Capítulo 7: Complicaciones

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Seiya subía muy lentamente así el departamento, no quería llegar ya conocía bien a sus compañeros y no quería llegar nunca pero era inevitable llego a la puerta y coloco la llave giro y silencio el pelinegro arqueo una ceja extrañado donde estaban ese par de infantes llamados Mina y Yaten se preguntó pero al cruzar la puerta una poderosa y deprimente energía lo obligo a retroceder parpadeo confundido y sin más vacilaciones ingreso sus pasos lo guiaron hasta el origen de aquella depresiva presencia abrió la puerta, un muy sutil aroma a sangre le llegó algo asustado se apresuró a ingresar parpadeo confundido ante el cuadro que se presentaba ante el, Michiru sentada con una taza de chocolate caliente y Mina a su lado, ambas con cara de tragedia pero eso no fue lo extraño.

— ¿Qué paso? – pregunto Seiya cuando vio a Yaten pegado a la pared como si fuese un cuadro más.

— Yaten estaba fastidiando a Mina… y pues ella está en… tu sabes… 'tienen problemas de chicas' lo que la puesto más sensible que nunca pero Yaten no ha entendido el mensaje cuando ese florero se ha estampado en su cabeza y ha comenzado a burlarse de ella, creo que decirle pecho plano no fue su mejor idea – respondió Haruka que llevaba una bandeja con una taza de chocolate y algunas galletas.

Seiya suspiro y se llevo una mano a la cabeza, ¿qué terrible pecado cometió en el pasado para tener que aguantar a ese par de niños? estaba por decir algo cuando el anillo que siempre portaba brillo con fuerza

— Serena – dijo en un susurro y salió a toda velocidad.

Haruka se estremeció acababa de sentir una poderosa aura vampírica que se descontrolaba cada vez más. Yaten dejo de protestar e insultar a la hechicera y uso su propia aura para liberarse las chicas alzaron la vista al sentir el incremento de magia y oscuridad que desprendían los vampiros.

— Serena – dijeron los cuatro.

Seiya llego a la casa y encontrar la puerta abierta lo inquieto más ingreso a esa casa pero una poderosa barrera le dio una descarga eléctrica el pelinegro gruño molesto era una barrera para alejar a los espíritus oscuros, el vampiro aspiro profundamente y sus ojos azules brillaron de dorado, su cabello se alargó y en su cabeza asomaron dos orejas de lobo sus colmillos se alargaron ligeramente y largas garras sustituyeron sus uñas, finalmente una cola negra se agito en su espalda, completamente despierto como lobo confundió a la barrera e ingreso a la casa llego a la sala y encontró con la escena más terrible; Serena estaba completamente fuera de control, los dos humanos temblaban de miedo en una esquina protegidos por una barrera creada por talismanes sagrados, y asiéndole frente a la vampiresa se hallaba un hombre de cabello castaño largo a todas luces un mago negro, Molly estaba tendida en el suelo inconsciente aunque en su mano tenía la joya que Serena le otorgó. No comprendió nada pero sabía una cosa ese mago no podría detener a Serena.

— Aléjate de ella – ordeno, el mago giro para verlo y la vampiresa aprovecho ese descuido para lanzarse sobre el hombre sin darle tiempo a reaccionar hundió su colmillos en el cuello del sujeto que aulló de dolor. Seiya se movió ágilmente y tomo a la chica por la cintura alejándola del mago, ella se resistió y forcejeo en los brazos del pelinegro, pero la fuerza heredada de los lobos hicieron imposible que ella se soltara, Seiya la giro y la chica le cavo las uñas en los brazos.

— ¡Serena escúchame! debes controlarte ¡despierta! no dejes que la sed te domine, por favor despierta – ella le gruño y siguió forcejeando, el chico sabía que solo cuando su sed se saciara pararía se mordió el labio y lleno su boca con su sangre, beso a la chica forzándola a beber, al principio ella se resistió pero aquel liquido carmesí que pasaba por su garganta era lo más dulce que había probado se separó un poco del pelinegro y ante la sorpresa de los recién llegados vampiros y hechiceras se abrazo al pelinegro sus ojos aun lucían ausentes pero su sed de sangre había cesado – Duerme – le susurro el pelinegro y la chica cayo profundamente dormida en su brazos.

Rosa CarmesiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora