Parece mentira...

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Y ahí estabas tú, preguntándote que habías hecho en tu vida, o más importante aún, por qué lo hacías o lo harás...

Todo comenzó cuando tu madre te mencionó que había visto al padre de Axel, tu gran amigo de la infancia, y obviamente le había preguntado por ti. El padre de Axel siempre fue muy cortés contigo y amable con tu madre. Los invitaba a su hogar cada vez que era pertinente, y de su parte, ustedes no lo rechazaban, la cortesía ante todo. Esta vez no fue la excepción, y el padre de Axel le dijo a tu madre que algún día de estos podrías visitar a su hijo y de paso saludarlo a él, "recordar viejos tiempos", fue lo que dijo don Juan, y tu madre le aseguró que ahí estarías, visitándolos, el sábado tal vez, te lo preguntaría y tomarían una decisión.

Todo había pasado tan rápido, ahora ya eres casi un adulto, tu madurez se incrementa con el tiempo y tus pensamientos se abren cada vez más. En tu niñez conviviste con Axel, pero en estos últimos dos años no lo habías visto en tu camino, ni una sola vez. Hubo quien te contara los chismes habituales, pero nada relevante, nada de especificaciones, tú mismo las descubrirías después en tu encuentro con él.

Recordabas a Axel de manera tan reciente, como si tu infancia hubiera pasado hace un mes, lúcida, clara, no específica, pero al menos visible en tu mente, como un lago en el cual alcanzas a ver, trasfondo, un pez rojo con azul muy brillante, que tiene tu atención, a pesar de lo revuelta que esté el agua. Por haber sido tu mejor amigo, tuvo un lugar específico en tu mente y memoria. Te provocaba nostalgia el recordarlo anteriormente, pero ahora solo tenías una rara sensación de vacío, como si no hubieras cerrado aquel ciclo, esa relación que mantenías con recuerdos y promesas absurdas de volver, una vez que se fueron separando y no volvieron a verse. Alimentabas esta relación con suspiros de esperanza, anhelando regresar a lo que era antes, a las tardes de inocencia, en las que jugaban o sólo hablaban de lo que se les viniese a la mente, que en esos días eran muchas ideas o tal vez divagues que rondaban sus cerebros, como almas en pena, arrastrando cada vez más temas con las cadenas que colgaban de sus brazos. Sí, muchos recuerdos que ahora te apretaban con esas cadenas, que debías de liberar, de soltar, de abrir, para poder seguir, libre, libre del pasado y los ciclos inconclusos; y si no lograbas hacerlo, liberarte, tal vez, sólo tal vez, estarías envuelto en esas cadenas toda la vida.

Y nuevamente volviste a pensar en él... Axel P... gran amigo, recuerdos, risas, sentimientos, nostalgia... maldita nostalgia.

Y piensas: "hasta parece mentira que lo vaya a volver a ver este sábado".

Te encaminas a la entrada, recuerdas lo que te dijo tu madre -"Ahí me saludas a don Juan y a su hijo". Sonríes, te parece curiosa la forma en que lo recreas en tu mente, con esa vocecita que haces al imitar a alguna mujer adulta, es curioso.

Ves la puerta grande, entre más te acercas, más grande es. Te detienes enfrente, respiras hondo y das el paso, tocas la puerta. En lo que te abren sientes un silencio y el calor mañanero que invade en verano, son como las 11 o 10, no lo sabes, ni te da curiosidad saberlo.

Entras inmediatamente después de que te abrieron y buscas a don Juan para saludarlo, mandarle los saludos de tu madre y preguntarle por Axel. Al encontrarte con don Juan, te ve con mucha ilusión, como cuando vemos a alguien que ya no esperábamos ver nunca más. Te abraza y te pregunta cómo has estado, qué tal tu madre, cómo te va en la vida... tú sonríes y le dices que todo bien, y, respondiendo el saludo, le preguntas cortésmente que cómo le va a él también y, de su mirada ilusionada y brillante, sólo queda un rastro de algo entre tristeza y vacío, con una pequeñísima sonrisa cortés, que te denota un 'no tan bien', lo cual entiendes perfectamente. Para no incomodarlo, le preguntas dónde está Axel y él después de un segundo de silencio se voltea bruscamente y te señala su cuarto, diciéndote: - Ahí está, en su cuarto, donde siempre.-, a ti te parece peculiar la forma que te lo dice, 'donde siempre', como si estuvieras por aquí todos los días. Volteas a ver la puerta que te señaló, todo es tan diferente últimamente, te parece extraño, te quedas pensando un momento, volteas de nuevo hacia don Juan y lo ves a él también pensando, absorto en su mundo mental, decides no interrumpirlo, sólo le dices que lo verás luego y te encaminas a la puerta del cuarto de Axel. Te sientes nervioso, exageras un poco, no es para tanto, sólo es la visita a un viejo amigo, un gran amigo de la infancia y pubertad, te da felicidad, te sientes raro, y en un arranque de nervios, te paras frente a la puerta y la abres...

