UN TERRIBLE ASESINATO

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Algunos años atrás.

La señora Jeon aguardaba con una bolsa de mano, las compras para la cena recién hechas y un pequeño JungKook saltando y jugando a no pisar las líneas del brillante piso, aguardaban en la estación del metro número 602, esperando aquel transporte que los llevaría a su hogar. Hoy había sido un día cansado y la mujer lo único que quería era llegar finalmente a casa, tener una linda cena con su pequeña familia y descansar, sin embargo, el metro se retraso un poco por razones desconocidas.

Las personas que quedaban comenzaban a marcharse en otra línea, otro designado número que llevaba a otro lugar de Nueva York, era normal, pero lo que le asustaba a la femenina era la hora.

12:25 p.m.

- Uhm..

Tenía una ligera inquietud por la delincuencia que se vivía día a día.

Nueva York no era precisamente la ciudad de los ángeles, su gente era bonita, con costumbres extrañas y gratas enseñanzas, pero como todo, escondía en sus calles delincuencia, agresividad y dulces asesinatos.

Los minutos continuaban avanzando, en una especie de paranoia por parte de la señora Jeon, quien miraba su teléfono celular cada cierto tiempo, insegura, preocupada, extrañada porque en el lugar sólo quedaban cuatro personas: ella junto al azabache y un par de tipos que les observaban desde una banca no muy lejos.

- ¿Cuánto falta mamá?.

Ante el cuestionamiento de su pequeño hijo de apenas once años, sonrió, acariciando parte de su mentón y mejilla.

- Poco, amor.

El pequeño devolvió la sonrisa, tomando la mano de su madre para dar varias vueltitas en su lugar, simulando bailar con su madre sin ni siquiera darse cuenta de ese par de tipos, los cuales se acercaban detrás de ellos.

- Una, dos.. tre..

Fueron las únicas vueltas que dió mientras contaba, pues la mirada del pequeño se encontró con la de aquellos tipos desconocidos; mirándoles frente a frente, tratando de averiguar qué sucedía.

Sin embargo, JungKook era muy pequeño aún.

- Quédate conmigo.. Quédate conmigo, mi amor.

Se escuchó de parte de la madre, quien se aferraba al cuerpo del pequeño con fuerza, obedeciendo las ordenes de los desconocidos, ante crudas miradas y una pistola de calibre uno cuarenta y cinco, entregando así sus pertenencias al tratarse de un asalto.

- Apresúrate, apresúrate..

Dijo uno de ellos sin amabilidad alguna, al percibir que se acercaba el metro, mismo que esperaba la mujer y que esperó por tanto tiempo.

Uno de los tipos arrebato los últimos billetes, dándole miradas fulminantes a la mujer mientras guardaba el arma, notando así como la femenina también los miraba. Una mirada sumisa y aterrada, un mirar temeroso por lo que acababa de suceder.

- Vamos..

Se escuchó del otro individuo mientras finalmente, entraban al transporte, quedando de pie frente a esa puerta que se cerraba y abría, aún manteniendo el contacto visual con aquella mujer.

- Ya paso, ya paso.

Musitó la madre, notando a las puertas del metro cerrarse y abrirse de nuevo.

Tan rápido, tan instantáneo, tan sólo en dos segundos notó a uno de los tipos apuntarle directamente al pecho; tirando del gatillo de manera cruel, despiadada, disparando en contra de la mujer sólo por gusto.

Ella jamás imaginó que ese sería su fin.

- ¡Mami!

Un grito desgarrador se escuchó mientras el metro se alejaba.

El pequeño JungKook presenció todo en primera persona, no supo qué exactamente hacer y la inocencia le llevó a abrazar el cuerpo de su madre, ese cuerpo que yacía sobre el piso, manchándolo de una sustancia colorida, húmeda, fría.
Viéndole morir poco a poco.

La ayuda tardo, los paramédicos llegaron luego de treinta y cinco minutos a diferencia del departamento de policía de Nueva York, se revisó toda el área, se preguntaba qué había pasado.

Un asesinato tan cruel frente a un niño, eso era lo indignante e enfermo.

- ¡Papi!

El azabache gritó cuando notó a su padre acercarse: vestido de uniforme perteneciente al FBI, bien arreglado y desprendiendo un perfume exquisito, aquel que obsequió su madre por su aniversario.

El señor Jeon trabajaba de policía en la ciudad de Manhattan viendo muertes, conflictos y asesinatos todos los días, pero jamás imaginó que aquel sería el destino de su pobre esposa.

Tan cruel era la vida.

El señor Jeon cargó a su hijo en brazos, obsequiándole un abrazo fuerte del que no quería separarse, él trataba de imaginar lo que sentía su único hijo en ese momento, viendo el ataque y posteriormente la muerte de la mujer que le trajo a la vida, su propia madre.

De alguna manera, tendría que explicarle al pequeño pelinegro que de ahora en adelante ya no estaría su madre con ellos, que ahora sólo serían dos.

Era difícil encontrar alegría en el rostro de ambos, tan difícil como fue impedir aquel asesinato, ese mismo que les hizo andar sin rumbo; corriendo cortinas negras para cubrir la primer escena, aquella que finalizó cuando el pequeño JungKook se abrió a los sueños.

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⏰ Última actualización: Mar 08 ⏰

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