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—Chicos, siento que voy a morir. Aquí y ahora—nuestro amigo ruloso se expresó mientras dejaba caer su cuerpo sobre el sillón de aquella sala.
—Dios, no exageres— comentó entre risas el rubio—Además ya casi salimos, solo aguanta un poco más.
—No sé ustedes, pero yo concuerdo con Robert—anunció la morena, recibiendo un abrazo por parte del adulto.
—La única persona con más ganas de irse que Robert, es Ellen—dije sonriendo al percatarme de la forma con la que la nombrada observaba su celular. Tenía un brillo genuino en sus ojos.
—¿Eh?—articuló—Lo siento, es que mi novia vendrá por mí—comentó con una sonrisa ilusionada, logrando que todos la imitáramos.
—Dios, Ellen. Ni si quiera sabíamos que salías con alguien—el mexicano fingió estar indignado por la falta de información—Bueno, eso no importa. Muchas felicidades.
—Cállate, David.—el ruloso exclamó de forma seria—Ellen, preguntaré algo y quiero la verdad—demandó, haciendo que la castaña ladeara un poco la cabeza, con un gesto de confusión.
—Claro, Robert. ¿Qué pasa?—preguntó de forma preocupada.
