8. Pentágono amoroso

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Nos dirigíamos al hospital, donde se encontraba su mejor amiga Cecilia.

*Llegamos al hospital*

-Perdona, ¿Sabes dónde está la habitación 613?- dije intentando parar a una enfermera que iba casi corriendo por el pasillo-.

-Segunda planta a la izquierda- dijo sin mirarme-.

No pude darle las gracias, cuando quise hacerlo ya no estaba. Bean y yo nos subimos al ascensor, dónde pude besarle antes de entrar en la habitación donde se encontraba su amiga. Los pasillos estaban llenos de enfermos y de enfermeras que aunque corriesen como galgos no podrían salvarles la vida a todos.

-Hola, ¿Cómo estás?- dijo Bean realmente preocupado.

-Bean- dijo muy emocionada, se le saltaron hasta las lágrimas.

-Hola, ¡estás mejor!- dije sin saber muy bien ni que decir, ni porqué estaba allí.

-Ah, hola Marina- dijo con tono de superioridad acompañada de una cara de asco.

-Eh, no es Marina es Martina- dije enfurruñada.

-Ah si, eso da igual- le cogió de la mano a Bean, algo que me puso muy celosa.

-Bean ¿Puedes salir un momento?-Sonreí.

-Val-e, ahora vengo, voy a sacar una botella de agua para Cecil-.

Esperé a que Bean se fuese al final del pasillo, para acercarme a Cecilia y cogerla de la mano.

-Cecilia, no sé que pretendes con Bean pero que sepas que él está conmigo, ¿me entiendes?- dije con tono amenazador.

-Mira niñata, no sé de donde has salido tú, pero me da igual, Bean es mío, yo llegué antes, así que ponte a la cola, Marina- dijo con tono vacilante.

-¡Que es Martina!, Mar-ti-na, ¿Eres tan tonta que no sabes entender un nombre?- dije entre gritos y sofocada.

-Imbécil, ahora verás- cogió el palo que sujetaba el suero que le suministraba las fuerzas y me dio con el en la cabeza, ya no recuerdo nada más.

-¿Seguro que no recuerdas nada más?- dijo el médico.

-No, pero ¿Qué ha pasado?- dije muy preocupada.

-Recibiste un golpe muy fuerte, acabas de despertar de un coma- dijo con tono sereno.

-¿En coma? ¿Qué?-dije muy nerviosa.

-Si, llevas un mes y medio en coma-.

-¿Un mes y medio? ¿Qué día es hoy?- dije realmente preocupada.

-31 de Enero ¿por?- dijo intrigado.

-Dios, mis padres, mis abuelos, mi trabajo, Bean- solo podía pensar en él.

-Ah, bueno por el trabajo no te preocupes, tu jefe a venido a traerte todos los días un ramo de rosas rojas, pero no es el único, otro chico aún más guapo te ha traído ramos y más ramos de margaritas blancas, dice que son tus preferidas ¿No es cierto?- dijo con una amplia sonrisa de oreja a oreja.

-Si, si que lo son-dije con tono seco y cortante.

-Bueno, me tengo que ir, hay más pacientes a los que ayudar y veo que estás bien, así que después en un rato te veo, intenta descansar y si todo va normal en dos días tendrás el alta-se fue sin hacer ruido.

¿Descansar? Tengo que salir de aquí, New ha estado visitándome, tengo mucho miedo, es capaz de hacer de todo. Me levanté muy débil y fui recogiendo mis cosas; cuando de repente entró Cecilia, seguramente para rematarme.

-Martina, lo siento, de verdad estaba celosa, Bean me gusta mucho aunque en este mes y medio me he dado cuenta de que todo es inútil, no sé que le has hecho ni como, pero esta tremendamente enamorado de tí-.

-Te perdono con una condición, quiero que seas mi aliada-dije con tono misterioso y peligroso, la circunstancia también lo era.

-De acuerdo, ¿Qué tengo que hacer?- dijo muy intrigada.

-Tienes que intentar enamorar a un hombre, se llama New, quiero que averigües todo sobre él, ¿Está bien?-dije muy segura.

-Sí, es tu jefe ¿No?- dijo convencida.

-Sí, pero una cosa más, la más importante, no dejes que te engañe, no te creas nada de lo que te diga y su intenta violarte, déjate. Deja que te haga de todo, me da igual si disfrutas como si no, pero que no pase a más, en el momento que incumplas una de mis normas, acabaré contigo, pero no te dejaré en coma, sino que te haré derramar tanta sangre hasta que medio cuerpo este vacío y vea como el alma se va a través de tus ojos- dije mirándola fijamente.

-Está bien- tragó saliva, estaba nerviosa.

-Vale, ahora ayúdame a salir de aquí, rápido es urgente, mi vida corre peligro.

Salimos del hospital, cogimos el primer taxi que había disponible y nos fuimos dirección a mi casa, había recogido todas las margaritas de Bean; Sin embargo, las rosas de New se quedaron en el hospital. Cecilia me ayudó a subir las interminables escaleras, abrí la puerta de mi casa y lo primero que vi fue todo mi salón lleno de sangre. Entré en pánico, ya había visto ese tono de color de sangre antes, Bean estaba en manos de New. Caí al suelo de rodillas y entre lágrimas grité su nombre aunque no esperaba ninguna respuesta.

-Martina- dijo una voz débil tras la puerta de mi baño.

-¡Bean!- grité mientras me levantaba y acudía corriendo hacia el baño.

Cuando lo vi, era irreconocible, estaba calvo, ensangrentado, aunque seguían siendo sus ojos, sus magníficos e inigualables ojos, los que me hacían perderme en un inmenso mar bravío.

-Dios, ¿Qué te han hecho?- dije aterrada.

-Esto-oy, bien- tosió sangre.

-Bean, ¿Puedes andar?- pregunté preocupada.

-Creo que si, espera, voy a intentarlo- sus piernas le temblaban demasiado débiles como para poder levantarse.

Llamé a Cecil para que me ayudara, pero en cuanto vio a Bean así se desmayó, vaya par de dos. Así que cogí a Bean y lo tumbé en la cama no paraba de quejarse del dolor, menos mal que un ángel no puede morir, a no ser que el arma no sea del mundo de los humanos. Le eché alcohol en las heridas y cicatrizaban muy rápido, he de admitir que Bean era muy fuerte. Dos semanas más tarde, una noche llamaron a la puerta. Fui allí y encontré una espada forjada en plata y llevaba una nota, ponía:

"Utilízala cuando lo necesites realmente o sino se convertirá en la única cosa que corromperá tu profunda alma."

La guardé en el desván, no ponía para quien era, así que no le di importancia.

Sí o NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora