Él observó el letrero por unos cuantos segundos, intentando descifrar por milésima vez el horario de la librería en que trabajaba el tan adorable hombre de mejillas regordetas y cabello esponjoso, al seguir sin entender se encogió de hombros y entró aún así a la pequeña tienda de libros.
—¡Bienvenido! —era una voz escondida entre los estantes de libros. Entre la seción de Romance y Paranormal, salió un hombre vestido de manera elegante y, para qué mentir, muy gay. Cuando sus ojos llegaron hasta Crowley, mostraron reconocimiento, sus dedos dejando a un lado el libro que estaba sosteniendo en una mesa, también, llena de libros.
—¿Me extrañaste, Ángel?
Aziraphale sonrió grande, acercándose hasta donde estaba parado el hombre de cabellos rojos rebeldes y ojos dorados escondidos detrás de unos lentes negros, haciendo más notoria su diferencia tanto de peso como de estatura.
—Por supuesto que sí, querido —asintió con encanto—. Aunque debo preguntar, ¿vienes por un libro o solo para conversar?
—Ambos —quedó callado un momento antes de agregar—, por supuesto, solo si me lo permites.
—Oh, claro. No sé si te he dicho pero tus visitas espontáneas alegran mi día —hizo una señal para que lo siguiera—. Deja y te llevo hacia los sofás, te quiero mostrar una nueva edición de un libro de botánica que conseguí la semana pasada. Sus imágenes y vocabulario son, ciertamente, fuera de esta época.
Al estar caminando, los ojos de Crowley se dejaron llevar por las curiosidades a su alrededor. El interior de la librería estaba lleno de reliquias y, por supuesto, libros. Todo le parecía muy peculiar, aunque la mejor peculiaridad de todas sería Aziraphale, de eso no tenía duda alguna. Él era un coleccionista de libros tanto viejos como nuevos, era su pasión después de todo. Se sentaron en unos sofás de patrón tartán, del tipo que solo existían en las casas de abuelas entre los ochenta y la muerte, o directamente en los museos de antigüedades.
—Siéntate a gusto, querido. Traeré el libro y un poco de té.
—Mejor vino, como el de la otra vez.
—Châteauneuf-du-Pape, 1921 —murmuró, recordando con espeluznante precisión. Así pues, Aziraphale se fue rápidamente, mientras que Crowley miraba una vez más a su alrededor.
No era común que él lo visitase, en realidad. Aunque había estado teniendo el impulso extraño de ir a verlo, al menos, una vez a la semana. Y no eran amigos, Crowley y Aziraphale, claro que no. Pero los últimos días parecía como que sí. Cada que venía a visitarlo pasaba una de tres cosas: compraba algo y se iba tan pronto como había llevado, no compraba nada y solo se quedaba a platicar o, como era comúnmente, todo lo anterior. Como hoy, por ejemplo. Aziraphale apareció con dos libros, uno arriba del otro, y arriba de estos estaba una botella de vino y dos vasos de vidrio. Notando lo difícil que era malabarear todo, el de ojos de serpiente se levantó y recogió el vino y los vasos.
—Permíteme.
El Ángel voceó un agradecimiento. Crowley dejó en la mesa de madera las cosas, se sentó en el sofá y Aziraphale lo acompañó, extendiéndole uno de los dos libros, su sonrisa adorable llegando a contagiar al hombre más alto. El de melena roja no prestó atención a las siguientes palabras del lindo Ángel, solo sabía que trataba sobre plantas y más plantas porque estaba tan distraído mirando a Aziraphale y sus ojos brillando de emoción cada que hablaba de libros.
—¿Entonces? ¿Lo vas a leer?
Crowley parpadeó.
—Por supuesto, Ángel. Eh, ¿ahora?
—Claro que ahora. No podemos leer mientras tomamos vino después —sus palabras teniendo una pizca de humor.
Crowley asintió, ojeando el libro de tapa blanca que traía en sus manos. Abriendo en la primera página y leyendo las primeras líneas mientras que Aziraphale abría el vino y lo servía. Recibiendo su parte de la bebida, cada uno se encargó de leer sus respectivos libros en silencio. Y aún así, con todo el silencio y comodidad, la mente del más alto estaba en otro lado y no ahí. Recordaba el día en que se topó con la librería, era primavera y andaba buscando por toda la ciudad por algún libro sobre un tipo de planta en específico y cómo cuidarla, ninguno fue de su interés hasta que se encontró con el edificio. Había escuchado rumores sobre la tienda y el hombre que la atendía, curiosidad mató a la serpiente y entró al lugar, no sin antes haber intentado entender lo que decía en el anuncio que estaba en la entrada.
—¿Cómo te está pareciendo?
Él dejó de mirar el libro que poco o nada había estado prestando atención, encontrándose con unos lindos ojos grandes que lo estaban mirando, expectante.
—Muy... ¿informativo?
—¿Has llegado a la parte donde hablan sobre los tulipanes y su significado?
—Aún no.
Aziraphale hizo un puchero tan adorable que casi derritió a Crowley, casi. No pasó por puro poder mental y mucha, muchísima, fuerza de voluntad.
—Pues deberías. Es relativamente interesante el lenguaje de las flores.
Y así fue como Ángel habló por diez minutos seguidos sobre el lenguaje de cada planta que conocía, hasta que notó como su acompañante estaba distraído y se vio en la necesidad de parar.
—¿Te estoy aburriendo, Crowley?
—¡Ángel, no! —exclamó, entre asustado y sorprendido—. Solo estoy un poco cansado, he estado trabajando mucho y-
—Siéntate —Aziraphale apuntó hacia sus piernas—, aquí. Duerme un poco.
—¿No te molesta?
—Para nada, querido.
—De acuerdo —su voz tembló sin querer—, está bien.
Dejó de lado el libro y acomodó sus lentes negros en la mesa donde sus vinos no habían sido tocados aún, recargó su cabeza arriba de las piernas de Aziraphale, aunque con mucho esfuerzo porque él era muy alto y parte de su cuerpo no cabía completamente en el sofá. Tardaron tiempo para encontrar una posición cómoda para ambos, a la vez que Aziraphale leía su libro, Crowley sentía como su cabello ocasionalmente estaba siendo acariciado por unas manos suaves y cálidas
—No me gusta que las personas vengan a mi librería —comenzó a decir el adorable coleccionista de libros.
—Y aún así estoy aquí —dijo, abriendo los ojos, notando la ausencia de la mano que había estado jugando con su cabellera rebelde.
—Y aún así estás aquí —repitió, sus ojos suavisándose y mostrando tanta dulzura que Crowley no sabía qué hacer consigo mismo—. Eres un caso especial, me gusta tu compañía.
—A mi también me gusta —rojo pintó sus mejillas antes de agregar—, tu compañía, me refiero.
Ángel sonrió, estiró su mano y la juntó con la de Crowley. Con eso, siguió leyendo, dejando al pobre y bobo hombre sin saber qué hacer o decir después.
¡Saludos, gente! Estoy súper emocionada con mi pequeña historia de estos dos tórtolos adorables♡ Aún falta ser editada, así que lamento cualquier error. Por si no entendieron, "El coleccionista de libros" es un Human!AU de una sola parte, por lo que no esperen más que esto.
Quiero dedicarle la historia a -noxfaut :D *beso beso* Eres lo más, guapa.
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El coleccionista de libros
Short Story❬ Ineffable Husbands ; AU ❭ Aziraphale y Crowley pasan una tarde juntos en la librería.