...Todo es diferente...

...Y ahí está Axel, lo ves más alto desde la entrada, diferente. Te ve con una sonrisa en los labios, hasta se podría decir que está feliz. Se voltea y te dice:- Jala una silla, siéntate a un lado, aquí-. Tú lo escuchas mientras él señala un lugar en el cuarto, lo ves y luego ves una silla pequeña en un rincón, él inmediatamente te invita a notar que sus plantas reaniman la vista alrededor, se te hace raro, pero lo escuchas y observas, se ve más feliz de lo que esperabas.

-Jala una silla, siéntate aun lado, aquí, donde pega el sol-. Te dice con una voz suave (tal vez repitiéndolo en vista de que no te moviste a ningún lado) desde un extremo del cuarto señalándote la silla y el lugar que menciona. Tú la tomas, la pones en el lugar señalado y te sientas, te voltea a ver esta vez, mientras te dice lo mucho que reanima la vista alrededor sus plantas, mientras sonríe tranquilamente, transmitiéndote felicidad y a la vez incertidumbre, tú sonríes y asientes nerviosamente. Mucho tiempo ha pasado, no sabes que hacer, ni que decir, te quedas callado mientras él vuelve a hablar con una felicidad enorme en la boca: -Parece mentira, los pájaros vuelan hasta mi balcón-. Te dice y tú lo percibes tan hermoso como te lo acaba de decir.

Es tan extraña y emotiva tu visita que no dices nada, sólo lo escuchas sentado desde la silla.

Te menciona como los niños juegan con globos, y como cada uno de ellos es de diferente color. Te dice lo felices que son, mientras ve hacia afuera ilusionado, y por tu mente cruza el pensamiento de invitarlo a salir a pasear, mientras él vuelve a hablar y te dice lo peculiar de la gente, afuera, comprando helado, que, sin importar su sabor, saborean gustosos, como si fuera el último y único helado en su vida, o al menos así sientes el comentario de Axel, que hasta suspira, pareciendo que huele hasta aquí esos helados y siente esa felicidad de los niños corriendo y saltando con sus globos en las manos. Sigues sonriendo, ahora sí que eres feliz y con tan poco, te ha contagiado. Y te parece correcto para el momento el comentario de Axel: -Parece mentira, que haya tanta vida, en este lugar. ¡Qué felicidad!-. Y te lo dice tan contento, que te hace pensar que todo el tiempo que pasó no ha sido malo para él, sólo que han habido todos estos cambios... Como a ti te ha pasado, sumergirte en el mundo real, convivir con personas y cosas que antes no pasaban, o no se presentaban, todo es diferente ahora y lo han resentido, tú y él, también. Te ha parecido buena la visita, hasta piensas en volver, traer y reunirte con otros amigos y conocidos, decirle a Axel que si puede, y si hay tiempo, salgan y visiten otros lados, vivir la vida, el resto de la vida, felices, luchando como siempre, juntos como antes. Y viene a ti de nuevo la nostalgia, el añoro de los viejos tiempos; te ciega, eres feliz en ese instante, no te importa nada más, cierras los ojos por un momento, los abres y como el despertar de un sueño, volteas a ver a Axel y él está ahí, diciéndote la verdad, lo observas y se ve diferente ahora, más diferente incluso que hace unos minutos, cuando entraste, una sombra lo opaca un poco. Voltea hacia a fuera y te dice: -Parece mentira... que entre tanta gente, en esta ciudad... no tenga a nadie con quien compartir la vista desde mí casa, este sábado a mediodía...-. Mientras ve hacia fuera desde la pequeña rendija de su cuarto acolchonado y sin luz clara, subido en esa silla vieja, que lo sostiene desde que entraste, ahora sosteniendo un cuerpo vacío, triste, vidrioso; revelándote esta quimera que pensaste que podía ser verdad... Se ve tan solo ahora, que te provoca unas lágrimas, estas lagrimas que contuviste desde que entraste a este sanatorio, donde a estado Axel desde hace unos cuantos años, o bueno, eso te han dicho, desde que su última novia (prometida en realidad, tenías tú entendido) se fue al otro mundo, sin retorno, se fue y lo dejó olvidado, o tal vez, la que lo olvidó aquí fue la muerte, al dejarlo vivo de aquél accidente, del cual lo rescataron a él, pero no pudieron rescatarla a ella. No ha vuelto en sí desde ese tiempo, ni volverá. No hasta que ella vuelva o él la alcance en su viaje...por siempre y para siempre.

Tú estás desecho, sin fuerzas, con el pasado atrás, sin un retorno posible, y ya sin ganas de volver, ya que la realidad es ésta y tienes que vivirla, sin esa nostalgia, que nos arrastra lento por la vida, sin dejarnos avanzar tan rápido como queremos hacerlo. El pasado es una quimera ahora, el presente es un posible, más posible, dador de felicidad para ti. Lucharás por ser feliz...

FIN

Parece mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora