salió del salón, dejando a la reina con una mezcla de preocupación y determinación

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Por otro lado, un atisbo de luz descendía lentamente por las montañas, anunciando la llegada del amanecer. El cielo, teñido de tonos anaranjados y rosados, iluminaba suavemente el paisaje que rodeaba el camino. El canto de los pájaros resonaba entre los árboles, pero el ambiente, aunque sereno, tenía un aire de soledad que lo hacía inquietante.

Jimin, sentado en la parte trasera del auto, sintió cómo este se detenía bruscamente. Su cuerpo se tensó al instante, un reflejo de los nervios que había estado intentando controlar durante todo el trayecto.

Miró por la ventana. El lugar era hermoso a su manera: colinas verdes, árboles altos y un aire fresco que llenaba los pulmones. Sin embargo, esa belleza se veía empañada por la ausencia de vida humana. No había señales de un camino principal, ni casas, ni siquiera un sendero marcado. Esa soledad le provocó un escalofrío.

Protegiendo al Príncipe ♡ YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora