JUNGKOOK: EL REY DE LA SELVA | KOOKMIN| 1982

XVII. El rey de la selva

La cabellera azabache salió a flote, se impulsó para que todo su cuerpo saliese del agua, cayó de espaldas en la tierra respirando varias veces muy profundo hasta que lo controló.

Ayudándose con las raíces salidas de algunos árboles, se impulsó para ponerse de pie.

Empezó a correr en dirección contraria a la que tenía que llegar, pero era necesario hacer esa parada, era su único plan más certero y seguro.

Si bien, podría ir y enfrentar lo que sea que se le ponga en el camino, no por nada era conocido por ser bastante “salvaje”
Pero hasta el animal más salvaje necesita ayuda en momentos de peligro, en soledad, en fin. Ya no era hora de ser estúpido y creer que todo lo podía hacer por su cuenta.
Era hora de ir por la ayuda.

...

Dentro de la misma selva, Lee y los sobrevivientes se encontraban trotando hacia la orilla de un río del lado contrario de donde estaba los botes, ya que los hombres habían llevado a este lado a las gorilas sedadas y, también a Ara lastimada, puesto que, del lado donde estaban sus lanchas y botes, los de la tribu habían cubierto para que no se acercaran.

—¡Idiotas, no puedo creer que un montón de mugrientos hombres les ganaran terreno!— Escupía sus palabras al aire mientras sacaba un enorme teléfono del interior de su saco.
—Idiotas—Enfurecido, marcó un número para contactarse con Richard, después de varios segundos no contestó y volvió a marcar.
—Estoy rodeado de gente idiota—Masculló por lo bajo.

Todo el pequeño grupo de cazadores, Ara lastimada y Lee furioso, estaban detenidos alrededor de piedras donde tomaron asiento y descansaban esperando a Lee que hiciera algo para sacarlos de ahí, pero Lee no tenía ni idea de qué hacer o cómo salir de ahí.

—¡Vayan al yate, averigüen qué está pasado y diganle a Richard que traiga el yate— Ordenó entre gritos. Todos los sobrevivientes se quedaron viendo entre sí.
—¡YA, ES PARA HOY IDIOTAS!—Gritó furioso.

—Los botes y lanchas están hasta el otro lado, con los hombres de las tribus —Respondió muy brusco un cazador, su hermano murió en combate, y ésto no había sido parte del plan.
—Nadie de aquí planea arriesgar más su vida de lo que ya la arriesgamos.

—Sólo falta que una víbora me muerda. Bien—Con la pistola en mano, la puso en su cíen pensando.

—Espero que la paga sea buena. Muchos de mis compañeros ya murieron, y el maldito plan era llegar por los gorilas y llevarlos con nosotros...

—¡A ver, imbéciles! —Le interrumpió Lee.
—Nadie contaba que un montón de mugrientos desnutridos nos nagaran.

—Mi... Mi Señora se va a poner fu-furiosa cuando sepa que fallaste—Exclamó con dificultad, Ara.

—Esto no ha terminado—Dijo, Lee muy decidido.
—Lo mataré—Afirmó—Lo mataré y le llevaré personalmente el cuerpo. Me hará su más fiel seguidor.

Era de madrugada, una tormenta se avecinaba, los rayos a lo lejos comenzaron a alumbrar la selva, después las gotas comenzaron a caer de poco en poco a ellos, hasta que se soltó la lluvia.

—Se...señor—Un cazador muy joven que se encontraba haciendo sus necesidades a espaldas de ellos, llamó la atención del Jefe.
—Señor, un gorila, señor —Gritó para que todos sus compañeros le escucharan.

Así lo hicieron, todos giraron, y se acercaron para ver a lo lejos, en una trayectoria en línea recta al fondo, donde no había árboles, a un calmado gorila, no estaba sentado; sino en sus cuatro patas observando hacia ellos.