𝕯𝖎𝖊𝖈𝖎𝖔𝖈𝖍𝖔

47 13 0
                                    

Abro mis ojos con la esperanza de tener a un ser celestial delante de mi...
Y algo casi igual de alucinante fue lo que me llamó la atención, no estaba preparada para lo que tenía frente a mis ojos.

— ¡Rose!

Me abalanzo sobre ella haciendo que se caiga de su silla y juntas quedemos tiradas en el suelo; si esto es un sueño es el mejor que he tenido en días. ¡Oh por Dios! Tal vez estoy muerta, por eso Rose está aquí, estamos en una especie de mundo atrapadas o...

— ¡Te extrañe mucho!— exclama mientras me abraza con fuerza.

— Yo también... oye... ¿donde estamos?— soy consiente de mi ceño fruncido pero no hago nada para deshacerlo.

Si responde lo que creo que es estaré muy... ¿aterrorizada?... no se ni como reaccionaré a su respuesta; ella ladea su cabeza con la misma o incluso más confusión que la mía.

— ¿No sabes donde estamos? ¿Entonces como has llegado aquí?

— Se lo pedí al Jailer pero tú... creí que tú... estoy muerta ¿verdad? ¿Esto es una especie de limbo?

Pellizco mi brazo y me arrepiento al instante al sentir el dolor, esto claramente no es un sueño, por lo que en realidad tal vez no estoy con vida.

— No, no estás muerta porque sino yo lo estaría también.

— Tal vez si lo estas pero estás en proceso de negación, porque recuerdo que te electrocutaste muy feo o quizás eres un producto de mi imaginación porque suelo hacer eso...— Rose me toma de los hombros y me sacude, al verla a los ojos puedo notar como su mirada me dice "no estas muerta"— Entonces... ¿donde estamos?

Analizo el lugar a mi alrededor, es una habitación muy linda y pequeña, las paredes están forradas con papel de un diseño que no puedo explicar, parecen simples garabatos, hay una cama en el otro extremo la cual supongo que es de Rose, todas mis pertenencias que tenía en la jaula ahora están aquí, mi amiga llevaba en sus manos el cuadro que hice de ella hace unas semanas y ahora está tirado a unos cuantos metros de distancia.

— Tenemos mucho de que hablar pero eso será después ¿si?— asiento de mala gana levantándome de la cama, no me había percatado de la pequeña punzada que tenía en la cabeza hasta ahorita—. Ven, hay que ir a trabajar.

Me veo por unos instantes en el espejo frente a mi, ya no llevo puesta la ropa de antes, ha sido remplazada por un vestido de vuelo hasta la rodilla de color blanco con un delantal de seda y encaje de color negro, ¿en qué momento me lo pusieron?

Ten— Rose me tiende una liga para que amarre mi cabello, está un poco desordenado y rizado por las trenzas que ya estaba acostumbrada a llevar.

Salimos de la habitación para ir caminando por los pasillos, parece ser una casa demasiado grande, hay demasiadas ventanas que dan a un establo gigante mientras que del otro lado se puede divisar una parte de algo parecido a un jardín.

Rose camina a pasos rápidos y con la cabeza gacha cuando llegamos a lo que parece ser la sala principal, imito su acción al ver qué hay más chicas como nosotras haciendo lo mismo; la mayoría de ellas se ven mas grandes que nosotras, son señoras con experiencia en este ámbito laboral. No levanto la mirada en ningún momento, ni siquiera cuando se escuchan pisadas de tacones acercándose a nosotras.

Se escucha como una puerta rechina para después ser cerrada en un abrupto golpe que emite eco por todo el lugar; es aquí cuando Rose suelta un suspiro y me toma de la mano para continuar caminando.

— Escúchame bien— su voz suena acelerada, eso significa que esto es serio—. No se donde nos encontramos, te contaré como llegue aquí más tarde pero por ahora déjame darte las reglas básicas que nadie me enseñó. Regla número uno: no hables, solo cuando te lo ordenen.
Regla número dos: mira sin observar, escucha sin oír, camina sin tropezar, obedece sin rechistar, no toques absolutamente nada.

Prisionera de la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora