3. DE FIESTA A TRAGEDIA

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Harry subió a las murallas, contemplando la comitiva real, con Brann a su lado. Cuatro ginetes encabezaban la marcha, siendo el príncipe Joffrey el primero y protegido por Sandor Clegane. Los seguían bastantes personas a caballo y a pie. Casi cerrando la marcha un carruaje cerrado tirado por unos cincuenta equinos iba rodando lentamente por el camino que conducía hacia la fortaleza, y el rey Robert Baratheon lo precedía acompañado de sus guardias de capa dorada.

Brann bajó para informar a Catelynn Stark mientras que Harry se quedó aún allí, observando cómo sus invitados desfilaban lentamente por el camino y alegrándose por el progreso que su mundo había hecho. Al ver que el grupo estaba entrando a uno de los  patios de la fortaleza, el de ojos esmeralda se reunió con rapidez con los Stark, que esperaban de pie.

Siguiendo el ejemplo de la familia, Harry se arrodilló mostrándole respeto al rey cuando este llegó ante ellos. El hombre tenía un gran bigote, era pelinegro y alto, de unos  dos metros de estatura, pero de una gran circunferencia complementando aquel detalle.

—¿A quiénes tenemos aquí? —preguntó el rey sonriendo a Robb y estrechando su mano. Lo mismo se repitió con los dos niños restantes, y las damas se ganaron un beso en las manos por su parte.

—¿Y quién es este? —preguntó el rey mirando a Harry—. No parece un Stark.

—Es que no lo soy Alteza —repuso el chico haciendo una breve reverencia—. Soy pupilo de lord Eddard Stark, al igual que el joven Greyjoy. Provengo de un reino muy lejano en el que la magia se practica por doquier, pero mi tutor quiso que tuviera algo más para recurrir si esta me fallaba, así que me mandó aquí. Lord Harrison Potter Black a su servicio.

—Interesante, ¿y podríamos formar alianzas con el reino del que provienes? —dijo Robert, pensando que tal vez aquel hermoso muchacho sería perfecto para casarlo con Mircella.

—Lo siento alteza, pero no creo que le guste estar envuelto en una guerra mágica —trató de excusarse el azabache, sin poder evitar ver su mente y, por consiguiente, sus pensamientos de casarlo con alguien que ni conocía.

—Bobadas —repuso el rey despachando la negativa del chico— con un brusco gesto de la mano—. Me gustaría hablar esto con tu tutor.

—Mierda —murmuró Harry por lo bajo, para luego alzar la voz—. Trataré de contactarme con él, alteza.

—Perfecto —dijo él con una gran sonrisa. En ese momento llegaron Cersey y sus hijos—. Bueno, llévame a tu cripta, Nedd —dijo Robert.

—Llevamos viajando desde el amanecer, amor. Seguro que los muertos pueden esperar.

—Nedd —insistió su esposo, y el Stark se separó de su familia para seguirlos.

—————

Harry encontraba el banquete un poco aburrido, a pesar de que los trovadores cantaban y bailaban escenas históricas de los siete reinos. Prefería aprender a controlar sus poderes o practicar con Robb, Brann o Jon. Sin embargo todos estaban allí, así que decidió salir al patio a entrenar un poco sus poderes de animagia y metamorfomagia.

Dispuesto a volar un poco transformado en un águila o alguna rapaz parecida salió al patio más cercano. Resultó que no era el único que encontraba aburrido el banquete. Jon estaba golpeando un muñeco de entrenamiento con su espada.

—¿aburrido? —————preguntó el ojiverde.

—Un poco —————dijo Jon—————. ¿Tú?

Bastante —————admitió Harry—————. ¿Puedo entrenar contigo?

Vale aceptó el mayor con una sonrisa. Harry invocó su espada con un movimiento de mano, y se acercó al joven bastardo. Empezó una reñida lucha en la que Harry logró ganar a Jon a costa de una cinta para distraerlo, ddesviándose hacia la derecha pero atacando por la izquierda en dirección a su pecho.

 —Vaya, ya estaría muerto si fuera un combate real —dijo una voz a sus espaldas.

—¡Tío Benjen! —dijo Jon con una sonrisa, y el chico corrió a abrazarlo.

—Estoy aquí. No te dejaría solo con los Lannister. ¿Por qué no estás en la fiesta?

—Lady Stark pensó que era un insulto a la familia real que un bastardo estuviera entre ellos.

—Siempre tienes un lugar en el muro. Siempre hay un asiento para bastardos.

—Llévame contigo cuando vuelvas —dijo Jon, con ojos suplicantes.

—Jon —replicó el mayor,, pero el bastardo le interrumpió.

—Padre me dejará si se lo pides, sé que me dejará.

—El muro no va a ir a ningún sitio.

—Estoy preparado para hacer el juramento —replicó el menor.

—No sabes a lo que renunciarías. No tenemos familia ni enjendraremos hijos jamás.

—Eso no me importa —replicó Jon acaloradamente—.

—Pues debería importarte —reparó en Harry, que se había mantenido en silencio durante toda la discusión—. No me has presentado a tu amigo, Jon, ¿quién eres?

—Soy Lord Harrison Potter black, señor de estas dos casas.

—Nunca he oído hablar de estas casas. ¿Eres extranjero?

—Sí señor, mi reino es uno en el que la magia predomina, y mi tutor quiso que pudiera recurrir a otra cosa por si me fallaba. Por eso me hizo pupilo de Nedd.

—Sabio tu tutor —asintió Benjen—, yo haría lo mismo. Ahora tengo que entrar ahí, he de salvar a tu padre de sus invitados —dijo volviéndose hacia Jon—. Luego hablamos —se despidió.

Tras un "consejo" de Tyrion Lannister, los jóvenes reanudaron su entrenamiento. Estuvieron una media hora así, hasta que los dos estuvieron lo suficiente cansados y fueron a sus aposentos.

Al día siguiente todos se hallaban listos para una partida de caza. Harry iría también a insistencia del rey, por lo que montó en su caballo, con su loba siguiéndole.

—Lo siento, pero ella no podrá venir —dijo Nedd sonriéndole al chico.

—Quédate Layla —dijo el ojiverde, y la loba agachó las orejas y le mandó una mirada de reproche, antes de ir a jugar con Verano, el lobo de Brann.

Nadie vio esa mañana cómo Brann se caía de una de las torres de la fortaleza de Invernalia, empujado por Jaime Lannister.

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