Capitulo 2: El mechero.

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Miró a su jefe que tranquilamente estaba acabando de colocarlo todo en la pequeña maleta de viaje, si no fuera porqué se conocían desde la infancia, no estaría cómodo en ese silencio con él. Yacob era un hombre que pese a su juventud en ese tipo de negocio, era un completo calculador, sin dejar de ser ese perro rabioso de toda la vida, con tan sólo treinta y seis años se había hecho con el control absoluto del grupo y había demostrado en más de una ocasión que era mejor tenerle de su lado. No titubeaba en presionar, amenazar, extorsionar, torturar e inclusive matar a quién era preciso. Volviendo la mirada de nuevo a ese hombre de casi un metro noventa, cabellos rubios tan perfectamente colocados y perfil afilado, como esos ojos azules.

"¿Te envió ya la información el señor Owens?" Dimitri apoyándose en la puerta principal de la suite presidencial, vio como su amigo se reía ligeramente por debajo de la nariz mientras miraba enfrascado su teléfono móvil. "Parece que te tiene más miedo del que debería."

"Me ofende eso Dimitri, le perdoné la vida por los servicios prestados durante años, sino le hubiese agujerado la cabeza con una bala. O dos." Yacob leyendo el pequeño informe que le había mandado el viejo Owens no se sorprendió al conocer la información que había solicitado, sabía que la habilidad de ese pequeño camarero al quitarle el arma y la normalidad con la que había encarado un arma no eran normales. "Parece que tenemos a un pequeño ex delincuente entre manos."

"¿Tenemos?" Acercándose a su amigo y jefe mientras cogía la maleta, entendió a la perfección la petición del rubio cuando se quedó con el cigarrillo en los labios, resoplando y encendiéndoselo. A veces le daba la sensación de que era más su sirviente que su guardaespaldas. "Seré franco contigo aunque ni me lo hayas pedido y estés luego de mal humor conmigo... No deberías involucrarte más, era un crío que conociste en una noche y que ni tan solo te pudo satisfacer, te tocó los cojones y punto."

"Como has dicho no he pedido tu opinión." Yacob dejando escapar el humo de sus pulmones miró a su amigo de la infancia, Dimitri era un hombre atractivo de cabellos oscuros, su cuerpo llevaba más tinta de la que podría soportar cualquiera y tenía un aspecto de completo mafioso de película. Aunque era uno de sus hombres más letales y con menos escrúpulos que había conocido. "¿Quieres que te cuente en que andaba metido el pequeño Aiden o no?"

"Prefiero que no, así le darás menos importancia a ese puto." Resoplando completamente vencido, le hizo un gesto con la cabeza a su jefe para que le siguiera, abandonando la preciosa habitación del hotel ante la atenta mirada del personal que no se atrevía a decirle a Yacob que obviamente en espacios comunes no se podía fumar. Por fin podían volver a la casa principal tras el barrido nulo de la ATF, aún así debían estar alerta porque seguramente serían vigilados durante una temporada. "Deberíamos desaparecer durante un tiempo Yacob."

"Si lo hacemos estaremos demostrando culpabilidad y poca fuerza. Debemos seguir aquí y actuar con discreción, no dejaré de hacer mis negocios porqué a la maldita ATF se le haya antojado vigilarnos. No pienso actuar como un maldito ricachón de tres al cuarto que se dedica a ir a restaurantes y burdeles." Yacob, mordaz apagó el cigarrillo en la moqueta del hotel, entrando en el ascensor y mirando a su subordinado. "Si tu quieres irte unos días a ver a Misha, ve. Los críos te estarán echando de menos."

"No. No pienso recibir ningún trato de favor por nuestra vieja amistad. Si todos se quedan en el país contigo, no me iré yo porqué mi mujer me espere. Ella sabe a que me dedico y que debe hacer o esperar de mí." Mirando su anillo de matrimonio se sintió nostálgico al recordar la cara de sus dos hijos, besando la pequeña y fina alianza cuando su jefe se adelantó al coche. Quitándosela y guardándola para que así, si le encontraba alguien no deseado, no supieran que estaba casado. "Además piensa que en el registro consta casada con un tal Levka..."

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