Lágrimas calientes

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La buena noticia es que logré comprar un auto.
La mala noticia es que no sé nada de autos. Y me estafarón.
El aire acondicionado se apaga lentamente, comienzo aceptar que mis dedos caerán congelados y moriré. Lo más asombroso de todo esto es que no puedo dejar de reír, cuando lo único que quiero hacer es llorar lágrimas calientes.

Estafarón a la estafadora, malditamente divertido, ¿verdad?
No me molestaba la nieve cayendo en el parabrisas, me molestaba que esté maldito cacharro haya muerto en medio de un lugar demasiado similar a mi pasado. Se desarrollaba una fiesta a las afueras del lado correcto de la ciudad, dónde ambos lados se juntan y echan chispas. Era una casa abandonada, bastantes chicas corrían chillando con sus vestidos que no dejaban nada a la imaginación, probablemente muchas de ellas no alcanzaban aún los quince. Lo más seguro es que la mayoría de ellas sólo están aquí para probarle a sus padres que ya son mayores y que saben valerse por si mismas. No saben lo equivocadas que están.
Me cuesta creer que alguna de ellas esté estafando gente como yo lo hacía a los catorce años, colándome en fiestas, coqueteando con hombres mucho más mayores que yo, emborrachándolos, prometiéndoles el mejor sexo de sus vidas, para luego dejarlos inconscientes en una cama cualquiera y finalmente robarles su dinero, más las drogas que más temprano mis adorables padres les vendieron. Ese es tu trabajo, Allie Bonita. Tu padre y yo trabajamos muy duro para mantener tu feo culo alimentado, dijo mi buena madre, lo menos que puedes hacer es traer devuelta lo que te dimos.
Era eso o vender mi cuerpo a sus distribuidores. Tenía catorce años, maldita sea.

El aire afuera es espeso con una neblina fría, estudio mis opciones, porque el maldito auto ha dejado de funcionar. 
¿Bajar y enfríarme el culo en la nieve?, si claro.
¿Colarme en una fiesta llena de drogas y menores de edad?, eso suena demasiado a la antigua yo. Y que llueva mierda, no voy a correr el riesgo de encontrarme con uno de los amigos de papá.
Podría llamar a Jenna para que me rescatará, si ella tuviera un maldito celular.
¡Oh!, ¿qué hay acerca de Dan?, persiguiendo a su novia en una granja quién sabe dónde.
Y ahí acaba mi lista de amigos. Cualquiera esperaría que después de cinco meses debería tener al menos unos diez, quince amigos, quiero decir, vivo en el lado correcto de la ciudad está vez.
Gracias al jodido cielo guarde algo de mi antigua ropa en el asiento trasero. Sólo debo mezclarme y todo estará genial. 
Amarro cuidadosamente mi cabello para esconderlo dentro de la sudadera. Oh no, la sudadera.
¿Has tenido uno de esos momentos en los que eras feliz en la ignorancia hasta que tu cerebro decide traer devuelta todos los recuerdos y terminan dándote un golpe en los ovarios?, la sudadera de Kendall, ¿cómo pude olvidarla?
Apago mi cerebro y continuo disfrazándome para poder llegar a salvo a casa. ¿La única manera en la que una chica puede sobrevivir aquí?, vistiéndose como un chico. El mundo sería un lugar mejor si no existieran las malditas pollas caminantes en busca de su próxima presa. Cojo unos pantalones holgados que alguna vez usé para dormir, bajó del auto y acomodo las llaves entre mis dedos en un puño, porque voy a golpear a cualquiera que se cruce en mi camino. Escondo mi rostro obligando a mis ojos fijos en el suelo, si pudiera correría hasta llegar a un lugar más concurrido, pero sé que al correr elvaría el número de curiosos y no quiero problemas, o volver con mis padres.
He llegado a considerar llamar al taller de Eddie, pero no tengo su número. Sin embargo sé que Eddie vendría a mi rescate, por mucho que me odie por enviar a su primo a la cárcel.
Estúpido Kendall, me miró con esos ojos llenos de amor y promesas, para luego darme la espalda y decirle al jefe de policía que él era el culpable. No importó todas las veces que grité hasta dejar mi garganta en carne viva. Kendall no volvió a mirarme y se lo llevarón lejos de mi.
A nadie pareció importarle que las drogas estaban en mi mochila y que Kendall sólo me acompañaba. Aprieto con más fuerza las llaves entre mis dedos, pegando mi espalda a la pared del edificio, siempre es más seguro ir en la oscuridad. El ronroneo de un motor se detiene junto a mi, me están siguiendo. Camino más rápido olvidando mantener mi espalda contra la pared, cuando todos mis instintos me gritan que corra. De un momento a otro ya no puedo oír el motor, oh no. Pasos. Me siguen, me siguen y no puedo hacer nada. Entonces me detengo y espero.
Los pasos se detienen justo detrás de mi, me volteo con la capucha de la sudadera sobre mis ojos.
¿Llaves?, aseguradas y listas para matar a quién sea que me esté siguiendo.
—¿Allison?—su voz es ronca por fumar desde los trece años, nunca creí ser tan feliz al escuchar la voz del maldito mecánico que me odia.
—¿E-Eddie?—murmuro, quitando la capucha de mi cabeza. Suspira y noto que sus hombros se relajan.
—No tienes idea de lo hincha-bolas que puede ser tu amiga—se acerca y mira mi sudadera de reojo, luego sus ojos estudian mi rostro buscando algo, creo que decide que estoy bien porque toma mi brazo y nos lleva hasta su camioneta.
—¿Jenna te mandó por mi?—mis dientes castañean por el frío que hace poco no fuí capaz de sentir.
—Jenna—escupe su nombre lleno de odio—. Fue hasta mi taller y espantó a todos los jodidos clientes, dijo que no iba a detenerse hasta que viniera por ti. También dijo algo de tú comprando un auto en esté lado de la ciudad—sus ojos se fijan en la camioneta—. No vine solo. 
—¿Tienes novia, Eddie?—le sonrío con la única razón de que sé que odia verme feliz.
Ignora mi pregunta levantando tres dedos frente a mi—.Hay tres reglas, las cumples o te entrego a tus padres—gruñe—. Uno, no te acercarás a él. Dos, no le hablarás. Tres, no lo mirarás. ¿Quedó claro?
Siento mi garganta apretarse. Asiento.
Sube a su camioneta por el lado del chofer, la luz de la calle ilumina la forma vaga de Kendall en la camioneta. Supongo que al subirme estaría rompiendo la regla número uno. Subo a la camioneta con mis ojos al frente, cierro la puerta tan fuerte que Eddie suelta otro gruñido. El motor vuelve a la vida y abandonamos el lugar. La presencia de Kendall es fuerte, quiero apoyar mi cabeza en su hombro y decirle lo mucho que lo extrañé. Su brazo roza el mío. Eddie no dijo nada sobre tocarnos, ¿verdad?
¿Será un "yo también, Allie"?

Kendall

Obligué a Eddie para que me llevará con él a buscar a Allie. Tenía que verla.
Y la vi.
Está demasiado delgada y usa un nuevo corte de cabello.
Y sigue siendo malditamente hermosa.
Y quiero matarla. Si, la amo, pero tiene que ser una jodida idiota para meterse sola en el barrio de los chitas. Claro, eso ella no lo sabe pero de todas maneras mi chica no camina por las calles sola con la única protección que le dan cuatro llaves.
Escuché a Eddie decirle las mismas tres reglas estúpidas que me dijo a mi. Escuché como se rompía su corazón. La escuché aguantando las lágrimas tan fuerte como pudo.
Lástima que soy un cabrón que no se rinde tan fácil. 

Bruises, Una secuela de Scars.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora