Fue una tarde a las 5:20 pm, calle Madero, Ciudad de México.
Tomaba un café en esa tarde fría, leía mi libro favorito "la tregua" de Mario Benedetti, con la mente en las más hermosas palabras de aquella historia que tanto me gusta leer.
La vista, era única: edificios, personas frustradas, o tan sólo gente sacando a pasear al perro.
Había pasado un largo día de trabajo, decidí tomar un descanso en aquella banca antes de llegar a mi departamento. En aquel lugar pasaba más de 10 personas diferentes cada 30 segundos, lograron captar mi atención por completo, dejé el libro a un lado y puse atención a la gente que pasaba cerca, observaba aquellas personas, me preguntaba tantas cosas aún sin sentido.
Al estar observando a la gente que pasaba, una, sólo una de toda la gente que pasaba logró captar mi atención.
Un joven de 27 años, creo yo, en mi opinión de buen parecer. Aquel joven pudo llamar tanto mi atención que podría entrar a grandes detalles pero no lo haré en esta ocasión. Se encontraba a unos cinco metros, venía hacia mi (literalmente) . Sonrió un par de veces, me parecía venir hablando por teléfono. Su sonrisa era de aquellas sinceras, no escondía ninguna tristeza, pues sonreía tan bien. Pasado de unos segundos, se acercaba más en donde me encontraba, colgó el teléfono y se sentó a un lado mío.
Al cabo de 5 minutos volteó a verme.
-¿Descansando un rato?- me dijo
No sabía porque razón se había atrevido a dirigirme la palabra sin aún saber nada de mi.
-sí.- respondí
No dijo más.
Volvió la mirada hacia mi pero ahora captó su atención en el libro que sostenía en mi manos...
-¿"La tregua" de Mario Benedetti?- preguntó, de nuevo.
-Sí, ¿te gusta?- pregunté, sólo para no sonar como una chica antisocial de pocas palabras.
-¿que si me gusta?, ¡por Dios, es uno de mis libros favoritos!- me respondió con entusiasmo, como si aquella pregunta que había hecho fuera absurda, sonreía al decirme.
Reí, su entusiamo me causó un poco de gracia.
-Creo lo mismo. Una gran historia- lo dije mientras lo miraba y sonreía.
-pues que buen gusto de literatura tiene usted-
-gracias, creo.- le respondí
Levantó la cara en alto mirando al cielo y sólo se rió, no sabía porque lo hacía, se levantó y lo único que dijo fue un hasta luego.
¡¿Un hasta luego?!, pretende encontrarme después, aquel hombre me habría matado con sus palabras, pues había captado algo en mi, su sonrisa, tal vez. ¿Absurdo?, sí. Debió ser de aquellos amores que se encuentran en metros, autobuses, al caminar o tan sólo aquellos que se sientan a un lado tuyo y jamás en tú vida lo vuelves a ver.
Eso pensaba en aquel tiempo...
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Lo inesperado
Romance¿Te has preguntado si los amores realmente pueden durar para siempre?