Capitulo 1

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«CONVERSACIÓN»

Su mirada estaba perdida en el escritorio vacío frente a él, por su cabeza cruzaba una sola cosa; la conversación que habían tenido sus padres la noche anterior.

Recordaba con detalle toda y cada una de las palabras de sus padres, sin embargo, por más vueltas que le diera al asunto, no lograba encontrar el motivo de aquella decisión extremista.

[ . . . ]

La noche anterior había escuchado a sus padres conversar en la planta baja de la casa, lo habría ignorado, pero el hecho de haber una plática normal y calmada entre sus padres era algo que rara vez pasaba, por lo cual le causaba gran intriga el tema de conversación que estos podrían tener. La curiosidad lo dominó e incitó a entreabrir la puerta de su habitación para poder escuchar con mayor claridad lo que sus padres decían —mala idea—, pasaron unos segundos antes de que sus ojos comenzaran a picar y a llenarse de lágrimas, sabía que sus padres no le tenían un ápice de aprecio, pero eso era demasiado; pensaban venderlo. En su cabeza no lograba encontrar el motivo de tal decisión, rompió a llorar en silencio, cerró la puerta deslizando su espalda por esta hasta llegar al piso, pegó sus rodillas a su pecho y las abrazó hundiendo su cabeza entre ellas para acallar su llanto.

[ . . . ]

Una voz aguda y escandalosa logró captar su atención, sacándolo de sus pensamientos y devolviéndolo a la tierra.

    —Joven Fukushima, ¿está prestando atención? —habló una mujer de edad avanzada y cabello rizado.
El chico levantó la mirada hacia la propietaria de esa insoportable voz, se encontró con su profesora de literatura mirándolo con molestia. Asintió lentamente en respuesta a su pregunta
    —Entonces continúe con la lectura.

La mirada del chico descendió a su escritorio, su libro aún se encontraba cerrado, levantó la vista apenado. Su profesora presionó el puente de su nariz entre sus dedos y soltó un suspiro pesado, volvió su vista al joven que la miraba avergonzado.

    —Yamato, necesito que prestes atención en clase, la próxima vez tendrás un reporte ¿entendido? —la mujer continuó con su clase sin esperar una respuesta de su alumno.

El timbré que anunciaba el descanso sonó, dando fin a la clase de literatura. Al salir, Yamato se encontró con Naoko y Hiroshi, sus amigos, ambos de grupos distintos al suyo, Naoko era mayor a él, mientras que Hiroshi tenía su misma edad.

Caminaron juntos con dirección a la cafetería para comprar algo de comer, en el transcurso del camino Hiroshi hablaba sobre su día mientras su hermana, Naoko, lo escuchaba, Yamato estaba muy metido en sus pensamientos como para prestar atención a lo que su amigo decía, el suceso del día anterior le provocaba un sentimiento de agobio.

    —Yamato. ¡Yamato! —Hiroshi elevó la voz para llamar la atención de su amigo, recibió como respuesta una mirada confundida—Estás raro —entrecerró sus ojos analizando el rostro de Yamato— ¿comprarás algo de comer?

    —Ah, no, descuida, no tengo hambre, probablemente sólo compre un jugo —se encogió de hombros restándole importancia.

Tras haber comprado su almuerzo fueron al patio trasero de la institución para comer en un silencio algo incómodo.

    —¿Nos dirás que tienes? Es raro que estés tan callado —dijo Naoko rompiendo el silencio incómodo—Vamos, sabes que cuentas con nosotros.

Yamato se petrificó, no quería hablar de aquello, bajó la mirada a la lata de jugo que tenía entre sus manos, mordió su mejilla interna tratando de controlar sus nervios.

    —Preferiría no hablar de eso, no es importante —le dio una sonrisa de labios cerrados, tratando de evitar que se preocupara.

Dio un último sorbo a su jugo y antes de que alguno de sus amigos pudiera responder, sonó el timbre marcando el final del descanso. Ellos lo acompañaron hasta su salón mientras planeaban un viaje a Tokio para el fin de semana.

La jornada escolar terminó, Yamato esperaba como de costumbre en la entrada de la institución a que su chofer llegara a recogerlo, un conocido auto aparcó frente a él, subió en el asiento trasero y se dedicó a ver por la ventana el camino hasta su casa.

[ . . . ]

La familia Fukushima estaba conformada por Fukushima Haruto —padre de Yamato—, Fukushima Hanae —madre de Yamato—, y Fukushima Yamato. El apellido de los Fukushima era bastante reconocido por todo Japón, puesto que el padre de Yamato era dueño de una de las empresas más grandes de la industria automotriz Japonesa. Por otro lado, su madre era dueña de una lujosa marca de joyas que era mundialmente reconocida.

Al ser una familia multimillonaria vivían en una casa sumamente moderna y grande, estaban rodeados de lujos y, vistos desde el exterior, cumplían a la perfección con el estereotipo de una familia perfecta, aunque esto estaba muy alejado de la realidad, los padres de Yamato rara vez hablaban con su hijo; poco les importaba el cómo se encontraba, pues el adolescente había sido un error, lo único importante para los padres del adolescente era la imagen de la familia. Sus padres peleaban diariamente por cosas insignificantes, en ocasiones, cuando las discusiones se salían de control llegaban a golpearse, armando un escándalo y caos incontrolable en la lujosa mansión. Yamato se había acostumbrado a esto hace unos años atrás, de igual forma, entendió que tratar de separarlos cuando discutían no era una buena idea y, pedir que le prestasen atención era algo que prefería evitar en medida de lo posible.

El auto se detuvo y Yamato bajó agradeciendo al chofer, se encaminó a la entada de la mansión, pero poco antes de entrar se detuvo, si bien sabía que sus padres llegarían tarde por ser fin de mes no quería entrar, estar en aquel lugar se sentía tan falso, tan angustiante, se sentía extraño estar ahí luego de lo que había escuchado.

Suspiró pesado y abrió la puerta tratando de hacer el menor ruido posible, se adentró saludando con cortesía a las mucamas con las que se topaba de camino a su habitación, se duchó, cambió y comió mientras esperaba la llegada de sus padres. Estaba decidido, hablaría con ellos sobre aquello que había escuchado.

El tiempo pasaba a una velocidad tortuosa, observó la hora en la pantalla de su celular, cerró sus ojos con fuerza, faltaba casi una hora para la cena, se dejó caer de espaldas en su cama y con el pasar de los minutos se quedó dormido.

Unos toques suaves en la puerta de su habitación lograron despertarlo.

    —¿Quién? —preguntó con cansancio, aún sin abrir los ojos.

    —La cena ya está servida, joven Fukushima —habló una voz femenina al otro lado de la puerta.

    —Bajaré en un momento, gracias —Dijo levantándose de la cama.

Caminó en dirección al cuarto de baño para lavarse la cara, luego de eso bajó al comedor llevándose la sorpresa de que sus padres se encontraban ya ahí, hizo una mueca, incómodo. Tomo asiento en la silla frente a su padre, la cena fue silenciosa e incómoda, antes de terminar Yamato habló, captando la atención de los adultos frente a él.

    —Madre, padre, ¿Por qué? —su voz se quebró antes de poder finalizar la oración y sus ojos se cristalizaron; lucía patético.

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