CAPÍTULO XIV: LO QUE ESCONDE EL INCONSCIENTE (2)

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La señora Okogi realizo una cena tan formal y hermosa que sorprendió a Hyewon. Su señora no hacía mupensó en nada que involucrada moverse de su habitación y al verla esmerada en hacer la comida le hizo feliz. Quería a su señora como querría a una madre (de haber tenido). Fue acogida por su señor Issei Okogi, en paz descanse, y su señora esposa. Ambos fueron amables con ella y siempre la trataron con respeto, educándola como si fuera su propia hija… en eso ellos tenían mala suerte.

Los Okogi intentaron bastante tiempo tener hijos pero no pudieron. Estaban desesperados por tener un hijo o hija, querían una familia completa y los dioses no se los permitía, cuando encontraron a la pequeña Hyewon en la calle pidieron monedas para comer decidieron acogerla. La señora sí que era muy amable con ella, la vestía y educaba como si fuera su hija y el señor de igual forma la sacaba a caminar. Aun así Hyewon conocía su lugar, nunca podría ser hija de nobles como ellos así que quiso quedarse a servirlos de por vida. Vio los momentos difíciles en el matrimonio y la emoción de su señora cuando descubrió estar embarazada.

Una felicidad que no duro mucho, el señor Okogi murió. Lástima que la pobre niña también muriese tiempo después, la señora se había quedado sola y destrozada. Su familia estaba muerta menos ella y los intentos de suicidio comenzaron. Hyewon convenció a su señora de no seguir con eso y la ayudo a seguir adelante, solo que, el dolor nunca desapareció y seguía consumiéndola lentamente.

-Está todo listo. –dijo con una sonrisa mientras miraba a Hyewon. -¿Cómo se ve?

-Excelente. –respondió con una inclinación. –Se ha lucido, mi señora.

-Es bueno oír eso. Quiero que Shô Aihara se sienta como en casa. –respondió aplaudiendo y se dirigió a la ventana. -¿Crees que venga a…

-A verla. –completo de inmediato. –Es obvio que desea verla, mi señora.

-Mmm ese hombre siempre es un estuche de sorpresas. Me pregunto qué trae para mí esta vez.

-Posiblemente es sobre negocios.

-Él se fue de su casa para dejar eso atrás, no me imagino el porqué querría volver a esa vida aburrida.

-Lo hago por mi hija. –respondió Shô Aihara entrando a la estancia mientras el mozo lo alcanzaba jadeante. –Lamento entrar así sin anunciarme.

Hyewon lo miro con recelo y quiso alejar su mano de su señora. No le agradaba que estuviera cerca de ella ni un segundo, los celos la consumían como un incendio.

Tras una presentación alegre se sentaron a comer. Hyewon no le quito la mirada a Shô ni un instante, ese hombre nunca le agrado. Parecía estar incomodo con su forma de verlo pero no le importo, quería que se largara ese hombre de la casa lo antes posible, solo venían a buscar a su señora para pedirle cosas y luego la olvidaban como zapatos viejos.

-Nunca podre agradarte, ¿verdad? –le dijo Shô al no soportar más el escrutinio.

-Lo que es claro no necesita ser preguntado. –respondió mientras apretaba la mandíbula.

-No seas descortés con él, Hye-chan. Si a mí no me molesta la situación no tiene que incomodarte a ti tampoco. –Okogi sonrió bajando su taza. –Ya me acostumbre a esto…

Lo que quiso ser un comentario ligero término siendo lo opuesto. Shô miro a esa hermosa mujer acabada y frustrada, sintió culpa por dejarla sola tanto tiempo… por abandonarla como lo había hecho todo el mundo.

-Lamento todo esto. Jamás quise que-

-Tus palabras son inútiles. –alzo la mano deteniéndolo. –Sabes que siempre te he querido. Ahora dime qué es lo que te ha traído hasta este remoto pueblo.

EN BUSCA DE LA LIBERTAD  (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora