Era acostumbrado que los pasillos de la productora se encontraran transitados de gente que iba inmersa en sus propios pensamientos. Para Marcela Andaluz, lidiar con el estrés diario era parte de su rutina, y por la mañana Sofía solía recibirla con una larga lista de pendientes.
Ese día la directora llegó un poco tarde. Se había dormido de madrugada terminando la planeación de su próximo viaje, y solo una taza de un café que consideraba regular era su aliada para iniciar con sus labores. Si existía algo que extrañaba bastante de su país natal, era el delicioso sabor del café.
Marcela caminaba sobre el impecable piso blanco con ese andar que la caracterizaba. Ella había sido criada en el seno de una familia de clase alta, allá en su amado Colombia, por lo que sus movimientos, su forma de hablar y hasta de relacionarse tenían ese tipo de educación. Un traje sastre de saco y falda recta ceñida por la cintura en color negro, junto con una blusa de satén azul rey eran las prendas que eligió ponerse y las culpables de que unos cuantos caballeros en la calle giraran indiscretos el rostro para admirarla. Pero dentro de la productora su presencia era poco deseada. Los empleados reconocían enseguida aquellos pasos y, apenas los escucharan, cambiaban sus posturas o dejaban de perder el tiempo. Sabían que si los atrapaba en el chismorreo o realizando actividades no laborales podían ser merecedores de un acta administrativa.
Ella se dirigía pensativa hacia un set de grabación para revisar los avances de la filmación. Cruzó el iluminado pasillo que unía los edificios y llegó a la parte donde tenían unas filas de asientos de estar que eran destinadas a aspirantes. Antes de ingresar al corredor de los sets, algo la hizo detenerse de manera abrupta, o mejor dicho, ¡alguien! Una desconocida mujer la sacó del repaso de su agenda mental: caucásica, delgada, de cabello rojo teñido y un rostro adornado con bonitos ojos cafés claros. Se veía joven, seguro no pasaba de los veintitrés, y estaba sentada en uno de los primeros asientos.
Marcela no evitó observarla de una manera que a cualquiera incomodaría.
—Disculpa —le dijo a la chica que tenía la mirada fija en su celular. Solía ser directa con la gente aunque no a muchos les agradaba—. ¿Eres actriz?
La muchacha levantó la cabeza y su expresión reflejó asombro.
—Sí... —le respondió con las mejillas ruborizadas.
—¿Vienes a lo del comercial?
—Yo... —Enseguida se puso de pie porque consideró necesaria la cortesía—. De hecho yo vengo...
—¡Allí estás! —De pronto una voz masculina las interrumpió—. Debiste entrar por el otro edificio.
—Justo te estaba mandando un mensaje porque no te veía.
Marcela reconoció la voz del hombre que tenía detrás a pesar de haberla escuchado solo en una ocasión. Se trataba de su nuevo intérprete, y se sintió liada al ver que se acercó para darle un beso en los labios a la mujer que segundos antes interrogaba.
—Buenos días —dijo seria Marcela para que él la notara.
—¡Oh! —Los ojos de Max se abrieron más cuando reconoció aquella cabellera rubia—. Me disculpo, licenciada. —Consideró que la forma en la que se comportó era inapropiada y la preocupación sobrevino.
—No hay cuidado. —Planeaba sus siguientes palabras porque quería continuar con la charla—. Le preguntaba a tu... ¿novia?
—Sí —confirmó sonriente la chica y tomó la mano de Max de una manera cariñosa.
Marcela volvió a contemplarla. Ella tenía un aire de inocencia que resultaba de verdad encantador.
—Le preguntaba a tu novia si venía al casting del comercial.
—¡No, no! ¡Qué vergüenza! Fue mi error, me equivoqué de sala de espera. Solo vine a dejarle unos documentos a Maxi, pero ya me voy. —Le entregó a su novio una carpeta que sacó de su bolso y se dispuso a retirarse.
