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William Holt.

El horario de la media mañana había pasado y ella seguía sin despertar. Me acerqué a la cama sacudiendo mi cabello con la toalla y me dediqué a observarla.

Las sábanas cubrían lo necesario de su hermoso cuerpo, dejando al descubierto gran parte de su perfecta piel rosada y blanca. Causa mía el que estuviera desnuda porque no quise vestirla anoche. Es tan bella y cautivadora, que a pesar de darnos todo de ella, y me encantaba que lo hiciera, aún contaba con ese brillo inocente reluciendo en sus hermosos ojos celestes color cielo.

Tomé su mano entre las mías detallando sus delgados y delicados dedos que terminaban en uñas largas y presuntuosas, dándole el toque femenino necesario y elegante.

— Levántala, debe tener hambre — escuché a Hans y accedí sin mirarlo. Acaricié su mejilla hasta deshacerme de sus hebras rojizas sobre la frente.

— Agnes — miré a Hans que la observaba desde el ventanal abotonándose la camisa — Agnes — se removió girando para darme la espalda — muñeca, despierta — no me hizo caso. Bien. Con la poca paciencia que poseo, me subí sobre ella y descansé mi cuerpo sobre el suyo. Queriendo devorar sus labios, la besé moviendo con lentitud los míos.

Sonreí cuando por instinto me siguió.

Me aparté jugando, y gimió buscando más de mi tacto, al no obtener de mi atención, su seño de hundió levemente sin llegar a abrir los ojos ¿William? Emitió con voz pequeña y suave llamándome.

— O te levantas o te levanto — la amenacé con dureza y por fin abrió los ojos, viéndome con aquella mirada celeste deslumbrante, una que era imposible de no ver por su excepcional color y lo que expresaba a través de ellos.

— William ¿por qué me despiertas? — lloriqueó levantando la sábana hasta su cabeza. Atrevido y con necesidad de tocarla sin poder saciarme de su cuerpo, pasé mi mano por su cintura sobre la tela estremeciéndola.

Reí. Es tan divertido tener esas reacciones en su cuerpo.

— Porque necesitas llenar de comida... — bajé hasta su vientre y dejé un beso presionando con sutileza mi rostro sobre ella, logrando que sus piernas se removieran — ...esta barriguita — un sonido de su estómago hizo que tensara su cuerpo. La miré y solté una carcajada sin poder creer lo que había escuchado.

Tenía hambre, mucha hambre.

Su rostro cambió de color y se giró avergonzada

Miré a Hans que divertido sonreía de su situación. La despojé con brusquedad de la sábana por completo, y me acerqué a sus labios de nuevo.

N U E S T R A (Míos #1) En Edición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora