105.3.- SUPERNATURAL (DEAN WINCHESTER)

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Phoenix movía el pie nerviosa mientras miraba con paranoia a su alrededor. Bobby estaba arrodillado a su lado, bendiciendo el agua de los aspersores.

Una vez terminaron su parte del plan, regresaron a la casa de enfrente a esperar.

Tras el "incidente" de su detención en Monument, Bella acabó confesando que había hecho un trato y que el demonio que conservaba su alma era la misma que tenía la de Dean. No podía ser otra que Lilith. Así es como habían llegado hasta New Harmonie, Indiana, donde estaba el demonio.

Pasado un rato, Phoenix empezó a impacientarse.

—¿Y si Lilith lo sabe? Han entrado directos a una trampa —empezó a murmurar nerviosa al ver que los hermanos Winchester tardaban mucho—. Tenemos que entrar a ayudarles —exclamó, pero Bobby no se movió de su sitio.

Sin que el hombre pudiera deterla, Phoenix salió de la casa y corrió hacia la del frente. Los demonios que se habían reunido en la entrada, pero que no habían conseguido pasar del patio por los aspersores expulsando agua bendita, la miraron sin acercarse a atacarla. Phoenix supuso que algo debía ir realmente mal.

Acababa de entrar a la casa cuando escuchó los gritos de Dean y Sam, por lo que corrió en su busca. Supo donde estaban porque una fuente de luz blanca iluminó la habitación. Lo primero que vio al entrar fue a Ruby atacando a Sam, que estaba en el suelo. El demonio dejó de usar su magia y les miró sorprendida, Sam se levantó del suelo.

—Atrás, quedaros atrás —demandó intentando parecer intimídate, pero se veía claramente asustada.

Ambos cazadores sacaron sus dagas, pues el chico llevaba la que le había quitado a Ruby, pero antes de que pudieran matarla, el demonio salió del cuerpo.

Y fue en ese momento en el que Phoenix se dio cuenta de que la pesadilla se había hecho real. Dean estaba tirado en el suelo, su ropa desgarrada y llena de la sangre que le salía a borbotones de las largas heridas con forma de garras que le llenaban el cuerpo. Sus preciosos ojos verdes  seguían abiertos, pero el divertido brillo que siempre poseían se había marchitado.

—No, Dean no, por favor —suplicó con un nudo en la garganta mientras Sam y ella se agachaban junto al cuerpo sin vida de Dean Winchester.

En aquel instante, Phoenix se lamentó de no haberle dicho la verdad. De no haberle confesado que estaba terrible e irrevocablemente enamorada de él.

Phoenix despertó porque su teléfono estaba sonando.

—¿Sí? —preguntó con los ojos aún cerrados.

—¿Phoe?

La joven cazadora se despertó de golpe. Solo había una persona que la llamaba así, pero aquello era imposible. Dean había muerto cuatro meses atrás.

—Quien quiera que seas, no tiene gracia —murmuró enfadada antes de colgar.

Después de aquella fatídica noche, en la que Sam les contó que Lilith había poseído el cuerpo de Ruby, ahí la razón de que Phoenix la hubiera visto atacando al chico. Los tres enterraron a Dean e intentaron seguir con sus vidas, cada uno a su manera. Bobby se dejó llevar por la bebida, Sam dejó de llamarles y se centró en encontrar a Lilith y en buscar una forma de traer a su hermano de vuelta. Phoenix, por su parte, se concentró en su trabajo como cazadora. Hablaba con Bobby de vez en cuando, pero había intentado volver a su modus operandi de antes de conocer a los Winchester, cuando su única preocupación era detener a los seres sobrenaturales. Y funcionaba, a medias. Mientras estaba en plena caza, no pensaba en otra cosa. Pero una vez estaba de nuevo en el motel, no tenía nada que la entretuviera del vacío que había aparecido en su interior. Lo sentía crecer con los días y temía el momento en el que se hiciera tan grande que se la tragara entera.

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