Capítulo 5. La niña del teatro.

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En una habitación más o menos ordenada estaba Cole golpeando la cabeza una y otra vez contra una mesa llena de papeles, se había pasado todo el día pensando y escribiendo lo que le diría a Vania en su pedida de mano, todo lo que se le ocurría le parecía malo a la segunda vez que los revisaba, incluso había olvidado comer.

Kai abrió la puerta de su habitación sobresaltando a Cole y haciendo que derramara tinta sobre sus escritos.

—¡Kai! ¡Por la madre que me trajo a este mundo, toca antes!

—Oh vamos, no necesitas todo eso, una propuesta es sencilla y romántica, además, creo que le molestará más que hayas tardado tanto y no que se te dé fatal la poesía. ¿Recuerdas cómo Jay le pidió a Nya ser su Yang?

—Supongo que nada puede ser peor que pedir matrimonio en una situación de vida o muerte.

—A mí me pareció bonito -opinó Kai levantando hombros.

—Pues no parecía eso cuando intentaste cancelar la boda.

—Tú también lo intentarías si tu hermana se casara a los dieciocho —contratacó Kai a lo que Cole no tuvo otra más que darle la razón, aunque tampoco podía culpar a la pareja, Jay casi la había perdido cuando Nya se hizo una con el mar y cuando volvió decidieron casarse lo antes posible para evitar contratiempos—. Pero no es eso por lo que necesito tu ayuda, Zane me contó que Rubí te suena de algo ¿cierto?

—Más o menos, es solo una sospecha.

—Dímelo, necesito saber más de ella y no, no es que me guste, Zane ya me lo preguntó antes, solo quiero saber por qué me siento que la he visto antes.

—Bueno —sacó un folleto viejo en el que aparecía el padre de Cole junto a un grupo de personas en el escenario de un teatro—, es increíble que aún conserve esta foto, la sacaron hace más de catorce años, es ese momento yo acababa de cumplir los diez años y estaba ayudando a mi padre con un musical que estaba presentando esa noche, recuerdo que estaban más nerviosos que nunca, al parecer había unos espectadores especiales entre el público, no sé quiénes eran pero eran lo suficientemente importante como para que mis padres me obligaran a jugar con su hija, fue peor de lo que piensas, era mandona, caprichosa y creativa para las torturas mentales, toda una abusona.

—Ay señor...

—Sí, me obligó a jugar a las casitas durante dos horas y yo era el caballo, podría haber sido el perro o el jardinero pero no, ella quería que fuese el dichoso caballo, se subió a mi espalda y me hizo gatear entre bambalinas hasta que sus padres la recogieron —relató con el miedo subiendo por su espalda.

—Siento que te haya pasado eso Cole ¿cuántos años tenía ese pequeño monstruo?

—Cuatro —respondió con cierta vergüenza—, pero era muy mala, usaba sus ojitos manipuladores de niña buena para salirse con la suya con mis padres, ¡mi propia madre se puso de su lado!

—Cole ¿Estás seguro de que ella es Rubí?

—No sabría decirte, son muy parecidas, el mismo pelo, los mismos ojos, la misma piel y hasta la misma forma de agarrar tres matamoscas con una mano

—¿Por qué tenemos tantos matamoscas en el monasterio? —se preguntó Kai extrañado.

—No lo sé y no quiero saberlo —declaró negando con los brazo.

—¿Es por esa tirana esa que te asustaste cuando viste a Rubí? Pensé que era por el frío.

—Ojalá fuese por eso, cuando la sacamos del barro no sospeché de nada, fue cuando abrió los ojos y me miró que sentí algo familiar en ella, pasé dos días tratando de recordarla —sacó una amatista esculpida con la forma de una escama con bordes dorados—. Sus padres me regalaron esto como agradecimiento por jugar con su hija, ni si quiera me acordaba de que la tenía entre las cosas de mi madre —dejó la gema en la mesa.

Té de hojas y raíces. Lloyd Garmadon x Oc. En pausaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora