Capítulo 8

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Jack

Se gira hacia Helena, que tiene las manos manchadas y las mueve hacia todas partes, golpeando a la gente sin ser consciente de ello. Muchos intentan pararla, pero el miedo es demasiado fuerte. 

—¡No! ¡Ha sido un accidente! ¡No podéis matarme!—no para de gritar la chica mientras las lágrimas caen por su cara.

Al ver que nadie es capaz de detenerla, y preocupado por la cara de terror de su única amiga, Jack aparta a las personas que se han puesto delante de él y se acerca a Helena. Con un rápido movimiento agarra sus brazos y acerca a la chica a su cuerpo, mirándola a los ojos. 

—Está bien, tranquila, mírame, mírame—repite sin parar.

Pero sus ojos azules no la tranquilizan y de repente, Helena logra soltarse y su puño va directo a su nariz. Jack se ve impulsado hacia atrás, la sangre empezando a manar. Oye a alguien que empieza a murmurar, pero tranquilamente se limpia con la camiseta y vuelve hacia Helena. Sin ningún miramiento le agarra un tobillo y la tira al suelo para ponerse después encima de ella, inmovilizándola con las piernas y agarrando su cara.  Coloca su frente contra la de ella para hablarle. 

—Helena, estoy contigo, todo está bien, estoy contigo. No te va a pasar nada.

Finalmente, el cuerpo de Helena se empieza a relajar. Sus ojos están llenos de lágrimas y empiezan a volver a la realidad. Jack respira sobre ella, logrando que su agitada respiración, se acompase con la de él. 

—Estás sangrando—su voz suena un poco ronca y en un susurro cuando habla—Azul.

—Eso pasa cuando me pegas—le sonríe él sin prestar atención a su dolorida nariz.

—Jack—ella levanta una de sus manos hasta su nariz y su dedo toca la sangre con reverencia—Sangras azul.

A su alrededor, todos murmuran y susurran de tal manera que Jack empieza a tener miedo de mirarles. Ellos quieren volver a instaurar la sangre azul, ¿no? Por lo que no van a matarle o beberse su sangre. Porque entre los nobles hay habladurías sobre gente que vende y compra sangre azul, porque te hace mejor y más fuerte.

Se echa hacia un lado para dejar que Helena pueda incorporarse y tras infundirse valor a sí mismo, levanta la vista para enfrentarse a todos. 

—¿Jack?—la cara de Orión es un poema y no puede evitar sonreír al ver las sorpresa de todos.

—¿Qué pasa?—se pone de pies como si nada hubiera pasado—¡Helena!

La chica acaba de golpearle en el brazo para que deje de bromear. En ese momento aparecen los médicos que se inclinan sobre los heridos y la atención de la gente cambia hacia ellos, aunque Jack nota que todos le miran de reojo.

Orión se acerca a él y se agacha para susurrarle al oído.

—Ven conmigo. 

Jack sigue a Orión fuera de la zona de entrenamiento y tarde se da cuenta de que Helena va tras él. Le mira diferente a antes, como si descubrir que tiene sangre azul le hiciera… mejor. O al menos no tan malo.

Orión camina por la base con paso veloz, así que los dos corren tras él. A Jack no se le ocurre decirle a Helena que no puede ir con él. Es su amiga, así que puede ir con él.

Caminan hacia una puerta que en nada se diferencia de las demás. Orión la golpea tres veces y espera a que le abran. Cuando lo hace, se gira y descubre a Helena escondida tras Jack.

—Helena, no…—empieza, pero Jack agarra a su amiga y tira de ella hacia el interior de la estancia sin esperar ninguna invitación.

—Buenos días—saluda amable. 

Una mujer con el pelo rubio recogido y un bonito vestido azul, les mira sorprendida desde detrás de un escritorio. Delante de ella hay cientos de pergaminos y hojas desperdigados y de la pluma que sostiene, caen gotas de tinta.