—¡Espera! —le pidió Marcela—. Pero sí eres actriz, ¿verdad?
—Sí, estoy estudiando actuación.
—Con eso basta. —dijo para sí y llevó una mano a su barbilla—. Sé que va a sonar raro, pero ¿te interesaría hacer una audición?
—¿Quién? —Río nerviosa y se señaló para confirmar que se tratara de ella—, ¿yo?
Max solo las veía, anonadado.
—Tenemos un largometraje en puerta y, según las características físicas del personaje principal, creo que calzas bien. Si tienes talento es posible que encuentres trabajo aquí. Es que encajas perfecto... Aunque no tengas experiencia te puedo vender como una joven promesa. —Una vez más la contempló de pies a cabeza porque ya había revisado un pesado compilado de candidatas y ninguna la convencía. Incluso pensó que el vestido rosado de campana que llevaba puesto le brindaba a la mujer todavía más similitud—. Bueno, sí te quedas, solo tendrías que dejar tu color natural de cabello que creo que es castaño oscuro. ¿Habría problema con el cambio?
¡La muchacha no podía creer lo que le ofertaba!
—¿Una audición? ¿Para mí? Pero... todavía no me gradúo —El rubor regresó a sus mejillas y se encorvó gracias al desánimo.
Marcela sonrió y colocó una mano sobre su hombro.
—Querida, aquí hay muchas actrices que ni siquiera estudiaron. Si tienes el talento no es necesario un título para conseguir trabajo en este medio —argumentó para convencerla—. Solo déjame anotar tus datos. Pediré que te envíen el libreto. Revísalo y después platicamos. Tienes tiempo para pensarlo, faltan algunos meses para que se empiece a grabar. Pero procura no tardar mucho porque es un puesto peleado.
Maximiliano observó a su jefa. Ella no pudo evitar voltear a verlo y sintió como si él quisiera decirle algo, aunque continuó callado.
—Pues... sí. ¡Sí quiero! —La joven se emocionó tanto que dio un pequeño brinquito, con eso logró que los dos regresaran a la conversación—. ¡Me encantaría! ¡Sería como un sueño!
—¡Excelente! —Marcela sacó su teléfono celular—. ¿Cuál es tu nombre? —Empezó a escribir un mensaje que decía: "Sofi, te voy a enviar a una actriz. Recíbela, por favor. Creo que encontré a nuestra protagonista".
—Antonella Behar —le respondió tan alegre que casi no se entendió.
—¿Es árabe?
—Turco. Los padres de mi padre eran turcos, pero llegaron aquí desde que él era un niño.
Eso explicaba su exótica belleza, la herencia extranjera se notaba en sus rasgos.
—Bien, Antonella, la gerente te va a dar más detalles. Ve con la recepcionista y pide que te pase a su oficina. —Su trabajo debía continuar y le extendió una mano a la joven—. Estaré esperando ansiosa el resultado.
Se dio vuelta para continuar su camino y una sonrisa de satisfacción decoraba su cara. Solía jactarse de ser experta en seleccionar a los candidatos ideales para que los directores estuvieran contentos y sorprendidos por ayudar a conseguir lo que querían. Hasta ese momento no había tenido una negativa ante una propuesta.
Antonella se lanzó a los brazos de su amado cuando Marcela desapareció de su vista. Su primera audición en el siguiente nivel llegó de una forma extraordinaria.
Maximiliano la abrazó, pero su silencio inusual y sus ojos enrojecidos no reflejaban que compartiera la alegría de su novia. Sin duda, ardía por dentro gracias a la envidia que lo envolvió.
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El Intérprete ©
RomansLa repentina crisis económica que sufre la familia de Maximiliano Arias, un estudiante aspirante a actor, lo lleva a buscar empleo para poder costear el último semestre de su carrera. En un golpe de suerte es contratado como intérprete de la seducto...