Visión

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La noche cayó, todo estaba oscuro cuando ella decidió salir a jugar un rato en el bosque, como cada noche.
Amaba la noche, el otoño, saltar entre las hojas secas, como si fueran charcos en los que chapoteara, una y otra y otra vez.
Estaba contemplando la luna cuando escuchó una voz provenir entre los arboles.
-¿La luna está preciosa verdad?-
La muchacha se dió media vuelta, y por la luz de la luna, pudo comprobar de donde venía aquella rasposa pero dulce voz.
Se quedó en silencio, no supo que decir o hacer, pues, al observar bien, puedo apreciar, por la luz de luna, que aquella anciana que merodeaba por el bosque, no tenía ojos, en su lugar, no había más que cuencas vacías.
-Bueno, eso supongo, después de todo, no tengo ojos para comprobarlo- acto seguido sonrió ampliamente-Vamos, no tengas miedo, aunque puedo comprender que estés algo consternada- insistió la señora, en busca de alguna respuesta.
La chica seguía perpleja, no estaba segura de que debía hacer, quería salir corriendo de allí, pero las piernas no le respondían y su corazón latía muy rápido.
-¿Quién e...eres?-Atinó a pronunciar algo temblorosa la joven.
-Yo soy una simple mujer mayor querida, que pasea por el bosque, como tú ¿Verdad?-
-Sí, eso supongo- dijo algo más relajada.
-Bueno, dime, ¿Cómo está la luna está noche?- Volvió a insistir la anciana.
Así, charlaron durante un buen rato esa noche, podría decirse que casi hasta al amanecer.
Cada noche, volvía la joven al bosque para estar con la anciana, comenzando la conversación siempre con la misma frase.
-La luna esta preciosa ¿Verdad?-
Una de esas noches, la anciana se notaba un poco tensa, pensativa.
-¿Sucede algo?- Preguntó intrigada la muchacha, pues ese comportamiento no era algo normal en la señora.
-Verás, necesito pedirte algo-hizo una pausa larga- Necesito tus ojos.
La chica quedó perpleja, no sabía como reaccionar ante el pedido, tal vez, pensó ella, era una simple broma cruel.
-¿Pero que dices? Jajaja- Pero paró de reirse, cuando se dió cuenta, que la anciana tenía una expresión sería en su rostro.
-Necesito tus ojos, damelos- Exclamó en un tono autoritario-Damelos, los quiero, tu visión del mundo, es... Hermosa, los necesito, por favor- gritó desesperada.
-Pensé que éramos amigas- Contestó decepcionada la joven.
-Si en verdad lo somos, me los vas a dar- Su voz sonaba tensa y enojada.
El miedo inundó su ser, salió corriendo, pero en la noche, sin más que la luz de luna, no es seguro correr en un bosque. Y aunque intentó escapar, no lo logró, con una rama se tropezó, su cabeza se golpeó y todo negro se volvió.
Unas horas más tarde la anciana abre las puertas de su casa, en lo profundo del bosque.
-Hola abuela, ¿Por qué tardaste tanto?- Reclamó la niña.
-Oh, mi niña, tengo un regalo para tí, espero que a diferencia de los míos, estos puedan servirte-.

Historias para acompañar el insomnioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora