IV: Su dueño y la recompensa

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Sí. Estaba siendo dramático y horriblemente catastrófico. Pero considerando que en su vida había estado en la cárcel, que el desquiciado emperador de esta lo había reclamado como su propiedad y que el tipo, que era condenadamente caliente, se las había arreglado para provocarle más de
una erección; estaba justificado.

-¿Alguien te drogó?- La expresión apabullada de Derek le demostraba que su confesión estaba completamente fuera de lugar.

-Eh, no. Creo que.. no, no lo sé. ¿Cómo se siente cuando te drogan?-. Derek enarcó ambas cejas.

Con un perezoso parpadeo recorrió a Stiles con la mirada. -Pues... ¿Qué ves?.

-A ti-. El convicto asintió y lentamente comenzó a alejarse. Stiles agradeció mentalmente cuando Hale salió de la cama. El aroma corporal del hombre prácticamente le daba arcadas. ¿Podría pedirle que se bañara?

-¿Acabas de decir que te gusto?- Preguntó con brazos cruzados y el entrecejo arrugado.

Se inclinó nuevamente en dirección al ojimiel. No había más que una acusación férrea en la voz de Derek. Las mejillas de Stiles se amoscaron en un tentador y acusador matiz bermejo.

-No-. Sacudió su cabeza en negación incontables veces.

Necesitaba que Derek tomara distancia o el demente podría escuchar las pulsaciones de su corazón.

-Sí. Dijiste que mis besos te saben a puta gloria-. ¡Venga! Que no era su culpa.

Stilinski no era la persona más racional del mundo. Si lo fuera, no estaría en esa situación en ese preciso instante. Lamentablemente a veces su boca trabajaba demasiado rápido.

-No. No... Yo no-.

Derek lo tomó de la barbilla, relamiéndose una esquina de su labio inferior donde una pequeña cortada reciente se dejaba ver como una medalla de combate.

-¿Me estás diciendo mentiroso?.

-Uh. No.

Derek entornó los ojos y ambos permanecieron en silencio unos agonizantes y eternos segundos. Finalmente el hombre salió de la litera y se colocó de pie. Miró a Stiles por sobre el hombro y chasqueó con la lengua.

-Zorro astuto-. Gruñó antes de salir de la celda.

Stiles se sentó en la cama de golpe. Llevándose una mano al pecho y exhalando una profunda bocanada de aire. Dios, eso había estado cerca... Y nuevamente el chico Hale no se lo había follado. Lo cual era muy bueno y a su vez, lo hacía sentir incómodo. ¿Por qué Hale no podía ser un criminal normal?

De esos abusivos, y malditos, feos, sucios y con cicatrices en la cara. ¡Como en las películas! Así Stiles podría odiarlo. Arrugó la nariz y se tiró de espaldas, quejándose por la dura consistencia de lo que se suponía, era un colchón. Bien, al menos ya había sobrevivido veinticuatro horas más. Solo le quedaban cuatro años y más de trescientos cincuenta días en North Collan.

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Increíblemente, ese día se cumplían dos semanas desde su llegada a prisión y no, no estaba bien. Sentía que se quebraría en cualquier momento. Jackson le decía que debía dejar de preocuparse de lo que ocurría a su alrededor y enfocarse en mantener su propio pellejo a salvo. Y el enserio lo intentaba, pero era su vocación ayudar a las personas y tener que ignorar los constantes
abusos cometidos en aquella penitenciaría, estaba consumiéndole el alma.

Derek prácticamente lo ignoraba. Eso era bastante bueno, o quizás no tanto... Al menos había dejado de perseguir su culo como un animal hambriento. El hombre de potentes ojos verde se la pasaba entrenando, Stiles lo sabía porque en las mañanas lo veía a escondidas mientras fingía dormir y en las noches, Derek llegaba oliendo a sudor y con una expresión cansada.

Prisionero (adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora