Capítulo 43

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Dennis

Sostenía la mano de Angie entre la mía y miraba por encima de su hombro mientras ella hojeaba una revista paternal. Todas las fotografías de pañales y artículos para bebés eran terroríficas. No se lo quería admitir, pero la idea de un bebé estaba empezando a asustarme. Los senos grandes, el sexo en medio de la noche y dulces caderas de Angie eran grandes ventajas y era fácil de olvidar exactamente por qué eso estaba sucediendo.

—Angie Flores. —La enfermera llamó su nombre y miré el diamante en su dedo. En dos semanas ese nombre iba a cambiar. Estaba listo para ello. No me gustaba que la llamaran Flores. Ella ya era Angie Arana para mí.

—Esos somos nosotros —dijo, sonriéndome antes de ponerse de pie. Muy apenas su barriga se notaba. No estaba seguro cómo era que íbamos a poder ver algo más grande que un chícharo pero Angie me aseguraba que en realidad podríamos ver al bebé. Que ya tenía brazos y piernas, tan loco como eso sonara.

No solté su mano mientras nos guiaban a la sala de examen. La enfermera me miró varias veces. Más vale que no estuviera a punto de decirme que no iba a poder entrar porque yo iba a estar presente le guste o no. Ya era hora de que viera a mi bebé.

—Aquí —dijo la enfermera, dando un paso atrás e indicándonos que entráramos a la habitación—. Adelante, quítate todo y ponte el vestido. El Doctor Nelson va a tener que hacer un examen vaginal también el día de hoy. Pero primero va a hacer el ultrasonido.

Angie no actuaba como si fuera la gran cosa el hecho de que estaba a punto de desnudarse. La enfermera me miró de nuevo. —¿Está bien que éste sí esté aquí?

¿Éste? ¿Qué rayos significaba eso?

Angie sonrió y me miró. —Sí, éste es el padre.

La enfermera se enderezó y me dio una sonrisa enorme y llena de alivio. —Eso es maravillo. Odiaba la idea de que alguien tan joven como tú que pasara por esto sola.

Angie se sonrojó y se dirigió a una pequeña habitación con una cortina por delante. Una vez que la enfermera se fue me acerqué y entré en lo que parecía ser un pequeño vestidor.

—¿Qué quiso decir con “éste”? —le pregunté.

Se mordió el labio inferior y cerró los ojos con fuerza. —¿Tengo que responder a esa pregunta?

—Uh, sí. Especialmente después de ese comentario. —Estaba preparándome para que no me gustara la respuesta.

—Carlos me acompañó a mi última cita. Ellos le dijeron que podía entrar y yo les dije que no, que él sólo era un amigo.

Casi me había olvidado de eso. Sabía por qué ella había tomado un aventón con él. Yo no estaba con ella. Pero saber que otro hombre había estado allí con ella cuando me necesitaba era difícil de digerir. Me di cuenta que su rostro palideció y me incliné para besar sus labios. —Está bien. Debería haber estado aquí. No lo estuve.

Ella asintió con la cabeza. —Lo siento.

—No lo estés. Soy yo quien lo siente.

La puerta de la sala de examen se abrió de nuevo y asomé la cabeza fuera del vestuario.

La enfermera estaba sonriéndome y tirando de una máquina con una pantalla pequeña en ella. —¿Está ella casi lista? —La sonrisa divertida en el rostro de la enfermera era graciosa.

—Ya casi —le dije antes de mirar a Angie quien estaba de un color rojo brillante. No pude evitar reírme—. Cámbiate, sexy. Voy a estar al otro lado.

Nunca demasiado lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora