Capítulo Sesenta y Tres

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Daylight  — Taylor Swift

"La mujer de mi vida"

No quiero mirar nada más ahora que te vi. No quiero pensar en nada más ahora que pensé en ti. He estado durmiendo demasiado en una noche oscura de veinte años. Y ahora veo la luz del día. Solo veo la luz del día.

—"Daylight". Taylor Swift.

Fiorella

Le envío las últimas fotografías que he tomado en el viaje a Cailin, y bloqueo mi teléfono sin esperar respuesta alguna. Aquí apenas son las diez y media de la noche, en Nueva York son las cuatro de la mañana, pero aun así no pude aguantar la emoción de compartirle lo que estoy viviendo con Massimo.

Llegamos hace apenas veinte minutos, después de un largo recorrido y una cena exquisita en La Bussola, uno de los restaurantes más reconocidos de la ciudad. De nuevo, recibimos un trato preferencial más allá de lo que se puede imaginar. Ya me ha quedado claro que en Italia Massimo es muy bien recibido. Al entrar a los locales o pasear por las calles, algunas personas logran reconocerlo y se detienen a saludarlo. Muchas de ellas lucen como gente importante, presentándose como políticos, empresarios, restauranteros y amigos de su padre. Todos alabando y ofreciendo sus servicios al hombre poderoso que me lleva de la mano. Ciertamente, me hizo preguntarme si ellos lo conocen como Massimo D'Amico, dueño de una de las mejores empresas de vino... o como el mafioso que salió de Roma y ahora se está apoderando del mundo.

Dejo mi celular en la mesa de noche y me apresuro a desvestirme para poder entrar a la ducha. Massimo se me ha adelantado, pero aun así voy a hacerle compañía. Es nuestra última noche en Florencia, mañana temprano partimos a Sicilia, otro de los destinos con sorpresa del viaje. Yo aún quepo en la idea de estar en un país que tanto ansiaba conocer y este hombre con más sorpresas por delante.

La brisa fría me acaricia el cuerpo cuando estoy por completo desnuda. La ventana de la habitación está abierta, pero no preocupo porque alguien me vea. Estamos en una de las mejores suites del hotel. El St. Regis Florence es lo más parecido a un palacio que he visto. Todo está lleno de lujos que me costaría más de una vida pagar. Hasta hay un candelabro gigante en el techo sobre la cama que alumbra prácticamente toda la habitación. Debo admitir que el que Massimo me llene de lujos me agobia en algunas ocasiones. No tenía problemas de dinero cuando mi madre vivía. Ella no trabajaba, pero el salario de piloto de mi padre era lo suficiente para mantenernos de una manera digna sin que nada nos faltara. Cuando todo cambió, yo tenía que guardar cada dólar que me ganaba para poder subsistir. Ahora, estoy en uno de los mejores hoteles de Florencia, en una habitación más que cómoda junto a un hombre rico y poderoso, si eso no es un cambio drástico de vida, no sé qué lo es.

Abro la puerta con sigilo y me adentro al inmenso baño. Las baldosas se sienten frías cuando camino sobre ellas. El vapor que sale de la ducha se esparce por el cuarto, lo único que se escucha es el agua correr y la voz de Massimo cantando.

Volare, oh-oh. E cantare, oh-oh-oh-oh. No wonder my happy heart sings. Your love has given me wings —su voz armoniosamente profunda se cuela por mis oídos y me deleitan conforme me voy acercando más a él. Está de espaldas a mí, dándome un buen espectáculo de su trasero firme y bien moldeado. Su espalda se tensa con cada movimiento de sus brazos cuando se enjuaga el cabello. Siento la tensión entre mis piernas extenderse por todo mi cuerpo, lo que me motiva a entrar al juego de una vez. Abro la puerta de cristal y me adentro con él a la ducha sin llegar a tocarlo, solo permanezco como espectadora —. Penso che un sogno cosi non ritorni mai più. Mi dipingevo le mani e la faccia di blu. Poi d'improvviso venivo dal vento rapito. E incominciavo a volare nel cielo infinito.

Massimo (Familia Peligrosa I) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora