IV

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Los autos hacen mucho ruido, al igual que la gente que pasa cerca de ellos, hay tantos rostros desconocidos a su alrededor y ninguno es el de él. Siempre que sale de la vecindad no puede evitar observar a cada persona que ve en la calle, esperando que por arte de magia aquel Alfa se materialice frente a sus ojos.

A Gray parece no importarle el escándalo que lo rodea, él sigue durmiendo con la seguridad de que nada interrumpirá su descanso.

Pronto la vecindad se hace visible, el sitio donde tiene un cuarto que le han permitido ocupar aunque no pueda encontrar un trabajo y una forma de pagarlo. Sigue intentando obtener un trabajo donde pueda llevar a su hijo, ya que no tiene a nadie de confianza para dejarlo a su cargo y mucho menos puede pagarle a una niñera o ir a una guardería, no es tan sencillo.

Ha sido descartado de varios empleos sólo por su hijo, no le permiten llevarlo. Y eso lo frustra. Por ahora lo único que puede hacer para intentar pagar de algún modo, es ayudar en el servicio de lavandería. Roxy, la dueña del lugar, le dijo que no podría pagarle por su ayuda, ya que ella también tiene dificultades económicas pues solamente tiene tres huéspedes. Y sólo dos de ellos le pagan.

Sin duda no es el único que sufre por la necesidad del dinero.

Cruza la puerta de la vecindad que lo cobija de la intemperie. A pesar de que no sea completamente habitada, Roxy, a sus cuarenta años de edad, se empeña en mantenerla agradable para sus escasos huéspedes. Puedes ver la muy cuidada pintura, las macetas con flores esparcidas por todo el sitio y que él a veces riega, o los cuartos siempre limpios a pesar de no estar siendo ocupados. Todo en buenas condiciones.

Cuando ingresas, te encuentras dos pequeños edificios de cuartos, una a la derecha y otra a la izquierda, además de que cada edificio tiene cuatro cuartos arriba y abajo. Louis está en el segundo cuarto de arriba a la derecha, por lo que tiene que subir unas escaleras y es ahí cuando ve a su vecino salir del primer cuarto.

— Hola, Louis. —le saluda su carismático vecino, el estudiante de medicina, mientras se le acerca con una bolsa en su mano y cargando en la espalda su mochila.

— Hola, Tom, ¿ya te vas a la universidad? —le sonríe, deteniéndose un momento cuando ha subido por completo.

— Sí, así es. ¿Pero cómo te fue? —pregunta interesado por saber, Tom es cinco años menor que Louis, sólo tiene veinte años y se preocupa mucho por él. Siempre está ofreciéndole comida o algo.

— Pues tuviste razón, tiene una infección en su pancita. —le cuenta dándole una mirada a su dulce niño y vuelve a ver al Omega menor, enseñándole la bolsita con los medicamentos—. Pero ya tengo su medicina.

— Esas son buenas noticias, bueno, pues tengo que irme pero... —sonríe para después alzar la bolsa que lleva consigo—. Toma, pedí una orden de comida para ti y como siempre me encuentro contigo antes de irme, aquí la tienes.

— Oh, Tom, muchas gracias. —la toma con mejillas sonrosadas y una sonrisa penosa. A veces le da mucha pena el hecho de recibir comida de los demás, le recuerda constantemente que debe encontrar un empleo para no sentirse como un parásito dependiente de cualquier extraño.

Pero claro que también se siente muy agradecido por encontrar a tan generosas personas, que cuidan de él y su bebé como si lo conocieran de toda la vida. Como Roxy, Tom y el doctor Harry.

¿Qué sería de Gray y él sin ellos? No quiere ni imaginarlo.

Tom se marcha a lo suyo y ambos entran a su cuarto, no es un lugar lujoso claro, pero tienen lo necesario. Una cama, una cocina pequeña que no usa mucho, un baño, un televisor pequeño, una mesa para comer, una sala pequeña y en su habitación tiene sus pertenencias.

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