CAPÍTULO 2. LA CHICA EN LA TRIBU

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Desperté al sentir una mirada puesta en mí.

Había cedido mi colchoneta a la chica de cabello plateado que había conocido el día anterior, por lo que terminé durmiendo sentado sobre uno de mis cojines.

Algo me golpeó la pierna derecha. Abrí los ojos lentamente topándome con Kris, uno de los guardianes de la aldea. No se veía muy contento.

—Reunión con la anciana —dijo mirándome fríamente. Qué insolente, hablándole de esta forma a su superior.

—Cuida tu lenguaje —respondí incorporándome. La espalda y el cuello definitivamente dolerían todo el día—. Se trata de la sabia.

—Lo que sea, vámonos de aquí —. Salió de la habitación.

Antes de retirarme, eché un vistazo atrás para verificar que la chica seguía dormida.

Se había caído de la colchoneta y ni siquiera se había percatado. Reí por lo bajo.

—¡Apresúrate! —gritó Kris.

—Cierra la boca —respondí irritado—. La vas a despertar —. Miré nuevamente a la chica. Probablemente se encontraba en el quinto sueño. Su pecho ascendía y descendía lentamente. Se encontraba profundamente dormida.

Salí de la casa.

...

Desperté en cuanto mi cuerpo consideró que había descansado lo suficiente para llevar a cabo una nueva jornada. Me estiré y me senté.

Observé la extraña habitación en la que me encontraba aún adormilada, intentando encontrarle sentido a lo que mis ojos veían.

Repentinamente recordé todo lo acontecido el día anterior. Desperté completamente al instante.

—¿Entonces no fue un sueño? —me pregunté a mí misma mientras desesperadamente frotaba mis ojos con las manos.

Me tiré sobre la colchoneta y observé al techo. En algún momento, mi mente se había quedado en blanco y me mantuve con la vista perdida por algunos minutos. Entonces recordé a Abner, que no se encontraba por ningún lado en la habitación.

Me puse de pie y salí para buscarlo en las otras habitaciones de la casa. Me detuve antes de mirar en la habitación del aseo. Definitivamente no me arriesgaría a mirar ahí con la posibilidad de encontrarme con un Abner completamente desnudo tomando un baño.

—¿Abner? —dije, esperando que, si se encontraba en la habitación respondiera a su nombre—. Abner, ¿estás ahí?

Pasaron algunos minutos y no respondía, por lo que decidí echar un vistazo. Para mi suerte, no se encontraba ahí. Reanudé la respiración que, por alguna razón, contuve antes de mirar por la entrada de la habitación.

Caminé fuera de la casa y al no encontrarlo ahí, me dirigí al corral.

—¿Abner? —pregunté al aire—. ¿Estás aquí?

No estaba por ningún lado pero Coco seguía en su sitio.

—Hola, Coco —dije mientras lo acariciaba—. ¿Has visto al hombre con la mirada más serena del mundo por aquí?

No me respondió ni un relinchido, aunque si aprovechó la oportunidad para intentar comerse mi cabello. Comencé a reír y retiré mi cabello de su hocico.

—Ya entendí, tienes hambre. Te buscaré algo para desayunar.

Busqué por el lugar algo con lo que pudiese alimentarlo y, cerca del establo, en un recipiente cubierto por una tapa de madera, encontré tres zanahorias pequeñas. Las tomé y regresé con Coco para brindarle un buen desayuno.

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