Controlada por la lujuria de los demás

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La muerte puede ser placentera según el caso de las causas de la misma. Dicen que cuando estás a punto de morir ves pasar los momentos más destacados de tu vida por tus ojos. Si has tenido una vida feliz, en muchos casos, te da miedo la muerte, el no saber que va a ocurrir después pero, por el contrario, si has estado amargada y lamentándote cada día sobre tu existencia, la muerte te provoca un placer mayor que el sexo. ¿Por qué digo esto? Después de escuchar mi historia entenderéis el porque.

En primaria solía ser una chica muy solitaria, sin amigos a quién pedir consejos y viceversa. Nunca me metía en problemas ni los provocaba. O almenos eso creía. En el colegio nunca pasaba nada pero en casa, cada vez que hacía algo que no le gustaba a mi padre como dibujar o hacer los deberes en vez de "jugar" con él en su cama me castigaba un par de días sin probar bocado o con algo peor, dependiendo del estado de ánimo que tuviese en el momento en que me castigase.

Cuando empezó secundaria todo empeoró. Mi madre murió por sobredosis. Ella ya hacía tiempo que era una toxicómana y por ese motivo casi nunca estaba en casa pero cuando lo estaba, no dejaba que mi padre me tocara. Desde que ella ya no está, no tenía a nadie que me defendiera delante de él así que deje de resistirme e hice todo lo que me decía. Además, cuando empecé a desenvolverme, mas quería "jugar" conmigo y, lo peor, más agresivamente.

Otro motivo del caos al empezar secundaria fue que allí las personas son crueles y por cualquier defecto que tengas ya se meten contigo. Recuerdo la primera vez que lo hicieron:

-¿Hola guapa, que tal estas?- me preguntó uno de mi clase.

-Bien- contesté yo tímida pero a la vez seria.

-¿Quieres salir conmigo, nena?

Acto seguido, todos se acercaron e hicieron un círculo alrededor nuestro, observando con detalle y riéndose a carcajadas del engaño. Pasaron los segundos y yo no dije nada.

-¿Qué pasa, que eres bollera o que?- dijo él al final con tono de enfado.

-No, yo no...

-¡Bollera, bollera, bollera!- gritaron todos a la vez riéndose.

Después de aquello siempre me estaban insultando. Durante el primer trimestre sólo me insultaban pero como veían que no parecía afectarme, decidieron aumentar mi sufrimiento. Una vez acabadas las vacaciones de Navidad y fin de año empezaron a pegarme cuándo no había profesores cerca y a las horas del recreo, en los lugares más recónditos del patio.

Al principio sólo eran algunas collejas en el cuello y en la cara, pero poco a poco fueron aumentando de fuerza y cambiando el lugar.

La octava semana anterior al final de curso nadie se metía conmigo ni me pegaban, igualmente no me saludaban y se reían a veces por lo bajo pero me daba igual. Lo que parecía ser le principio de una nueva vida en verdad fue el principio de mi fin.

El viernes de esa semana, al salir del instituto, todos los de clase se reunieron en la salida. Yo seguí mi camino hacía mi casa pero a mitad del camino vinieron corriendo hacía mi los chicos de clase. No se sí fue de la impresión o del miedo pero eché a correr como alma que lleva al diablo. Fue una lástima que dos de los que corrían eran los que mejores notas habían sacado en educación física. Me cogieron en seguida y todos me agarraron de alguna parte del cuerpo. Me llevaron hacia un callejón sin salida dónde no se veía ninguna ventana de ninguno de los edificios de enfrente. Allí empezaron a romperme la ropa, a arrancármela e hicieron los mismos juegos que mi padre me hacía desde bien pequeña. Cuando todos hicieron lo que le apetecieron conmigo uno sacó una porra de madera y empezó a pegarme con la agresividad de un león cuándo esta matando a su presa. Los demás utilizaban sus piernas para darme patadas por todas partes. Al acabar lo veía todo borroso y entonces fue cuando caí en un sueño profundo.

Y aquí estoy ahora, en el hospital junto al doctor, los inspectores y un periodista que redacta letra por letra mi historia. El médico me ha dicho que no me queda mucho tiempo de vida pero no me importa porque como he dicho al principio si has estado amargada y lamentándote cada día sobre tu existencia, la muerte te provoca un placer mayor que el sexo. En vuestro caso os puede parecer estúpido y ridículo, pero cuando has estado toda tu vida con sexo forzado, no te provoca nada más que una repelación hacia él.

Me alegro de poder morir sola, sin tener a mi padre aquí a mi lado en mis últimos momentos de vida, ya que no tendré que sufrir más por sus caprichos y porque espero que con esto todo el mundo tome conciencia de que esto hechos pueden ocurrirle a cualquiera y que somos más de lo que parecemos los que sufrimos cada día por las lujurias de los demás.

Controlada por la lujuria de los demásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora