PRIMERA PARTE.

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Sonya Princes.

2017.

— ¡Suéltame! ¡No estoy loca! —les grito a los enfermeros una y otra vez.

—Señora, tiene que calmarse —me habla despacio, no soy ninguna estúpida.

—Hábleme normal que no soy ninguna escuincle —le suelto con furia.

—Doctora Princes, tiene que calmarse, entienda que usted ahora vivirá aquí —mi respiración se descontrola.

—No me pueden dejar aquí, ¡le digo que no estoy loca! —termino gritando.

—Esa será su habitación —señala un pequeño cuarto con solo una cama y un pequeño escritorio —, y aquí podrá pasar el día, aquí hay personas con las que puede hablar.

Observo el lugar, hay muchas mesas con personas jugando diferentes tipos de juegos. Van vestidas de blanco, un mono y un suéter blanco, igual que lo que yo tengo puesto… lo que estas personas me obligaron a poner.

—Yo no pertenezco aquí…

—Mire doctora —me interrumpe—, agradezca que no está en la cárcel, ahora entre y haga un par de amigos ¿Sí? —los enfermeros me empujan para que entre al lugar.

Les grito que no me dejen allí, pero no me hacen caso.

Miro a mí alrededor, con cautela me dirijo a lo que será mi habitación, me siento en la cama y observo todo. Las paredes son blancas, la habitación es tan pequeña que siento que me asfixio.

—Hola —me sobresalto al escuchar una voz femenina.

— ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? —le pregunto.

—Yo soy la reina Isabel y aquí mando yo —me mira con los ojos muy abiertos y una sonrisa diabólica.

Se acerca a mí, retrocedo en la cama hasta quedar en un rincón.

—Isabel —la llama un hombre—, déjala en paz, ¿no ves que acaba de llegar?

—Pero quiero que sea mi esclava —replica infantilmente.

—Largo —da un pisotón, pero se va.

Antes de cruzar la puerta se despide de mí con la mano.

Suelto un suspiro. Esa señora o señorita, no lo se parecía un poco joven; estaba muy peinada y pulcra, hasta pasaría por una persona normal, pero en los ojos se le veía la locura.

— ¿Estás bien? —pregunta el señor.

—Sí, gracias —vuelvo a tomar lugar en la orilla de la cama.

Él me examina por completo, me remuevo incomoda por la mirada que me da. Ladea la cabeza, pareciera que analiza algo.

Es un hombre de unos 40 años, con cabello marrón, piel tan blanca como el papel, ojos color miel; también tiene barba, pero no esta tan larga. Pareciera un hombre normal.

Se acerca, trago grueso, no retrocedo. Se sienta a mi lado y me mira con curiosidad.

— ¿Cómo te llamas? —cuestiona.

—Soy la doctora Sonya Princes —me presento segura.

— ¿doctora? de esos que curan a las personas ¿no?

—No, soy doctora en ciencias, es un grado muy importante entre los científicos —digo orgullosa.

—Ah, ya entiendo ¿Y qué hace, una doctora en ciencias, en un psiquiátrico?

Ciencia Y Locura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora