Camelias Negras

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Desde que conoció a Senku, Kohaku siempre supo que había algo especial en él. Lo vio salvando la vida de una chica y muriendo por ello y luego lo vio volver de la muerte misma para salvar su propia vida.

Y desde entonces siempre lo siguió fielmente, dispuesta a ayudarlo en todos sus objetivos.

Realmente no estaba segura de cuándo fue que... empezó a enamorarse de él.

Senku era un hombre maravilloso al que admiraba más que a nadie, al que respetaba más que a nadie. Y la forma en la que le sonreía y siempre que le enseñaba cosas nuevas la hizo darse cuenta que era más que respeto y admiración. Más que una amistad, ella lo amaba.

Y, mientras más crecía ese sentimiento, más lo hacía el dolor en su pecho.

"No hay nada más ilógico que un cerebro enamorado".

"Las relaciones y el romance no me interesan ni un milímetro".

Senku solo amaba a la ciencia. Todos sabían eso, él no tenía tiempo para nada más que la ciencia y la restauración de la humanidad. Kohaku lo sabía muy bien. Él no debía ser molestado por sus estúpidos sentimientos. Tenía cosas más importantes en las cuales preocuparse.

Así que Kohaku no dijo nada.

Y tampoco dijo nada cuando empezó a toser los primeros pétalos de flores. Pétalos tan rojos como los ojos de Senku, confundiendo su color con la sangre que los recubría.

La enfermedad Hanahaki venía en las cien historias. Era la enfermedad del amor no correspondido.

Cuando tu amor era unilateral, hermosas flores comenzaban a brotar desde tu corazón, atravesándolo, empujando tus órganos, muchas veces dañando los pulmones con sus espinas.

Solo había dos formas de curar esta enfermedad. Confesándote y siendo aceptado o bien bebiendo el veneno de las flores camelias negras.

Este veneno te curaba completamente, casi de inmediato, pero traía una terrible consecuencia: luego de beberlo, ya no podrías volver a amar a nadie... nunca más.

Kohaku no quería recurrir a las flores, así que intentó olvidar a Senku. Tal vez si dejaba de amarlo las flores se irían.

Sin embargo, fue completamente inútil.

Cada día que pasaba parecía que solo podía amar más y más a Senku. A pesar de que el nunca demostró quererla como a más que una amiga, ella seguía amando cada sonrisa que le dedicaba, seguía atesorando cada momento que pasaban juntos y cada vez quería más y más de él. Y cada vez tosía más y más pétalos cubiertos de más y más sangre.

Si se dejaba a las flores crecer por mucho tiempo, la enfermedad de Hanahaki terminaría matándote...

Después de dos años amando a Senku en secreto, Kohaku solo empeoraba cada día más.

Un día, vomitó una cantidad considerable de sangre y en ella pudo ver perfectamente una rosa roja entera de gran tamaño, con pétalos hermosos y un pequeño tallo cubierto de espinas.

Mientras miraba con miedo y temerosa fascinación aquella flor, Ruri la vio y gritó, llena de terror.

Tuvo que admitir que tenía la enfermedad de Hanahaki y apenas le dijo que se trataba de Senku, Ruri abrió mucho los ojos, de inmediato sintiendo un inmenso miedo por la vida de su hermanita.

Ruri también lo sabía. Senku jamás iba a corresponderle, su única opción era el veneno de las camelias negras.

El siguiente en descubrir su secreto fue Ukyo. La escucho vomitando sangre y tuvo que decirle todo. Él también se entristeció al saber de su amor por Senku. Él también sabía que nunca sería correspondida.

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