El ambiente estaba demasiado caldeado en esa casa en la que normalmente reinaba el decoro, la tradición y sobretodo la calma, aunque esta última fuera fingida. Podía escuchar el alboroto entre los hombres de Yamada, organizándose como locos mientras unos mandaban a otros. Al parecer un grupo de cerebritos intentando buscar por todos los medios donde estaba el dinero desaparecido de la yakuza, algunos de ellos se veía perfectamente que no pertenecían al grupo y que estaban siendo amenazados por sus rostros descompuestos. Otros hablaban entre ellos mientras atendían al teléfono y algunos más repulsivos, ahora estaban moliéndole a palos como un animal.
"Yuri Gólubev... llevas dos horas sin abrir la boca, ni cuando te cortamos el dedo meñique gritaste. ¿Acaso eres una especie de psicópata?" Yamada sentado en una silla mientras miraba a ese chico que con los ojos azules fijados en él sonreía, no entendió nada. Fue al único miembro de esa hermandad que habían podido coger por sus descuidos en las entregas y por en apariencia, ser el más frágil. Pero tenía demasiado aguante, hasta sus hombres se rindieron por unos momentos cuando al cortarle uno de los dedos de la mano, siguió sonriendo.
"No malgasto mi saliva contigo starikashka*..." Yuri removiéndose en esas cuerdas que le mantenían maniatado, escupió algo de la sangre que tenía acumulada en la boca, estaba cansado de estar callado, uno de sus defectos es que hablaba por los codos. "Aún espero una maldita disculpa por interrumpir una entrega."
"¿Una disculpa? Más bien deberías admitir que tu grupo ha sido el culpable de que me haya quedado sin fondos." Yamada cruzándose de piernas, le hizo una señal a uno de sus hombres para que volviera a golpear a ese chiquillo que elevó el rostro para mirar a uno de sus torturadores y sacarle la lengua de forma obscena.
"¿Nosotros? Somos unos inocentes mercenarios, nunca robaríamos a un yakuza. ¡Nos dais tanto miedo que no podemos dormir!" Yuri soltando una sonora carcajada, tuvo que parar cuando volvieron a golpearle en el pecho, haciendo que una tos irreprimible recorriera su cuerpo, doblándose sobre él mismo e intentando respirar. "Gracias por no darme en la cara, es mi mejor marca."
"No sacaremos nada de este loco señor Yamada. Llevamos dos horas y lo único que suelta son provocaciones." Uno de los hombres de Yamada, miró al jefe para ver que seguía mirando a ese chico de cabellos platino que sonreía sin parar. No entendía como un chico tan joven podía aguantar de ese modo, otro hubiese pedido clemencia al ver su mano desfigurada y sin uno de los dedos.
"Seguid, si tenemos razón y ha sido todo obra de Yacob Sokolov, vendrán a por él." Yamada levantándose de la silla, se acomodó el traje para acercarse a ese chico que de rodillas al suelo, ahora canturreaba una canción mientras se meneaba de un lado a otro.
"¿Y si no han sido ellos? ¿Cómo compensaremos lo que estamos haciendo a este chico?" El yakuza temió que lo que estaba diciendo fuera cierto, si su jefe se equivocaba acabaría estallando una guerra por haber cogido de rehén a quien distribuía la droga por toda la ciudad en nombre de la mafia rusa. "Señor Yamada."
"La guerra iba a estallar de todos modos, se solventará. Ahora seguid." Yamada agarrando por el mentón a ese chico, miró los ojos azules que eran aún más aterradores que los de Yacob. Ese chico no era normal, nadie lo era en esa maldita hermandad, todos parecían sacados del mismísimo infierno. Apartando su mano cuando esos dientes blancos quisieron alcanzarle. "Te mereces mi respeto Yuri Gólubev, vas a morir con honor."
"Te puedes meter tu honor por el puto trasero... cuando salga de aquí, voy a reventarte la cabeza con mis manos." Yuri intentó levantarse de ese duro tatami, sabiendo que era inútil por esos tres hombres que en un rápido movimiento lo tumbaron en el suelo, pisándole la mano que le habían desfigurado y conteniendo sus gritos. No les iba a dar el gusto, había pasado cosas peores para llegar hasta donde estaba y no claudicaría ahora. Viendo como el patriarca se iba de la habitación dejándole a solas con esos tres, uno de ellos parecía ser lo suficientemente maleable como para poder manipularle o al menos intentar seducirle. "Bien chicos... ¿Me vais a divertir?"
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Eternal.
RomanceAiden un camarero de un club exclusivo llamado Eternal que se cruzará con su perdición: Yacob, un mafioso que no será capaz de soltarle. Llevando a ambos a una espiral de pasión, perversión y sexo. Aflorando todas las inquietudes, miedos y deseos. ✨...