🪶CAPÍTULO 17: Los guardianes🪶

417 52 2
                                    

Lailah contemplaba el cielo, el cual estaba invadido de nubes grises.

—Parece que lloverá —menciona a sus compañeras, las cuales pegaban pequeños carteles.

—En serio, ¿Cómo te diste cuenta? —pregunta Marisol con ironía. Lailah rueda los ojos.

Marisol sabía que estaba siendo grosera con ella sin que esta le hubiera hecho algo, pero no lo podía evitar, porque detestaba que pasara demasiado tiempo con Franco.

—Algún día dejarás de ser tan idiota —pregunta el ángel.

—Ni en tus sueños, teñida —ese era el sobrenombre que le había puesto por su cabello rosa.

—Podrías dejar de llamarme así, tengo un nombre, y es Lailah —expone molesta.

—Dejen de pelear y empieces a pegar estos avisos —dijo Anyi, entregándoles más anuncios a ambas.

—Bien, lo que diga la amiga de la teñida —dice Marisol.

—Ella no es mi amiga —expuso Lailah severamente.

Ella jamás sería amiga de una bruja, porque los ángeles nunca se mezclaban con seres como ellos, y el hecho de que Ariel hiciera la excepción con Anyi, no significaba que ella también lo haría. Simplemente, los brujos eran seres despreciables, una prueba de ello era Axel.

—Oye, no hagas caso al comentario de Lailah —dice Rubí, acercándose a ella— ella es un ángel y ya sabes lo que piensan de los de tu especie.

De cierta manera, entendía el odio de los ángeles hacia ellos, ya que los brujos eran descendencia de demonios que sedujeron y embarazaron a humanas, pero eso no significaba que fueran igual de crueles que sus padres, aparte no todo brujo es hijo legítimo de un demonio, la mayoría solo portan el gen, que con el pasar de los años se debilita. A ella le hubiera gustado ser parte de una larga descendencia, pero ciertamente, era primogénito de un demonio que incluso intento matarla, porque esa era la suerte de un brujo legítimo, ya que ningún demonio quería engendrar a un ser con el potencial de ser mejor que él. Algo que debería agradecer a su madre, porque debido a ella seguía con vida.

🪶🪶🪶

Ariel avanzaba por las calles de la ciudad en medio de la lluvia, en dirección a la tienda Frey para solicitar el nuevo cargamento de armas. Pero al encontrarse con Marcela se detuvo.

—¿Vienes de la tienda Frey? —pregunta, mirando el final del túnel, en donde se encontraban varios negocios de armamento, entre ellos la tienda Frey. La chica asiente.

—Marco me ordeno informarle sobre los actos cometidos por su hija —menciona.

—¿Cómo lo ha tomado? —pregunta

—Tú como crees —dice con cierto tono de ironía.

Entendía el tono de la chica, pues había hecho una preguntan bastante estúpida.

—Nos vemos más tarde —la rodea.

—Espera —lo sujeta del brazo.

Ariel la voltea a ver en espera de que diga algo, pero no lo hace.

—Nos vemos Marcela —aparta su mano de ella.

—Ella no te merece —murmura, lo que lo hace detener de golpe— ni siquiera merece lo que todos están haciendo por ella —agrega.

—Calla Marcela.

—No puedo —contradice—. Estoy tan cansada de esto —menciona— de vivir en medio de una guerra a causa de ella.

Mi Secreto: Entre Luz y Tinieblas. (Libro III) ⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora