Mi vida a tu lado #2 [TERMINADA✓]

Capítulo treinta.

Madison

El llanto de Khaterine dificultó mi noche de sueños y hizo que mi dolor de cabeza despierte conjunto a mi estrés, sus dientecitos están creciendo y le duele la cabeza, esta nena roba mucha de mi energía.

Cada día continúa creciendo sin parar, antes solo lloraba, ahora ríe y dentro de muy poco comenzara a caminar, quiere hacerlo por su cuenta, pero siempre cae secamente al suelo, así mismo nunca se rindió, ahora en estos momentos esta parada y sostenida por el sofá colorado mientras que yo extiendo mis brazos, pero no confía en mí lo suficiente.

—Buenos días amor —se acerca mi novio lentamente para darme un ligero beso en el cuello.

—Buenos días gringo —saludo y el se agacha a mi lado par hacer lo mismo que yo.

La pequeña Khaterine al ver a su padre sonriente inmediatamente y comienza a caminar lentamente, y no precisamente a mis brazos.

—Eso es pequeña, ya vas aprendiendo —besa la cabeza de la niña de cabello castaño y ojos azules.

—A veces siento que te prefiere —digo desilusionada.

—No digas eso, pasa que ella era una beba y tu estabas en coma, yo la había cuidado todo ese tiempo y supongo que me tomo de madre —responde, me dolía que ni mi propia hija quería ser partícipe de mi vida.

—Entiendo —contesto secamente y me levanto del suelo.

Odiaba estar encerrada todo el tiempo, me agobiaba estar escondida como una sucia rata, no hay mucho que hacer por aquí.

Voy al baño lentamente a verme en el espejo, mi cabello corto era el mismo, mis labios estaban pálidos por falta de luz solar, inconscientemente levanto la playera a ver mi abdomen, ya no era tan plano como antes y una cicatriz de tamaño promedio adornaba mi estómago, poco a poco desaparecía y se camuflaba en mi piel morena, pero sabia que esta marca era parte del nacimiento de Khatty.

Soy su mamá, ¿por qué me evita?, después de todo la peor parte me la lleve yo.

—Madison, ¿estas allí? —pregunta mi cuñado tocando la puerta del baño, bajo mi remera azul y sobo mi nariz para después abrir la puerta y encontrarme con esa mirada gris inspeccionándome.

—¿Qué sucede? —pregunto.

—Buenos días, necesito que me hagas un gran favor, sea lo que sea lo que me pidas como paga lo haré.

—Dime —no quería ser grosera pero hoy no estaba de ánimos para nada.

—Quiero que me enseñes a bailar.

Su petición me causo escalofríos, a que se deberá su pedido, ¿la pelirroja tendrá algo que ver?

—Claro, ¿es urgente?

—Lo quiero hacer lo más antes posible.

—Esta bien, esta tarde comenzamos.

El asiente y se retira, sentía atracción hacia él, y que estas clases serán un poco peligrosas, mi corazón está en juego.