105.2.- SUPERNATURAL (DEAN WINCHESTER)

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Phoenix leía su cuaderno en silencio en la parte trasera del Impala mientras Sam hacía lo mismo en el del copiloto.

—El demonio tendrá que responder ante alguien superior, ¿no? —preguntó cansada.

—Aunque así sea, no sirve de mucho. No tenemos tiempo suficiente —replicó Sam pasando una hoja.

Ambos levantaron la mirada y vieron que Dean les sonreía desde la ventana de la habitación antes de regresar a la cama con la morena desconocida.

Las dos primeras semanas que había pasado con los hermanos Winchester, Dean había intentado ligar con ella, pero ante las infinitas negativas, había acabado abandonando en su intento y regresó a sus conquistas.

—No puedo creerme que vayamos a perderle y no podamos impedirlo —se quejó la joven cerrando el cuaderno. Le había cogido mucho cariño a los hermanos—. Tiene que haber una forma de burlar el pacto.

Pero aquella noche no la encontraron. Cuando Dean salió de nuevo, condujeron hasta el motel en el que tenían alquilada una habitación mientras resolvían el caso por el que Bobby se había quedado en una especie de coma. Entraron para recoger sus pertenencias, pero se dieron cuenta de algo.

—Que hija de un demonio —murmuró Phoenix.

Bella había huido y se había llevado la Colt, por lo que empezaron a buscarla. Siguieron el escaso rastro hasta Monument, Colorado. La habitación estaba llena de pelucas, lo que confirmaba que Bella había estado allí. Mientras investibaban, el teléfono empezó a sonar. Dean fue el encargado de cogerlo y los otros dos cazadores supieron que era ella por el inmenso odio que llenó la expresión del mayor.

—¿Dónde estas?... La quiero de vuelta, Bella. Ahora... ¿Sabes cuanta gente morirá si haces esto?

Sam y Phoenix se miraron, no sabían qué hacer, pues no eran participes de la conversación. Sin embargo, pronto tuvieron algo de lo que preocuparse cuando alguien derribó la puerta y los tres cazadores se vieron rodeados por la policía.

—Qué zorra —murmuró Phoenix contra el suelo mientras le ponían las esposas.

—Hola, chicos. Cuanto tiempo —saludó un agente del FBI.

Phoenix supuso que se refería a los hermanos Winchester porque ella no le conocía de nada.

Les encerraron en la celda de la comisaría del pequeño pueblo. Era tan pequeña que solo dos personas podían sentarse en el catre, por lo que Phoenix, que no estaba unida a ellos, tuvo que tirarse al suelo.

—¿Cómo vamos a salir de esta? —preguntó Dean una vez estuvieron solos.

—Buena pregunta —respondió Sam.

Phoenix bufó.

—Sois como un imán para la mala suerte. Desde que estoy con vosotros me he metido en más problemas que en todos mis años como cazadora.

—Cariño, sabes que ya no puedes vivir sin nosotros —afirmó el mayor.

La chica le dedicó una mueca sarcástica.

Entonces entró el agente del FBI de nuevo.

—No te conozco, pero hiciste muy mal en unirte a estos dos asesinaos —habló mirando a Phoenix.

—Hay veces que yo también lo pienso —aseguró ella asintiendo lentamente, como si lo pensara de verdad.

—¡Oye! —se quejó Dean.

El agente les ignoro y empezó a hablar de lo que pediría para cenar.

—Tengo mucho que celebrar. Veros al fin a los dos entre rejas.

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