Quidditch

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Scorpius Malfoy siempre había detestado el quidditch, y los deportes en general. No, no le divertía en absoluto ver gente volando detrás de una pelota o viroteando en sus escobas para esquivar otras tantas. Scorpius, detestaba el quidditch, o al menos, así era hasta que comenzó a salir con James Potter.

James era el hijo mayor de Harry Potter, el salvador del mundo mágico. Tenía cabello castaño, ojos avellana y algunas pecas dispersas en su rostro. No era el típico hijo que todos querían. No era bueno en las materias, se metía en problemas y llegaba a ser realmente irrespetuoso. Totalmente contrario a Malfoy, que tenía calificaciones perfectas, era buen alumno y sus modales eran de los mejores.

Quizá por eso había atraído a Scorpius, el hecho de que James lo sacara totalmente de su zona de confort.

—¿Dónde quedó tu orgullo Slytherin?— Bromeó Albus, su mejor amigo, al verlo llegar con la campera de Gryffindor, perteneciente a su novio.

—Junto a tu dignidad, Potter, perdidos por ahí— Bromeó el rubio, tomando asiento a su lado en las gradas.

El silbato sonó poco después anunciando el comienzo del partido. Los jugadores se elevaron en sus escobas. Sus ojos se cruzaron con los de James y su corazón dió un vuelco.

Localizó a Potter con la mirada. La brisa zarandeaba su túnica y su cabello ya despeinado. Una sonrisa soncarona invadía su rostro ante la posibilidad de ganar, sus ojos se iluminaban al tomar la bolita dorada, su sonrisa se expandía al buscarlo entre el público para dedicarle esta victoria.

No, a Scorpius no le gustaba el Quidditch. A Scorpius le gustaba ver a James jugar Quidditch; y eran cosas totalmente diferentes.

—¡Vamos James!— Gritaba desde las gradas cuando este se disputaba con el buscador contrario en busca de la snitch. —¡Cuida-...!

La frase quedó a medias, siendo brutalmente interrumpida por un "uhhh" en conjunto. James fue golpeado por una bludger demasiado violenta, cayendo a la salvación de un hechizo conjurado por su novio justo a tiempo.

El partido se detuvo. El mundo de Scorpius se detuvo. Profesores y compañeros se amontonaron a su alrededor. Scorpius se arrodilló frente a él y acarició su mejilla.

—¿Respira?— Preguntó algún alumno random.

—Dejenme ver— Se acercó uno de los profesores con cuidado. Negó. —Su respiración es débil. Llevenlo a la enfermería...

Antes de que pudiera ser tomado por los pares de brazos, las lágrimas se acumularon en los ojos de Scorpius.

—James...— Murmuró acariciando nuevamente su mejilla.

—¡Boo!— Se enderezó James asustando a medio colegio, incluídos profesores.

—¡Por Merlín, Potter!— Refunfuñó. —Púdrete— Continuó ante las risas del castaño.

—Vamos bebé, no dramatices— Liberó la Snitch de su mano, dando a entender que el partido y el espectáculo habían acabo, y siguió a su novio a través del campo.

—¡Gryffindor se lleva la victoria con 180 puntos!— Anunció el comentarista.

Los viroteos y festejos se hicieron presentes en el campo, mientras que los besos y caricias lo hicieron en el rostro y cuerpo del niño Malfoy.

—Deja de gruñir... Pequeña serpiente— Murmuró en el oído del pequeño. Provocó una risita en su contrario que lo hizo sonreír. Lo giro hacia él y unió sus labios con los suyos en un beso lleno de calma y aventura.

La combinación perfecta entre ambos. Por qué, de alguna forma, James era el caos que Scorpius tanto buscaba, y Scorpius era la calma en la tormenta de James. Habían convertido una vida de blancos y negros, en acoíris multicolores con duendecillos bailando por ahí.

One shots | Scames |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora