Capítulo 7.

477 40 19
                                    


Miryeong cerró los ojos durante todo el viaje sintiendo la espalda cálida de Yuta contra su mejilla. Se le hizo demasiado corto sentir el viento enredando su pelo y el fuerte olor a champú del cabello del japonés.

Yuta detuvo la moto en uno de los barrios altos de la ciudad al rato, apagando el motor por completo.

—Miri-chan, ya hemos llegado. —La castaña se bajó de la moto seguida por Yuta y se quitó el casco.

El barrio era completamente nuevo para Miryeong. Las puertas de las casas estaban abiertas; había bloques con humedades y las pinturas de los edificios se notaba vieja y desgastada. Los apliques de los establecimientos inferiores estaban la mayoría apagados, sucios y alguno que otro, sin todas sus piezas.

En los balcones colgaban prendas de ropa tendidas de quienes habitaban aquel barrio y Miryeong se detuvo en cada detalle mientras seguía a Yuta a través de aquella calle en la que la mayoría de gente con la que se cruzaba no hablaban coreano.

—¿Dónde estamos? —Preguntó la chica. Yuta que iba un par de pasos por delante, le dedicó una sonrisa antes de hablar.

—Vamos a mi casa, podremos hablar más tranquilos y fuera el aire viene algo fresco. —Explicó. A Miryeong le hubiera gustado saber controlar sus mejillas, pues la idea de pasar tiempo con Yuta en su casa le alteraba de tal manera que sentía que toda la sangre de su cuerpo estaba acumulada en su sonrojado rostro.

Yuta se detuvo ante la puerta de un bloque de pisos, la abrió con una llave -lo que se le hizo algo curioso a Miryeong al no tener un código como la mayoría de las casas- e hizo un gesto con la mano para dejar a la chica pasar primero.

—No vayas al ascensor. —Dijo Yuta. —No ha funcionado jamás. —Y juntos, comenzaron a subir las escaleras hasta el tercer piso. —Este, el número tres es el mío. —El chico abrió la puerta y los dos entraron.

Miryeong no se sorprendió al ver la casa ligeramente desordenada, aunque ella jamás tendría su espacio así, entendía que tal vez Yuta no estaba siempre en casa y no le dedicaba mucho tiempo a la limpieza del hogar.

El piso era abierto y pequeño pero a Miryeong le pareció realmente acogedor. Se dirigieron al sofá que tenía ante la televisión y Yuta le preguntó si quería tomar algo. A pesar de que Miryeong le dijo que no hacia falta, Yuta le preparó un café con leche caliente.

No era muy fan del café, pero no quería hacer sentir mal a Yuta así que a pesar de las muecas por el tono amargo del café se lo bebió poco a poco. El japonés volvió a la cocina para prepararse una infusión.

La mirada de Miryeong paseó por el piso. Le llamó la atención un montón de paquetes de medicamentos sobre la mesa. Farmacéuticas Lee. Frunció el ceño extrañada, desconocía que a Yuta le pasase algo y presa de la curiosidad estiró la mano para leer bien qué eran aquellos medicamentos, pero Yuta salió de la cocina y disimuló su entrometida maniobra dejando el café en la mesa.

—Miri-chan... —Comenzó a decir el japonés sentado a su lado en el sofá. —De verdad, quiero pedirte disculpas como Dios manda por cómo me comporté la otra noche... —Suspiró. —Fue bastante inmaduro y...Lo siento si te sentiste incómoda. —El japonés miró al suelo y a Miryeong le temblaba el labio al recordar todo lo que Yumi le había contado.

—Ey... No te preocupes Yuta. —La castaña descansó su mano en el brazo del japonés. —Me tomó por sorpresa pero... Lo importante es que tú estés bien. —Sonrió. —Tuve algo de miedo cuando te marchaste habiendo bebido tanto y... —El chico levantó la vista y perdiéndose en los castaños ojos de la chica, la abrazó. A Miryeong se le detuvo el habla, no esperaba aquello del japonés, pero sin pensárselo dos veces, le rodeó con sus brazos correspondiendo el abrazo.

New Romantics |Na Jaemin; NCT|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora