La bruja y el mercader

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Se cuenta, que alguna vez existo un pueblo en el cual vivía una joven bruja, bueno, realmente no era una bruja, pero el pueblo la conocía como tal, Vanity, como se llamaba la joven, era una herbolaria. Estudiaba las plantas, sus cualidades y usos, y hacia medicinas con ellas, pero la gente del pueblo no entendía de eso y por eso creían que lo que hacía era alguna clase de magia. Nadie tenía nada contra ella, después de todo "su magia" curaba enfermedades y heridas, la veían como una bruja buena, aun así, nadie se relacionaba con ella. Vivía a las afueras, muy apartada del poblado, al inicio del bosque, donde usualmente se le veía recogiendo cosas para sus remedios, cada cierto tiempo iba al pueblo a comprar algunas cosas que le hicieran falta y que no pudiese conseguir en el bosque.

Un día, llegó al pueblo un mercader, con el trajo muchos tesoros y objetos de tierras muy lejanas y desconocidas que encandilaron a los pueblerinos, no solamente porque fueran objetos impresionantes, eran sus palabras las que hacían el trabajo. Era carismático, encantador y muy apuesto, pronto no hubo dama que no cayera ante sus encantos. Todos los días se le veía con una mujer diferente, sin importar su apariencia ni estatus social, frecuentaba las camas de las viudas, de algunas insolentes esposas y de gran parte de las solteras, con excepción de una, la bruja a las afueras de pueblo. El mercader que era muy curioso, comenzó a preguntar acerca de la misteriosa bruja por el pueblo, no tardó en darse cuenta de que realmente nadie sabía nada sobre ella, gran parte de las historias y chismes que había logrado recolectar se contradecían entre sí, haciendo que toda esa información obtenida fuera inservible, así que decidió tomar una ruta más directa y hablar con ella.

Quien diría que aquel hombre que había cautivado a casi todas las mujeres del pueblo, no podía obtener una respuesta de más de dos palabras de aquella joven bruja, pero eso no lo detuvo, paso día tras día, intentando entablar una conversación con ella, pero nada sucedió, ni si quiera le pudo sacar la más mínima sonrisa. Intento dándole todo tipo de obsequios e invitaciones lujosas, pero ella ni se inmutó, y rechazo cada ofrecimiento cortésmente; en ningún momento mostró signos de disgusto o fastidio hacia las ofertas del mercader, lo que lo intrigo aún más, quien entonces decidió cambiar de táctica y simplemente observarla. Aprendió mucho más de ella en aquellos meses observándola que aquellos meses intentando captar su atención con proposiciones costosas. Descubrió lo amable y desinteresada que era, como ayudaba con sus conocimientos a la gente del pueblo que muchas veces hablaba mal de ella a sus espaldas y otras veces se aprovechaban de su bondad y evitaban pagarle por sus servicios, nunca cuestionado sus obvias mentiras y trucos; era trabajadora, dedicada, dulce y bella, poco a poco el mercader comenzó a darse cuenta de que se había enamorado genuinamente de esa mujer, ya no lo incitaba su curiosidad e intriga, quería hablarle, conocer a esa chica llamada Vanity que de vanidosa no tenía nada, esa simple muchacha que sonreía con las cosas más simples como el encontrar un trébol de cuatro hojas mientras recogía flores, había caído ante sus encantos de bruja. Al día siguiente, se presentó en su casa no con un ramo de flores extravagantes como lo había hecho antes, trajo un pequeño y modesto ramo de tréboles de cuatro hojas que se había pasado días recolectando, y para sorpresa y regocijo del mercader, le saco una risa a la bruja, sintió como su corazón daba un vuelco.

Paso el tiempo y la bruja y el mercader se hicieron amigos, el tiempo siguió pasando y al final el amor también floreció en el corazón de la bruja y acepto casarse con el mercader, formando una familia con tres hijos. El mercader, para mantenerlos, retomó sus viajes prometiéndole a su querida esposa e hijos que regresaría con un montón de presentes de los lugares que visitara. Mientras en el pueblo, las mujeres despechadas por el repentino favoritismo del mercader a la bruja comenzaron a esparcir falsas acusaciones contra ella, pero la más famosa era que había hecho un pacto con un demonio vendiéndole su alma para que el mercader se enamorara de ella, el pueblo poco a poco comenzó a odiarla más y más, esperando hasta el más mínimo error para acusarla y condenarla.

Un fatídico día, la bruja fue al pueblo para abastecerse de cosas que le hacían falta cuando vio como una dama de la alta sociedad, abofeteaba a un niño el cual se había echado la culpa e lugar de su hermano menor que había ensuciado los zapatos de la dama con harina que se le había caído por las prisas de regresar a casa; la bruja, indignada, la detuvo tomándola por la muñeca y la reprendió, la dama entonces cayó de rodillas chillando que su brazo ardía, culpando a la bruja le había lanzado una maldición y su brazo se sentía como si se quemara. La bruja miraba a la mujer confundida, no había hecho eso, pero la gente no la escucho, la tomaron con brusquedad y la arrastraron hasta la plaza del pueblo, la amarraron a un poste y la rodearon con paja hasta las rodillas para a continuación encenderla, ella gritaba, rogando por qué la dejaran ir, insistiendo en ser inocente, que no era una bruja, sus gritos eran desgarradores mientras las llamas la consumían, era una escena horrenda, que el retorcido pueblo disfrutaba, pronto la locura inundo las cabezas de los habitantes del pueblo y decidieron acabar con los niños también, jurando que eran los hijos de la bruja con el demonio. Antes de que la muchedumbre llegara a la casa a las afueras del pueblo, el niño que antes la bruja había ayudado había corrido a advertir a los niños condenados lo que el pueblo planeaba hacer, gracias a aquel gesto, los hijos de la bruja lograron tomar unas pocas posesiones y huir al bosque justo cuando la multitud llegaba y le prendía fuego la casa.

Semanas después el mercader regreso y se encontró su casa entre ruinas y cenizas, no vio rastro de su esposa e hijos, desesperado, fue al pueblo para averiguar que había sucedido y la gente lo recibió orgullosa y feliz diciendo que al fin había sido liberado del embrujo de la bruja; la habían quemado junto a esos hijos del demonio con el que había pactado, para poder tener control sobre él. En ese momento, cuando la gente vio los ojos del mercader, se dieron cuenta del terrible error que habían cometido, era cierto, aquellos niños si eran hijos de un demonio, pero la bruja no era una bruja, era una inocente muchacha, que no se había casado con un mercader, se había casado con un terrible demonio y ahora, habían provocado su ira... No quedó nada del pueblo, el demonio destrozó y devoró todo... Nadie sabe a ciencia cierta si la historia es real, nadie sabe tampoco que sucedió con el demonio, ni con sus hijos, si habrán logrado escapar con vida o no... Pero se dice que si vas al bosque y encuentras unas viejas ruinas a veces puedes escuchar el sufrimiento de la inocente, la rabia del demonio y los gritos de los culpables.

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⏰ Última actualización: Sep 05, 2020 ⏰

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