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—Buenos días oficial —sonrió al joven oficial se que paraba serio junto al auto.

—Iba a más de cien kilómetros por hora, la velocidad máxima aquí es de 40.

—Lo sé oficial, es que tenemos una... urgencia —dijo apretando los ojos, solo quería llegar a su casa para ver que sucedía con el enano que tenía al lado.

El oficial se acercó un poco y observó el interior del auto.

—¿Lleva un bebé sobre sus piernas? Baje por favor, le haré un test de alcoholemia. —ordenó en un tono grave y autoritario.

—No, no es necesario... Escuche... —puso carita de niño bueno e intentó que el oficial se calme—. ¿Cuánto quiere para pretender que esto no sucedió? ¿Mil? ¿Diez mil? Usted dígame... —sonrió falsamente y encendió el auto. Quería huir de allí.

—¡Apague el auto y deme las llaves! —gritó el oficial ignorando su soborno por completo— ¡Bajense los dos en éste instante!

—¡Es que usted no entiende! —gritó Taehyung.

El oficial tomó la radio que colgaba en el hombro izquierdo de su chaleco de policía y habló:

—Necesito refuerzos. Dos adolecentes en un Lamborghini a más de cien kilómetros por hora, en posesión de un bebé.

—¡No, no... oficial está confundido, mire... —le pegó un cachetada al bebé para que vea que era de plástico.

—¡Maltrato a menores, repito, maltrato a menores. Situación de violencia infantil, necesito refuerzos! —volvió a gritar por la radio.

—¡No, no! ¡¿Es idiota?! —gritó Yoongi tomando con brusquedad al bebé de una pierna y se bajó del auto enojado.

De pronto, los encerraron tres patrullas, con las sirenas y las luces encendidas. Rapidamente, al rededor de diez oficiales armados bajaron de las patrullas, listos para disparar si fuera necesario.

—¡Yoongi entra al auto! —gritó Taehyung desesperado.

–¡¿Ven, idiotas?! —zamarreó al bebé de la pierna por el aire.

—¡Deje al bebé cuidadosamente en el suelo o le disparo! —gritó un oficial apuntándole con un arma.

Taehyung se bajó con lentitud del auto con las manos en alto, acercándose a Yoongi. Tomó al bebé delicadamente de sus manos para que no les disparen, y muerto de miedo quiso mostrarles: tomó al bebé y le dió un fuerte golpe en la cabeza.

–¡Ven! ¡No entienden! ¡Es de pla-

—¡Deje al bebé en el suelo y haga silencio! —interrumpió uno de los oficiales, y luego apretó el botón de su radio para hablar—: el bebé está inconsciente, tenemos un posible homicidio, necesitamos más refuerzos y una ambulancia.

Taehyung se agachó con lentitud, y lo dejó con delicadeza en el suelo. Se paró y miró asustado a Yoongi, quién levantaba sus manos junto a él.

Yoongi lo miró a los ojos por unos instantes, y largó una carcajada que no pudo aguantar. Lo que estaba sucediendo era una estupidez: estaban siendo apuntados por diez armas, con diez estúpidos policías que pensaban que habían cometido un asesinato.

Taehyung lo vio, y comenzó a reír con él, aún manteniendo las manos en alto.

—¡No se rían! —ordenó un oficial.

Llegó una ambulancia con decenas de médicos, y cuando quisieron cargar al bebé que estaba en el suelo, se dieron cuenta de que era un bebé de silicona.

Malditos idiotas.

Taehyung recibió cargos por rebasar la velocidad permitida y por intento de soborno, y Yoongi por llamar "idiota" a un oficial de la ley.

Llegaron tarde ese día a la casa de Taehyung, luego de terminar con todo el papeleo pertinente para que los dejaran salir. Gracias al cielo les habian devuelto al bebé y no habían llamado a sus padres, pero por desgracia, el preciado Lamborghini de Taehyung había quedado confiscado en la comisaría.

—Aún no puedo creer que esos idiotas tengan mi Lambo —refunfuñó sirviéndose un vaso de whisky.

—Relájate, te lo darán en unos días. —se sentó en una banqueta.

—¿Quieres? —levantó la botella ofreciéndole.

—Está bien.

Taehyung tomó otro vaso y le sirvió hasta la mitad, y luego lo observó a los ojos por varios segundos sin decir nada.

—¿Que? —preguntó Yoongi. Ya comenzaba a sentirse incómodo ante su mirada penetrante.

—¿Fondo blanco? —propuso.

—Bien —aceptó, estaba algo estresado por lo que había sucedido y el alcohol sin duda ayudaría.

Ambos bebieron todo el contenido del vaso. Yoongi apretó los ojos y se quejó del ardor, en cambio Taehyung lo tragó como si fuera agua.

—Sip, eres un debilucho... —bromeó Taehyung y apretó decepcionado los labios.

—Debilucha tu verga —respondió automáticamente, reponiéndose del trago.

Taehyung rió de lado y guardó la botella en el mueble de las bebidas alcohólicas.

—¿Quieres ver?

—¿Que cosa?

—Si mi verga es debilucha o no —sonrió altivo y orgulloso, sin aparente pena por lo que acababa de decir.

Yoongi se ahogó con su propia saliva al escuchar sus palabras. Debía tener algo bueno debajo de sus pantalones, porque alardeaba de ello como si tuviera una verdadera anaconda.

—¡Taehyung! —se quejó, mirando hacia otro lado, y sintió como sus mejillas comenzaban a arder. Se preguntaba ¿a dónde había quedado el chico tímido de anoche, el que lo besó con vergüenza? Ahora hablaba como si no le importara nada.

—¿Te ruborizaste? —Taehyung se acercó risueño a él, y estiró su mano para levantar su quijada.

—No, no... —quiso ocultar su rostro cerrando sus ojos. Incluso aunque sabía que eso solo funcionaba cuando tenias cinco años de edad.

Sintió la tibia mano de Taehyung tomar su quijada y abrió sus ojos, y al tenerlo tan cerca, sintió el impulso de besarlo.

Del Odio Al Amor, Hay Una Botella De Ron © (Primos 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora