Parte única.

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¡No he tenido tiempo de revisar ésto! Así que si encuentran algún error de ortografía o acentuación solo avisen y lo corregiré.

El sol acariciaba tímidamente el horizonte amenazando con ocultarse tras él y dar paso a la oscura noche colmada de estrellas; de hecho, las más brillantes ya podían distinguirse levemente pese a no haber atardecido aún.

El barco estaba tranquilo, singularmente tranquilo; lo único que se podía oír era el sigiloso ulular del viento.

Zoro enfundó a Wadō Ichimonji tras haber limpiado y afilado levemente su hoja -como lo hacía varias veces a la semana de forma casi religiosa-. Sin dudas, si tuviera hijos seguiría cuidando con más esmero a sus propias katanas.

Era extraño que Luffy no estuviera en el acuario tomando el té con los demás o jugando escandalosamente con Chopper y Usopp. Aún más extraño era escuchar de vez en cuando salir de su boca unos apesadumbrados suspiros, quizás demasiados para solo una tarde.

Aquel instinto de alerta no solo se activaba habiendo enemigos cerca, si no que también lo sentía con él. Zoro sabía que algo andaba mal con su capitán, y mientras estaba allí reposando sobre el césped del Sunny, pensaba la manera de pedirle que se sincerara.

Se levantó y lo vio allí: aparentemente sentado sobre el barandal sosteniendo su sombrero con ambas manos, pero sabía que su mente había abandonado el barco hace un buen rato, quién sabe dónde o cuándo estaría en ese momento.

Iba a avanzar y romper el hielo, pero no hizo falta. La mirada de Luffy se posó en él con una expresión que no recordaba haberle visto reflejar jamás: Inseguridad, y en su estado puro.

—Zoro, tú crees...— comenzó.

Parecía no serle fácil. Apretaba la mandíbula con frustración buscando las palabras correctas, pensando en si debía preguntar o no. En si debía mostrarse así de débil.

Y lo era sin dudas, no era perfecto y sin su tripulación ni siquiera hubiera llegado hasta ese punto, pero era la primera vez que iba a dejarse ver así en cuanto a sus convicciones.

Volvió a mirar su sombrero y finalmente llevó la pregunta que tenía en su boca hacia otro rumbo.

— ¿Tú crees que vamos a seguir juntos hasta el final?

Zoro abrió los ojos aún más sorprendido al ver una lágrima deslizarse por su mejilla. Imaginaba que quizás se encontraba algo nostálgico pero nunca había concebido la idea de ver a Luffy tán frágil y vulnerable, algo que no recordaba en el contrario ni desde cuándo se conocieron en aquella base de la marina; esos recuerdos se veían tan lejanos ahora.

Él mismo se sentía un inútil cuando se encontraba pensando de la misma forma.
Se acercó al barandal cautelosamente. El sol cada vez se escondía más y el cielo explotaba en colores rojizos.

Extendió su mano casi con temor, alzó su cara sutilmente y sus miradas se conectaron.

Al verlo Luffy sintió que el nudo en su garganta se disolvía como arena entre los dedos.

Zoro limpió aquella única lágrima con su pulgar y en algún momento aquel contacto se había convertido en una tímida caricia. El menor lo miraba expectante.

El espadachin bajó la cabeza derrotado, no podo sostener su mirada un segundo más sin evitar sonreír.

— ¿Por que preguntas eso, eh?— Luffy frunció el ceño sintiéndose un idiota. Zoro continuó:— Nos haz salvado a cada uno de nosotros. Si alguna vez cumplimos nuestros propósitos es gracias a ti... te acompañaríamos hasta el fin del mundo.— murmuró sintiéndose empalagado por sus propias palabras.

Los ojitos del menor se acuaron rápidamente. Ese estúpido espadachín y sus estúpidas palabras empalagosas saliendo de su estúpida bocota. Ahora se sentía como un tonto, también querido, pero un tonto al fin y al cabo.

— ¡Promételo!— exclamó con cólera volviendo a ponerse su sombrero.

Zoro no pudo evitar sonreír con picardía.

—Pero si ya lo prometí al principio, cuando nos conocimos. —respondió aguantando la risa.

El más joven se lanzó sobre el espadachín, apretó sus mejillas y, en una mezcla de falso berrinche y rabia, volvió a repetir:— Pero hazlo de nuevo, ¡Promételo, ahora! ¡Quiero oírlo!— renegó entre dientes.

Allí estaba otra vez su mismo capitán de siempre.

—Okey, okey, lo haré, pero cálmate. —pidió gentilmente.

El joven lo soltó y se cruzó de brazos, otra vez expectante.

Y ahí se encontraban de nuevo en una pelea por quién sostenía la mirada hasta el final, pero Luffy terminaba ganando siempre porque era, en sí mismo, la debilidad de Zoro.

Llevó su mano al hombro del contrario en una breve caricia pusilánime. Con cautela deslizó sus dedos y rozó las cortas hebras de su nuca, hebras que se mecían levemente con el viento.

Se acercó un poquito más; sigilosamente y sin poder evitarlo, lo besó.

Luffy abrió los ojos sorprendido; de pronto su corazón latía con violencia como el de un caballo desbocado. Finalmente cedió y cerró los ojos lentamente; Zoro sintió como se relajaba y eso era una buena señal.

Cualquier ápice de angustia, miedo o temor se había esfumado de un plumazo con aquel gesto.

Luffy volvía a sentirse vivo.

Ambos se separaron, fueron apenas unos segundos, pero fueron los suficientes.

Zoro cayó en lo que acababa de hacer y se alejó como reflejo.

El sol terminó de esconderse dando paso a la noche.

El silencio y la tensión de ese momento era tanta que podría ser cortada con la hoja de un cuchillo.

— ¿Ésto no te parece suficiente?— preguntó y, evadiendo cobardemente lo que hizo, señaló la cicatriz que surcaba su ojo izquierdo y después hizo lo mismo con la que surcaba su pecho.

Luffy no era tan imbécil, sabía que con "ésto" se refería al beso y no a sus cicatrices.

Aún con un deje de enojo en su voz exclamó:— ¡Bien! Por ahora será suficiente.

Zoro lo vió alejarse de allí camino al acuario dando zancadas en vez de pasos.
"¿Por ahora?" pensó.



N.d.a: Si te gusta cómo escribo, considera seguirme; significa mucho para mí. 💐

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