La Cara Oculta

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Desperté en una habitación cerrada, no veía apenas nada, unos resquicios de luz se colaban por la pequeña puerta.

Tenía las manos atadas.

Intenté ponerme de pie pero me era imposible, tenía algo encima que me lo impedía. No lograba ver con claridad qué era, sólo que me impedía moverme.

¿Qué estaba haciendo allí? ¿Qué había pasado?

Un flash hizo que todo volviera a mi memoria.

Mis chicos de la selección española. La charla con Will. Unas escaleras. Un empujón. Una máscara detrás de mí.

Cuando lo recordé la cabeza empezó a dolerme. Ahora es cuando me hacía consciente del gran golpe que mi cabeza había sufrido.

Por la sangre que brotaba de mi frente podía darme cuenta que era reciente. No llevaba más de una hora allí, por lo tanto nadie se habría dado cuenta de mi ausencia. Si tan solo pudiera comunicarme...

El sonido de la puerta abriéndose interrumpió mis pensamientos.

-¿Cómo estás?- Un hombre corpulento que no había visto antes entró a la estrecha habitación.

-¿Quién eres?- La mirada asesina que salió de mis ojos asustó por un momento al machote que tenía en frente, pero no vaciló.

-Parece que estás con energías, bien, te harán falta.- Me agarró del pelo y levantó mi cabeza-. Y no vuelvas a echarme una de esas miradas, te podrías arrepentir mucho.

Me arrastró fuera de la habitación, no sin antes quitarme una tabla de madera que ejercía el peso que notaba en mis piernas.

Por la pintura de las paredes sabía que seguía dentro del internado, ese gris oscuro no lo utilizan en cualquier sitio, y más si le sumas las baldosas blancas con puntos negros.

-¿A dónde me llevas?- Estaba exhausta, después de soportar el peso mis piernas estaban débiles.

-Sigue caminando y no preguntes.- No lo hice, me quedé parada y puse la misma mirada asesina que cuando entró en la habitación.

Se acercó a mí, que estaba varios pasos por detrás del él y me propinó un puñetazo en el estómago. Me desplomé en el suelo con menos fuerzas que antes.

-Ahora sí que no voy a poder seguir caminando cerebro de músculo.- Me miró de nuevo y mi cuerpo se puso alerta por si tenía que recibir otro impacto como ese.

-Tú sola te lo has buscado.-Agarró mi cabello y tiró de él, arrastrándome por el suelo.

Estaba sufriendo mucho, pero no me quedaba otra, no podía andar por el simple hecho de que no sería capaz de ponerme de pie, y cualquier cosa que le dijera a este musculado sin cerebro solo serviría para recibir otro golpe y me negaba a eso. Tenía que pensar algo.

De pronto paramos frente a una puerta que me sonaba bastante. Cuando me soltó y pude mirar a mí alrededor me di cuenta de donde me encontraba.

-¿Qué estamos haciendo aquí?- ¿Cuál sería la razón por la que estábamos delante de la puerta de uno de los despachos de los entrenadores?

-Parece que no sabes de quién es este despacho.- Negué con la cabeza.

-No suelo prestar atención a las cosas que no me incumben, no me serviría de nada saber de quién es cada despacho, pero dime algo, ¿qué quieren de mí como para tenerme en estas condiciones sabiendo que en u par de horas se darán cuenta mi ausencia por faltar al partido?- Una mueca de desaprobación salió de su rostro, pero enseguida pasó a ser una sonrisa pícara.

¿El deporte lleva al amor? (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora