Capitulo 16: Tomad vuestro regalo.

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Yacob salió del coche con dificultad, divisando las puertas de las oficinas principales de Mijaíl y acercándose a ellas a paso lento. Los hombros le dolían, un disparo en cada uno de ellos que hacia que la sangre borbotara por doquier y sus manos adoloridas. Notaba como el corazón le palpitaba tan fuerte que ensordecía, sus piernas respondían aún pero tenía la sensación de que no tardaría en caer al suelo. Negándose a él mismo esa debilidad, debía llegar a esas oficinas, entrar y ver a sus hombres. A Aiden. Pero primero debía ver a todos esos camaradas que habían arriesgado sus vidas, compensarles por la falta de respeto al priorizar una vida por encima de las otras. Las normas eran claras, todo el mundo quedaba atrás hasta que finalizaban las guerras, los asaltos o las venganzas. Y tanto él como Andrey las habían quebrantado. Sabían que su confianza no se vería mermada por un solo acto en todos esos años pero el orgullo si que estaría afectado.

Viendo como a lo lejos dos de los vigilantes querían ayudarle a entrar y él rechazando con tosquedad el agarre. Entrando por esas puertas, viendo como en esas oficinas que normalmente estaban desiertas y con un aire de tranquilidad, ahora reinaba el caos. Había personal médico que seguramente habría sido contratado ilegalmente por Mijaíl atendiendo a todos esos hombres heridos, a aquellos que no saldrían con vida y a otros que simplemente necesitaban reposar. Los suelos de mármol blanco manchados de sangre y Yacob mirándose los pies, notando como la sangre goteaba y como en su mano aún lucía los puños americanos. Aún quedaba algún tejido del viejo Yamada.

Ese maldito kitsune no el había dado el gusto de gritar, se mantuvo firme aún cuando le mató a golpes, aún cuando le desfiguró el rostro, haciendo que al final fuera una maraña de carne. Elevando su mirada cuando se dio cuenta de que un grupo de sus hombres estaban delante suyo, consternados, algunos de ellos inclusive le miraban con asco. Entendiéndolo en el momento y sonriendo torcidamente. Viendo el rostro de su mejor amigo y camarada Dimitri en toda esa multitud, intentando abrirse paso para llegar a él.

"Sé que queréis mandarnos al diablo... sé que estáis pensando que hemos priorizado la vida de dos simples amantes por la de hombres que son capaces de morir por nosotros." Yacob elevando la voz para que todos los presentes en esa sala le escucharan, sintió que sus piernas flaqueaban, rezando para que no fallaran ahora. "¡Y tenéis razón, todos! ¡La norma fue impuesta para que se cumpliera sin excepciones y no lo hemos hecho! ¡Pero aún así os pido que sigáis a mi lado!" Yacob paró para recuperar la respiración, sus brazos dolían y su cabeza martilleaba. Quería ser coherente, convincente y sobretodo claro. "Por eso, me he quedado para acabar con Yamada, he mandado a todos los heridos aquí y me he quedado para si tenía que hacerlo morir y compensaros."

"Yacob, necesitas atención médica." Dimitri abriéndose entre toda esa multitud, vio como también sus camaradas estaban preocupados por ese hombre que siempre había tenido esa aura de inmortalidad rodeándole. En todos esos años, Yacob jamás había vuelto solo y mucho menos enfrentándose a lo que podía quedar en esa casa. Fue un maldito inconsciente.

"Espérate Dimitri." Yacob apartó con su mano a su mano derecha, haciendo un último esfuerzo y levantando con dificultad su brazo, mostrando el obsequio que había traído para todos esos hombres. Viendo esos rostros sorprendidos, algunos de ellos sonreían, otros no eran capaces de mirar. "¡Os he traído la puta cabeza de Yamada para vosotros tovarischchi*! ¡La he arrancado de esa espina de insecto para vosotros! ¡Este es el pago que recibirán si se meten con el grupo Sokolov, con la hermandad!" Yacob jadeó, no aguantaría mucho más y agradecía que Dimitri estuviera detrás suyo. "¡¿Ahora decidme, vais a seguir a mi lado?!"

Yacob esperó, viendo como por unos instantes se miraban entre ellos para que luego se escucharan los gritos de victoria entre ellos. Mirando hacia arriba y viendo a Mijaíl que desde la planta superior lo observaba todo con una sonrisa en los labios, aplaudiéndole.

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