—¿Qué…?—se interrumpe cuando ve su cara, todavía manchada de sangre y se levanta—¿Le ha pasado algo a Aarón o a Anna?

—Es su sangre, mi señora—responde tranquilo Orión colocándose a su lado.

—¿Su sangre?

—Soy Jack. Mi sangre es azul. Por lo demás, soy totalmente normal, listo, un poco torpe para defenderme o atacar y con ansias de hacer nuevos amigos. Un placer. 

La mujer observa su mano extendida hasta que reacciona y levanta la suya propia.

—Soy Teresse. Mi sangre también es azul y esto es… una sorpresa. 

Jack abre la boca sorprendido. ¿Teresse? ¿La princesa muerta? ¿La que se supone debería estar vagando por el castillo en busca de venganza y esperando que su amado la encuentre?

—¿Madre?—una chica entra entonces en el despacho con una espada en el cinturón—Hemos vuelto con tres bajas. ¿Estás muy ocupada? 

¿Madre? Jack intenta hacer memoria de los libros que leyó hace un par de años sobre los reyes. Los encontró escondidos en el sótano, ya que era delito poseer libros que engrandecieran a los antiguos reyes. Poco a nada se hablaba de Teresse, que acababa de cumplir los dieciocho cuando ocurrió la masacre, por lo que no había participado gran cosa en la vida pública.

—Ocupada, sí…—Teresse le sigue mirando—Pensaba que esos locos habían conseguido matarte. Fue una suerte que consiguiéramos salvar a Aarón y a Anna. ¿Cómo es que estás vivo?

—Fuimos dos—le cuenta—Mi hermano nació muerto y le hicieron pasar por mí. Después de eso… crecí en casa, sin salir ni relacionarme. Todos pensaban que yo era raro o que tenía algún problema. En realidad no fue demasiado difícil. Supongo que siendo mis padres nobles, no muchos se atreverían a indagar. Íbamos de viaje cuando nos secuestrasteis y no trajisteis aquí.

—Menuda… suerte—declara Teresse quien se acerca para abrazarle y después se gira hacia Helena—¿Y ella?

—Es mi amiga—rodea los hombros de Helena con actitud protectora—Es lista y fuerte y una gran guerrera.

—En realidad, yo había pensado que sería una buena espía—interviene Orión—Estamos faltos de ellos últimamente, mi señora. 

Teresse se apoya en la mesa y mira al grupo que tiene ante sí. Mientras piensa, Jack aprovecha para echarle un vistazo a su hija. Debe de tener unos treinta años y es igual a su madre, solo que sus facciones son más duras. En la guerra que están librando, Teresse es un símbolo y no se puede exponer a ser herida, por lo que lo más probable es que mande a su hija en su lugar. Y una guerra deja marcas, tanto visibles como invisibles. La espada manchada, es una de las visibles.

—Me gustaría hablar con Jack—Teresse le saca de sus pensamientos filosóficos—Llamad también a los niños. Pipa, ve a avisar al capitán de lo sucedido, me reuniré con vosotros después de cenar para decidir nuestro próximo plan. Orión… tienes razón. Necesitamos espías. Enseña a la chica lo que puedas en una semana y partiréis entonces.

—¿Partiremos?—pregunta Orión confuso.

—Eres uno de los mejores. Seguro que conseguirás un puesto en la guardia mientras Helena se interna en palacio como sirvienta. Hace escasas horas ha llegado Ojo de Águila y me ha dicho que dentro de poco se va a anunciar oficialmente el compromiso entre el infante y lady Alicia. Necesitamos saber más. Ocúpate.

—Sí, mi señora. 

Pipa sale de la habitación y le grita a una joven que lleve a Aarón y a Anna a ver a su madre. Orión le hace un gesto a Helena, que tras lanzarle una mirada a Jack, se marcha también.

Jack se queda mirando a Teresse, emocionado y un poco preocupado por todo lo que está por venir, porque sin darse cuenta, él y Helena acaban de meterse en el ojo de todos los problemas.

De sangre azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora