𝑳】Lila, un derivado del violeta que representa tranquilidad e inclusive, poco impacto.
Ahí estaba. De madera gastada, pintada con un tenue lila pastel y perilla blanca. El número “201” resaltaba en un morado uva justo en el centro.Recordaba la primera vez que la había visto: había querido reír. Esa puerta era un jodido contraste en comparación a sus compañeras color café. Su mejor amiga, dueña de una cafetería, le había pedido cubrir a su repartidor. Así fue como dio con la peculiar puerta lila.
Toc. Toc.
—¡Voy!
El bonito timbre de voz de una fémina, que él bien conocía, atravesó las paredes como la primera vez.
—¡Oh, Neji!
Los ojos con toques malva del chico se abrieron suavemente y una leve sonrisa surcó las comisuras de sus labios con sorpresa. La última vez que la había visto tenía una preciosa y larga cabellera azabache, ahora tenía un estilizado corte estilo bob que resaltaba sus bonitas facciones.
—Suzume, ¿Interrumpo? Vengo por las últimas cajas...
Ambos se observaron con pena mutua, carraspearon y apartaron la mirada del otro con incomodidad.
—No interrumpes nada. Ven, pasa.
Se hizo por un lado dejándolo pasar. El olor a lavanda llenó sus pulmones causándole un revoltijo en su estómago. La sensación de calidez que ese común olor le causaba lo enloquecía.
—Traje un par de guías que dejaste en el dōjō y tu termo.
Le dijo. Una risa amarga salió de la chica.
El castaño solo la vio con dolor comprendiendo el motivo. Ambos habían sido la pieza faltante de su rompecabezas, en pasado.
¿Cómo lograrían olvidar tan perfecta rutina?
—Yo... Iré por un abrigo para ayudarte a bajar las cajas.
Él asintió metiendo las manos en sus bolsillos viendo a su ex novia perderse en el pasillo. Su mirada viajó por el lugar permitiéndose sentirse nostálgico.
Los portaretratos estaban boca abajo causándole un mal sabor de boca. Sin poder evitarlo, sintiendo que sus manos picaban con necesidad se acercó a uno de ellos levantándolo. La brillante imagen de ellos dos en la cafetería de su mejor amiga lo hizo sonreír.
Recordaba a detalle aquel momento. Había sido en una de sus primeras citas como novios oficiales, esas épocas color rosa pastel donde todo era abrazos, besos, estar pegados uno al otro como gomas de mascar. Tenten los había captado en una de esas escenas románticas que inconscientemente montaban.
Al escuchar un sonido proviniente de la habitación dejó el portaretrato en su lugar. Su mirada ahora viajó al sofá color menta, vio una colcha de tela polar arrugada y unos cuantos empaques de galletas chocolatadas. Sus comisuras volvieron a alzarse en una sonrisa recordando todos sus viernes de películas en este, siempre terminaban durmiendo uno encima de otro con papitas en sus cabellos y la película reproduciéndose mientras ellos babeaban.