Capítulo 31→ ¿Miecyslaw?

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Después de eso, Lydia y Stiles se quedaron hablando, contando recuerdos, lo que harían después de la preparatoria, que carreras quisieran estudiar, y cuánta posibilidad tendrían de lograrlo.

Mientras Stiles contaba lo sucedido en el viaje, Lydia mostraba especial atención a las muecas, sonrisas, movimientos de ceja, cualquier rasgo que le pudiera asegurar como la había pasado.

Los dos eran un sin fin de emociones, los dos desearon verse por toda una semana, y aunque las cosas no salieron precisamente como las planearon, fue una noche maravillosa. Y no hacía falta hacer otra cosa que no fuera hablar y observarse mutuamente.

•••

La luna dió paso al sol, despejando una linda y calurosa mañana, algo típico en un verano cualquiera de California. El sol brillaba en lo alto, deseando volver a ocultarse, porque solo así podría volver a ver a la luna, por escasos segundos, pero así era como se había destinado.
Lo mismo pasaba con dos jóvenes, que de la misma forma que el sol y la luna, deseaban poder volver a verse.

El castaño tenía muchas cosas en la que pensar, como en su teléfono (que ahora ya no es suyo), todos los turnos que tendría que doblar para poder seguir viviendo como hasta ahora o las tarjetas que le habían robado; pero su mente se empeñaba a pensar en una linda chica de cabellera pelirroja.

Esperen.. tarjetas.

Ese pensamiento hizo saltar al castaño de la cama.

¿Cómo pudo haber olvidado la estúpida tarjeta de sus abuelos?

Cuando su madre murió sus abuelos maternos (a los que nunca conoció hasta ese momento) se empeñaron en darle una tarjeta para una pensión alimenticia.

Era su forma de sentirse menos culpables consigo mismos, pues, cuando su madre murió, ellos permanecían sin hablarse.

Después de dibagar un poco sobre que la tarjeta tenía prácticamente el dinero completo de los últimos 3 meses, trató de buscar una forma para que sus abuelos dieran de baja la tarjeta, pero el único número de ellos estaba registrado en sus contactos del celular, anteriormente robado.

Después de mucho pensar, decidió que con sus pequeños ahorros compraría uno.
Sus ahorros se componían de bonos y cheques por ser empleado del mes (lo ganó dos veces en el supermercado), probablemente solo le alcanzaría para un teléfono de botones y sin internet, pero con eso se conformaba por el momento.

Decidió vestirse solamente, no sabía cómo volver a acomodar las gasas, por lo que era mejor dejarlas así.

-Voy a salir- Gritó mientras bajaba las escaleras.

Melissa que permanecía sentada en el sofá con un libro en las manos, se giró a verlo, sintiendo un nudo en el pecho.

-¿Adónde vas?- Pregunta mientras se levanta para observar más de cerca las marcas del jóven.

-Ou, iré a comprar un nuevo teléfono- El castaño odiaba mentir, pero eso no era mentir, sólo era exclusión de la verdad, y eso no cuenta, ¿Verdad?

-Los jóvenes de ahora, no pueden estar sin esos aparatejos-

Eso no era del todo verdad, si bien, nuestro pequeño castaño podía pasar días sin encontrar su teléfono, y no le haría falta.

¿Amor? -Stydia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora