Capítulo 1

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Jimin se entretenía deshojando las flores de almendro que adornaban el patio cuando notó que una mano se posaba suavemente sobre su hombro. Cuando se giró, vio que se trataba de Taehyung, uno de los príncipes más jóvenes. Taehyung era el preferido de su madre, conocido y admirado por su belleza, su gentileza y su bondad. Era tan bueno que insistía en hacerse amigo de Jimin, aún cuando este era despreciado por todos. Y Jimin, desde luego, no merecía un amigo como él. 

-¿Puedo hablarte de algo que me preocupa...?-preguntó el príncipe.

-Claro, alteza. 

-Es sobre Jungkook. 

Por supuesto que era sobre Jungkook. Jimin debería haberlo supuesto. Jungkook era uno de los bailarines recién llegados a la corte. Era un muchacho de gran belleza, tímido pero orgulloso, que había cautivado al príncipe desde el primer momento. Siempre se escabullía para mirar atentamente los ensayos desde la llegada de Jungkook. Jimin lo había tomado bajo su ala protectora, porque sabía que el joven bailarín era más vulnerable de lo que aparentaba. 

-¿Por fin vais a decirle algo?

-No lo sé. De eso se trata. Si le digo algo, sé que no se negará. Pero yo...¿lo entiendes, Jimin? Soy un príncipe, nadie se negaría a complacerme. No quiero que esté conmigo por miedo o por ambición. Si me acepta, quiero que sea porque me ama, o porque le gusto, aunque sea un poco. 

-Él también os mira, alteza. Cuando apartáis la mirada, os mira. Y lo niega cuando yo le pregunto, pero sé que, cuanto menos, le intrigáis...¿por qué no intentarlo...?

-No es solo eso, Jimin. No es tan sencillo. Yo lo tengo todo, pero no puedo ofrecerle nada. No puedo casarme con él, solo convertirle en mi protegido. Tú aguantas el desprecio porque eres fuerte, pero él...él no...Sé las cosas...Perdóname, pero sé lo que dicen de ti, y no me gustaría que hablaran así de él si decide aceptarme. 

-Yo también he oído cosas-repuso Jimin. "Y me merezco que digan eso, porque es cierto. Todo es cierto"pensó, sin llegar a decirlo en voz alta. 

Jimin sabía que, en parte, Taehyung tenía razón. Podía ofrecerle oro y todas las posesiones materiales que Jungkook deseara. Podía construirle un palacio entero, pero sí era de amor de lo que se trataba, Taehyung nunca podría entregarse del todo. Los protegidos y las concubinas de la familia real vivían encerrados, y su vida giraba siempre en torno a la de alguien más. Vivían y morían por esa persona, y Jungkook ansiaba la libertad. Podía parecer dócil, pero Jimin conocía su verdadero carácter, y sabía que se negaría a encerrarse de por vida, a entregar cuerpo y alma a alguien que, por mucho que le amara, podía dárselo todo y nada al mismo tiempo. 

¿Merecía tanto la pena el verdadero amor, el amor recíproco? 

Jimin no tenía manera de saberlo.

Después de aquella conversación, se dirigió de nuevo a la sala donde los bailarines  ensayaban los espectáculos y los bailes con espadas con que entretenían a los príncipes y a sus invitados. Se cruzó con Jung Hoseok, cuya sonrisa se borró de sopetón al encontrar su mirada. Jimin odiaba aquella sonrisa con cada fibra de su ser. Era la sonrisa más perfecta que existía, y cuando Yoongi aún vivía, él sentía que se burlaba de él al sonreír así. Ahora Jung Hoseok sonreía con la boca, pero no con los ojos. Y Jimin todavía odiaba apasionadamente cada uno de sus rasgos delicadamente atractivos. 

The king and the dancerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora