Capítulo 6.

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Sus supuestas amigas se habían marchado al comedor sin ella. Miryeong aún recogía sus cosas en clase y preparaba el material para la siguiente hora.

Les había dicho a sus compañeras que quería estudiar porque dentro de poco se acercaban los finales y no podía permitirse bajar la media si quería entrar en la Universidad Nacional de Seúl, pero se habían reído todas de ella y se habían marchado.

Era bastante común que la dejaran sola la mayoría del tiempo, pero tenía tan arraigada la compañía de aquellas cinco chicas que prefería seguirlas y mantenerse en silencio que soportar la idea de que la vieran sola en las clases.

Se marchó a la biblioteca pasando por delante de la cafetería, su examen de matemáticas era más importante que la comida rancia que servían ahí, así que aprovechó el descanso para estudiar.

Antes de si quiera sentarse y abrir la mochila, notó que su teléfono vibraba en su bolsillo, y como una joven adolescente, deseó con todas sus fuerzas que aquella notificación fuera un mensaje de Yuta y no un aviso de que comenzaba a quedarse sin espacio en el teléfono.

¡Bingo!

Yuta:

Miri-chan... me comporté como un cretino el otro día.

Necesito hablar contigo.

¿A qué instituto vas?

Miryeong suspiró feliz como una chiquilla. Tenía ganas de hablar con él, zanjas las cosas y volver a sus conversaciones casi diarias.

Supuso que le preguntaba el instituto para esperarle a la salía como hacía los viernes con sus clases de ballet, así que le dio el nombre y trató de concentrarse en el libro de matemáticas por más de dos minutos seguidos, pero su mente siempre acababa recordando al japonés y preocupándose por su estado.

Esperaba que hubiera llegado bien a casa, que hubiera descansado y pensado en cómo se había comportado, que estuviera más tranquilo y relajado y volvieran a tontear como dos adolescentes.

—¡Miri-chaaaan! ¡¿Dónde estás mi Miri-chaaaan?! —El bibliotecario refunfuñó al escuchar los gritos por el pasillo. Miryeong abrió los ojos como platos. Sabía de quien eran esos gritos del pasillo. —¡Miri-chaaaaan!

La chica metió a prisa todos sus libros en la mochila y salió corriendo al pasillo sujetándose la falda que llevaba. ¡Menudo escandaloso! ¿Qué demonios hacía Yuta por los pasillos de su instituto a esas horas en pleno horario lectivo? ¡Qué caos!

—¡Ah, Miri-chan! —Yuta sonrió al verla en la otra punta del pasillo entre todos los alumnos que comenzaban a salir de la cafetería, entre ellos, sus amigas.

Miryeong se tapó la cara con las manos como pudo, ¡menuda vergüenza estaba pasando! Yuta estaba tan pancho ahí, en medio del pasillo, con una ancha camiseta blanca, su pelo un tanto enmarañado y el casco de su mono bajo el brazo.

El pasillo le pareció infinito hasta que llegó a donde estaba Yuta y le agarró de muñeca para sacarlo de ahí. Sus amigas en la puerta de la cafetería no pasaron por alto el encuentro del chico malo misterioso y la mojigata de su grupo y comenzaron a cuchichear.

—¡Yuta! —Susurró la castaña tratando de llamarle la atención. —¡¿Qué haces?! ¡Tengo clase en un rato! ¡Pensé que vendrías a las dos!

—Estaba de paso y... necesitaba verte y hablar contigo. —Yuta se paró, agarró al mano de Miryeong y le levantó la cara sujetándole el mentón. —Ha sido solo un día, pero ya te echaba de menos. —Miryeong sintió que le flaqueaban las rodillas, no podía resistirse a la perfecta sonrisa de Yuta que parecía esculpida por un puñado de ángeles, pero no soportaba la idea de que medio instituto se hubiese reunido para ver qué se cocía entre ella y el desconocido escandaloso.

—Yuta por favor, hablemos luego. Tengo clase de inglés en un rato y...

—¿Inglés? ¡Eso es fácil! —Dijo Yuta. —No pasa nada si faltas hoy, ¡anda, ven conmigo! —Entrelazó sus dedos con los de Miryeong, que sintió tales millones de chispas al rozar las ásperas yemas del japonés que no se percató de que le estaba arrastrando fuera del instituto. —Dame tu mochila, yo la llevo.

—¡No, no, no! —Trató de frenarle. —¡¿Pero qué haces?! ¡Tengo que ir a clase! —El japonés se rio por la reacción de la chica.

—Oh vamos, Miri-chan... ¡Solo hoy! ¡Por favor, por favor! —Le rogó. Se mordió el labio de abajo mientras con una expresión apenada miraba a Miryeong, a la que le costaba cada vez más resistirse a los encantos del chico. —De verdad, me estaba muriendo por verte, por favor Miri-chaaan... ¡Déjame pasar contigo el resto de la mañana! —Era débil. Y con poco le faltaba para darle a Yuta lo que pedía.

—Bueeeno... Vale... ¡Pero no volverá a pasar nunca más! —Cedió la chica.

—¿Por casualidad tienes algún profesor con sobrepeso que se vista como un payaso de circo? —Preguntó Yuta con la vista fija por encima del hombro de la chica. Miryeong confundida se volteó y vio al hombre en cuestión andando en su dirección enfadado. Sabía que los gritos de Yuta no habían pasado desapercibidos.

—¡El profesor Kwon! —Exclamó. Yuta volvió a entrelazar sus manos y comenzó a correr con la castaña para que al profesor no le diera tiempo si quiera a reconocer a la chica.

Llegaron apresurados a donde tenía Yuta estacionada la moto, en el aparcamiento reservado para aquellos con discapacidad, y sujetando a Miryeong de la cintura, la subió en la moto con ambas piernas a un mismo lado sin dificultad alguna.

—¡Ah! —Chilló sorprendida.

—¡Toma, toma, que viene! —Yuta le colocó el casco y él subió sin protección alguna delante. Tomó los brazos de Miryeong para enredarlos alrededor de su cintura, y arrancó para darse a la fuga cuanto antes.

Miryeong sintió la adrenalina circular por cada rincón de su cuerpo, hasta los dedos de los pies. Se sintió viva y gritó con Yuta cuando este aceleró por la carretera. Jamás se habría visto envuelta en todas aquellas locuras si no hubiera conocido a Yuta y estaba agradecida de que el japonés hiciera sus días menos grises.

New Romantics |Na Jaemin; NCT|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora