Chica Rara

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"Ella, tan pura, tan inocente, torpe, tan extraña para el mundo en el que yo vivo, tan llena de colores. Ella no sabe cómo ilumina los días, ni las sensaciones que causa, ella no percibe lo atractivas que resultan sus maneras, no se da cuenta, yo sí lo hago¨

La noche anterior sí que había sido agitada. – pensé mientras daba vueltas en la silla giratoria de la oficina en la que me encontraba para una cita con una artista a la cual quería ofrecerle trabajo, estaba bastante retrasada, pero estaba tan absorto en mis pensamientos que ni me importó. – mira que hace muchos años no me daban un tortazo de cumpleaños. – sonreí recordando lo sucedido, en un principio me molestó ese incidente, esa chica era muy torpe, pero luego de un rato me pareció muy divertida toda la situación, sobre todo al escuchar desde mi habitación como me ponía a parir después de lo que le dije, tal vez me haya pasado de grosero, pero desde hace tiempo no me divertía tanto.

Llamaban a la puerta, de seguro era la persona que estaba esperando.

-Buenos días señor Jareth, ella es Lien, la chica a la que usted quería conocer. – dijo Irma Gonzáles, una mujer muy agradable con la cual estábamos colaborando.
Me encontraba de espaldas a ellas, cuando me volteé para saludar…

- Buenos días señor, yo soy Lien Almar, me hizo muy feliz que… - Era ella, sí, era ella. De estatura media, piel blanca, cabello largo castaño, nariz respingada, unos inusuales ojos color ámbar y labios gruesos y rosados. Pese a que indiscutiblemente no podía negar, ni evitar fijarme en la belleza de esta chica, en mi cabeza solo resonaron dos palabras: Chica Rara.

- ¡Eres tú! –dijimos al mismo tiempo. No pude evitar sonreír ante esta jugarreta del destino, por su parte, ella se mostraba más que sorprendida, incómoda.

- ¿Ya se conocen? –dijo Irma mientras sonreía sorprendida.

-Algo así – dije -Ya se puede retirar Irma, muchas gracias. – Irma se retiró y yo no pude evitar hacer una broma, la cual no le resultó de buen gusto porque enseguida quiso marcharse.

Me levanté rápido de la silla y la agarré por el brazo para evitar que se marchara, al detenerla nuestros cuerpos quedaron muy cerca, podía sentir a la perfección su aroma, y escuchar los latidos de su corazón cuando nuestras miradas se cruzaron y su rostro se ruborizó. En serio existe aún en este mundo una chica así, qué extraña.

-Espere, señorita. Intentemos dejar de lado todo lo sucedido… -dije casi en un susurro- al menos por el momento. – dije en un tono más alto mientras le soltaba el brazo y me alejaba. –Yo la cité aquí porque me gustó bastante su trabajo.

- ¿Y bien? – dijo empinando su nariz.

-Bueno toma asiento, debo explicarte mejor- señalé una silla que estaba frente al escritorio y me volví a sentar en la silla giratoria. Ella se acomodó con gestos de desgano en la otra silla. Por fín iba a poder contarle sobre la propuesta de trabajo.

- Mmm… yo… - dijo ella después de escucharme, no me parecía muy convencida, tal vez pensaba que la estaba engañando.

- No me digas nada, piénsalo y me dices mañana, en el hotel donde trabajas.

- No trabajo allí, es mi casa.

- No deberías gritar en las noches o perderán los clientes, sobre todo si dices que tu huésped es un idiota, muy guapo, pero idiota. – le dije sonriendo y casi le da un paro cardíaco, sus ojos se abrieron como platos, palideció y sus mejillas parecían que podían explotar en cualquier momento de lo ruborizadas que estaban.

- Creo que ya hemos terminado. – Pegó un brinco y salió corriendo de la oficina.

- ¡Adiós extraña! – le grité desde la puerta de la oficina, riéndome. Me divierte mucho verla correr mientras parece que se regaña así misma.

Por siempre, Evet.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora