Capítulo 40

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Angie

No había estado durmiendo por mucho rato cuando mi teléfono sonó. Era media noche y sólo unas pocas personas tenían mi número. Mi estómago se anudaba mientras alcanzaba mi teléfono. Era Dennis.

—Hola —dije casi asustada, temiendo lo qué había llamado para decirme.

—Hola, soy yo. —Su voz sonaba como que había estado llorando. Oh Dios… por favor no dejes que Dalu esté muerta.

—¿Ella está bien? —pregunté, esperando que esta vez Dios realmente haya oído mi plegaria.

—Está despierta. Está un poquito desorientada pero me reconoció cuando abrió sus ojos, así que su memoria está bien.

—Oh gracias a Dios. —Me senté sobre la cama y decidí que necesitaba intentar esa cosa de rezar un poco más a menudo.

—Lo siento, Angie. De verdad lo siento. —Su voz estaba ronca. Podía oír el dolor atado en sus palabras y no tenía que preguntar qué quería decir. Había llegado el momento. Simplemente no podía decirlo.

—Está bien. Sólo cuida a Dalu. En serio me alegro de que esté bien Dennis. Tal vez puede que no me creas eso pero he estado rezando. Quería que estuviese bien. —Necesitaba que me creyera.

Aún si no hubo amor perdido entre Dalu y yo, ella era importante para él.

—Gracias —dijo—. Ya voy para la casa. Estaré allí a más tardar mañana por la noche.

No estaba segura si eso significaba que él quería que me fuera para entonces o si nos despediríamos en persona. Escapar sería mucho más fácil. No tener que enfrentarlo. Ya dolía suficiente por el teléfono. Ver su rostro iba ser muy difícil, pero no podía dejar que me destruyera. Tenía que pensar en nuestro bebé. Esto ya no era sólo sobre mí.

—Hasta entonces —respondí.

—Te amo. —Oír las palabras me lastimaba más que cualquier otra cosa. Quería creer que lo hacía, pero no era suficiente. El amor que podría sentir por mí no era suficiente.

—También te amo —respondí y colgué el teléfono antes de hacerme un ovillo y llorar hasta quedarme dormida.

**********

El timbre de la puerta sonó justo mientras salía de la ducha. Agarré la ropa que me había preparado para ponerme y rápidamente me vestí antes de envolver mi cabello en una toalla y bajar a toda prisa las escaleras.

Cuando abrí la puerta y vi a mi padre parado allí, no estaba segura de qué pensar. ¿Lo había enviado Dennis para deshacerse de mí? No. Dennis no haría eso. Pero ¿por qué estaba aquí?

—Hola, Angie. Yo, uh, vengo para hablar contigo. —Se veía como si no hubiese dormido en días y su ropa se encontraba toda arrugada. Al ver a la hija que amaba en el hospital debía haber sido duro para él. Rechacé esa amargura. No iba a pensar eso. Era el papá de Dalu también. Al menos, él estaba allí para ella ahora aún si había jodido la primera parte de su vida.

—¿Sobre qué? —pregunté, sin moverme para dejarlo entrar. No estaba segura si había algo que tenía que decir que yo quisiera escuchar.

—Es sobre Dalu… y tú.

Sacudí mi cabeza. —No me importa. No estoy de humor para escuchar cualquier cosa que tengas que decir. Tu hija despertó. Me alegra que no haya muerto. —Empecé a cerrar la puerta.

—Dalu no es mi hija —dijo las únicas palabras que me habrían detenido de cerrar la puerta de un portazo en su cara. Dejé que sus palabras penetraran mientras lentamente abría la puerta de nuevo. ¿Qué quiso decir con que Dalu no era su hija?

Nunca demasiado lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora